Capítulo cuarenta y nueve.

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Le acarició el abdomen con la punta de su dedo índice, recorriéndole los músculos contorneados de arriba a abajo, siguiendo una línea imaginaria que ella misma dibujaba con los ojos cerrados y su cabeza apoyada en el pecho de la pelirroja, que con cada segundo que pasaba más rápido respiraba.
    
Se centró en escuchar los latidos del corazón de Jazmín, continuando con su recorrido. Tenía la piel cálida, encendida por las leves caricias que le estaba regalando. Los ojos de ésta también cerrados pero la boca entreabierta, dejando escapar las primeras bocanadas de oxígeno de manera irregular. Florencia la miró muy atenta; era una imagen perfecta que nunca se cansaría de observar.
  
Naturalmente preciosa; así la veía cada vez que la miraba. Daba igual la situación.
   
Fue bajando inconscientemente con sus dedos. Su cerebro se desconectó por completo, sólo sentía las ganas bajo sus propias yemas. Descendió hacía abajo hasta que se chocó con el borde de los pantalones vaqueros de Jazmín.

La pelirroja contuvo el aliento y abrió los ojos por un momento; no podía olvidarse de dónde estaban. Al fin y al cabo era un lugar público por muy solas que estuviesen, por lo que su mano instintivamente fue a parar sobre la de la Estrella, deteniéndola.

—Pará, Flor...— susurró con una leve sonrisa y la voz ronca y derrotada —Estamos en...

—Sé dónde estamos— le contestó, apartándole la mano de la suya con suavidad —Solas en un lugar muy lindo— terminó por aclararle al observar el ceño fruncido dibujado en su rostro. Jazmín tragó saliva y dejó caer la cabeza en el cojín.
    

No tenía ganas de luchar contra ella en un momento así. Así que en lugar de llevarle la contraria le permitió seguir con lo que estaba haciendo, sin ninguna gana de detenerla en realidad.

    Pero Florencia no hizo ningún movimiento con la mano; no todavía. Escondió el rostro en el hueco del cuello de la pelirroja y lo besó sin detenerse en suavidades y carantoñas; le comió la piel humedeciéndola con la lengua a su paso, haciendo que ésta se retorciese bajo su contacto. Sin embargo no consiguió el primer jadeo por parte de Jazmín hasta que le mordió la piel. Entonces ésta no pudo evitar susurrar un pequeño gemido.
    

Aquella fue la señal que le hizo llevar sus dedos hasta los botones de los vaqueros de la ayudante de cocina, desabrochándolos por completo.

    La pelirroja se estremeció.

—Me encanta tenerte así— le confesó con un leve hilo de voz que la excitó aún más antes de llevarse su labio inferior a la boca. Lo besó, lo chupó y luego lo enganchó con los dientes. Tiró de él con toda la suavidad del mundo, hasta que Jazmín recobró la participación y pasó a devorar los labios de la Estrella, haciéndose así misma partícipe de todo aquello.

    Era un beso pasional, lleno de deseo. El movimiento de sus bocas era fiero y desesperado. Se entreabrían abiertamente, sus lenguas se rozaban, jugaban y después volvían a dejar paso simplemente a sus labios, reencontrándose allí donde no había lugar para una sola ganadora.
   

Cuando sintió cómo los dedos de la morena le bajaban la cremallera de sus pantalones todo dentro de ella se congeló y explotó al mismo tiempo. Por un instante dejó de besarla, notando como su entrepierna palpitaba en necesidad. Volvió a gemir al sentir como ésta se hacía paso bajo la tela de sus vaqueros, acariciándola por encima de las bragas.

    Agarró de nuevo el labio inferior de la pelirroja, no contenta con que ésta hubiese parado. Lo hizo suyo, besándolo de vuelta en unos movimientos que no necesitaban de la participación de Jazmín, que con la boca levemente entreabierta se dejaba hacer.
    

Estaba extasiada y sumida en lo que la Estrella le provocaba. Era la primera vez que le pasaba algo así; la noche anterior se había esforzado por parecer más participativa con el fin de guiarla en todo lo posible. Sin embargo en aquel momento Florencia parecía tener ganas de llevar ella la iniciativa. Solamente ella. Eso conseguía proporcionarle más placer si cabía. Era lo que ansiaba que ésta hiciese, así que se limitó a adquirir una postura más sumisa que la vez anterior.

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