Capítulo treinta y tres.

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Esperó pacientemente a que saliese del cuarto de baño donde se estaba cambiando. El departamento era espacioso, la cocina estaba cerrada y contaba con un pequeño comedor justamente al lado. El salón por su parte era enorme, aún tenía muchas de las cajas sin abrir, pero había colocado los libros en la estantería al lado de la televisión y en seguida se acercó a echar un vistazo. Muchos de los títulos literarios no los conocía, la mayoría de los libros eran extranjeros, o españoles como la poesía de Elvira Sastre, Chris Pueyo, Bécquer...Los ignoró un poco pues los conocía lo suficiente como para saberse de memoria algunas de las poesías que aparecían en las obras y se centró en un libro de color naranja titulado Vibrar en tu elemento de Beatriz Leveratto. Frunció el ceño al no reconocer a la autora y mucho menos a la obra en sí, así que agarró el libro y lo abrió justamente por la mitad. Con interés y curiosidad se dio cuenta de que trataba sobre la relación con los signos zodiacales, y eso le llamó la atención.

—¿Qué narices tienen los argentinos con estos temas?— se preguntó a sí misma en un leve susurro de voz.

—¿Dijiste algo?— preguntó Valentina desde el cuarto de baño de su habitación.

Andra rodó los ojos, sonrió irónicamente y dejó de nuevo el libro en la estantería.

—Tienes una buena colección de libros— le contestó —Le estaba echando un ojo a ese de los rollos zodiacales.

—Es muy bueno. Trata cosas interesantes. Si por ahí lo querés leer agarralo.

—¿Te van esas cosas?

—Y por ahí algunas tienen razón— le aseguró, haciéndola dudar pero también despertando un poco más su interés. Ya sabía otra cosa más acerca de la argentina. —¿Qué signos sos vos?

Andra bufó, recorrió el corto pasillo hasta la habitación principal de matrimonio y se atrevió a asomar la cabeza. No le gustaba mantener conversaciones a voces, así que se sentó en el borde de la cama esperando a que Valentina saliese del cuarto de baño.

—Soy capricornio— respondió.

—Ahora se entienden muchas cosas— rió ella a través de la puerta cerrada del servicio.

—¿Por qué lo dices?

—Sos una ermitaña viste— se atrevió a decir, provocando que la española soltase una pequeña sonrisa —Rígida, cerrada...

—¿Tiene algo bueno mi signo?— la cortó antes de que dijese más cosas negativas que por cierto, iban mucho con su forma de ser, lo que la incitó a levantarse de nuevo para echarle un vistazo a aquel libro. Pero se contuvo.

Escuchó reír a Valentina desde donde estaba.

—Por ahí sos paciente, prudente y voluntariosa— le contestó ella al cabo de un rato, haciéndola apretar los labios en un gesto de acuerdo a su respuesta. Aunque tampoco estaba dispuesta a admitirlo.

—¿Tú que signo eres?

Andra torció la boca y se pensó la pregunta. Ella no era una experta en signos, ni siquiera se sabía los distintos tipos de símbolos que los representaban, pero creía ser capaz de recordar y reconocer algunos.

—El león como mínimo— soltó de manera cómica, contestándose a sí misma y haciéndola reír de nuevo. —O el toro. No sé. El que sea más violento.

—Que pelotuda que sos. No soy ninguno de esos.

—Bueno, dime tu fecha de nacimiento y lo busco en google.

—¿Tenés mucho interés en saber mi signo zodiacal?— preguntó aún desde el cuarto de baño. Andra se encogió de hombros.

—Así miro por internet la compatibilidad entre nuestros signos— le contestó ahora que le había conseguido picar la curiosidad.

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