Capítulo veintiséis.

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   Se estaba empezando a volver loco. Apenas había dormido desde la última conversación con Florencia, hacia ya un par de días. Sus palabras se le grabaron a fuego en la cabeza y en el pecho, le volvían prisionero de unos sentimientos que no deseaba llevar más consigo. Pero por más que intentaba deshacerse de ellos, era tarea imposible. Continuaba centrado en que debía recuperarla a cualquier costa. La conocía, conocía perfectamente la personalidad de la Estrella; por mucho que ésta pensase que podía querer a una mujer o hasta enamorarse de ella, la realidad era otra. Flor era para él y él era para Flor. 

   Eso era lo único que sabía. 

   Lo único por lo que merecía la pena luchar. 

   Había abandonado a su familia, su trabajo, su vida...Todo por ella. Y ella estaba confundida. La entendía. Muchos pasaban por confusiones de ese tipo. Por esa razón intentaba ser paciente y a la vez no. No podía quedarse mucho más tiempo observando como la ayudante de cocina le ganaba un terreno que él ya había conquistado con anterioridad; ahí fue cuando maquinó todo lo que pensaba hacer a continuación. 

   Todo por ella. 

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Carla Estrella. Nunca podía haberse llegado a imaginar que conocerla le resultaría tan agradable y positivo. Esa chica era una bomba en muchísimos sentidos; una loca que no tenía nada claro en la vida y que al mismo tiempo, parecía tenerlo todo bajo control. Sin embargo, ella era el descontrol en estado puro. 

   Y eso le gustaba. 

  Después de haber intentado amigarse con casi todas las Estrellas, y dejando a un lado por supuesto a Florencia pues por alguna razón no le parecía moralmente ético engañarla más de lo que ya la estaba engañando, la única opción que le quedaba era Carla. Lucía era una persona demasiado fría,  con un carácter imposible y poco tratable. Miranda en cambio parecía más abierta, más simpática, más libre. Pero ella iba completamente a su bola, así que acabó por descartarla con el paso de los días. Virginia parecía la más madura de todas, tenía casi encauzada su vida, muy centrada, muy organizada, y sin embargo pudo observar que por dentro era otro rollo muy distinto. Eso la hizo dudar, hasta que al final acabó decantándose por Carla. 

   No se equivocó. Ésta en seguida pareció animarse a iniciar una primera conversación, como si necesitase hablar con otra persona, hasta incluso coquetear. Andra no era estúpida, sabía perfectamente cuando alguien pasaba de la simpatía al tonteo con ella. Y Carla cruzó esa línea desde casi el primer momento; cosa que no le molestaba demasiado. 

—¿En qué piensas, hermana?— la voz de su hermano la desconcentró, y en seguida ésta tuvo que apartar la mirada de Carla, que charlaba animadamente con Fede apoyada en la barra del deck.

Andra apretó los labios y se encogió de hombros, a lo que Peter sonrió irónica y pícaramente.

—No soy tonto— le dijo —Estos días te has juntado demasiado con una de las dueñas del hotel— el chico de pelo de color le dio un codazo a su hermana, obligándola a rodar los ojos.

—No te imagines cosas extrañas. También hablo mucho con Florencia, por ejemplo.

—Florencia está demasiado loca por la del pelo naranja— respondió como si fuese lo más obvio del mundo, que lo era. —Sin embargo...La tal Carla te pone ojitos— y le guiñó el ojo.

—Te centras demasiado en mi vida personal— le reprochó medio en broma medio en serio —¿Por qué no te concentras en lo que sea que tengáis tú y ese tal Damián?

—Puedo concentrarme en muchas cosas al mismo tiempo— le recordó con un aire de listillo que le hizo recordar a ella misma. —Pero no lo entiendo...Creía que te gustaba Valentina.

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