Capítulo treinta y uno.

1.2K 66 9
                                    


Sonaba una canción de Becky G a toda pastilla. Rompía con todo, atravesaba los sentidos y hacía que la gente en la pista bailase y cantase la letra a todo pulmón. El Dj, desde la plataforma suspendida entre ambas plantas de la discoteca se movía también al ritmo de la canción, canturreaba en susurro y luego paraba para beber algo de agua y aliviar su garganta, aunque tampoco la estaba utilizando mucho.

Apoyada en la barra Andra lo observaba casi todo. Intentaba terminarse el segundo cubata de la noche, pero el alcohol comenzaba a asquearle la garganta y sabía que estaba llegando a sus propios límites, así que cansada dejó el vaso sobre la encimera y apoyó los codos en ésta. No muy lejos de allí, Peter bailaba con Valentina. Disfrutaban de la compañía del otro, se compenetraban y movían las caderas de manera sensual. Ella no pudo evitar sonreír al ver la escena, se llevó una mano a la frente y luchó contra el impulso de coger el móvil y grabar lo que estaba pasando en la pista.

Damián, a su lado e igual de divertido que ella se centró también en observar la escena. Era muy obvio lo que comenzaba a sentir por su hermano, sólo había que fijarse en la manera tan tierna y pura que tenía al mirarlo. Eso le agradaba. Le hacía sentir mejor, más segura. Lo que más temía era que le hiciesen daño porque Peter no era un chico que se mereciese algo así. Sin embargo, tenía una opinión positiva sobre el castaño.

De repente el amigo de éste se animó, se alejó de la barra y se colocó cerca de la espalda de Valentina. Tardó en hacerse al ritmo de la música, pero en seguida su cuerpo cogió onda con el ambiente y con la canción. Ahora estaban los tres bailando al compás con la castaña justamente en el medio de ambos. Andra alzó ambas cejas al observar la manera que el amigo de Damián tenía de pegarse al trasero de la argentina. Sonrió con ironía y negó con la cabeza; era un tío demasiado obvio. Se le veían las intenciones desde lejos.

—¿No te cae muy bien mi amigo no?— le susurró Damián al oído para que ésta pudiese escucharle porque el volumen de la música estaba como para reventar tímpanos.

Andra se encogió de hombros.

—No lo conozco— se explicó —Pero me parece un machito tiracañas.

—¿Machito tiracañas?— el ceño fruncido de Damián le hizo comprender que éste no había entendido la expresión.

—Que piensa con el pene por delante— le soltó sin medir sus palabras, haciendo reír al castaño.

—Santi a veces parece un desubicado— admitió Damián al cabo de un rato —Pero es buen tipo. A mí nunca me falló, tiene muy en cuenta a su gente y eso es lindo. Cuida de las personas que le importan.

Andra asintió reflexivamente. En realidad le daba igual cómo fuese o no el tal Santi. No le conocía ni tenía intenciones de hacerlo. Después de todo ella iba a marcharse de Argentina pasadas unas cuantas de semanas más, luego volvería a casa, a su país, a su vida y a sus antiguas relaciones.

Mientras tanto continuó mirando la escena. Peter cantaba a la misma vez que bailaba, se desgarraba la garganta intentando hacer sonar su voz por encima de la propia música, y eso hizo reír a su hermana desde la barra, quien contagió también a Damián. Peter se movía bastante bien, y todo eso sin derramar una sola gota de alcohol del cubata que agarraba con la mano derecha; todo un profesional.

Sin embargo Santi continuaba pegándose a la espalda de Valentina. Se pegó por completo, acortando toda la distancia posible entre el trasero de ésta y su parte delantera. Le agarró la cintura desde atrás y le susurró algo al oído. Y desde su posición Andra pudo notar el malestar que la castaña sentía al respecto, por lo que estuvo a punto de reaccionar y acercarse para meterle un buen empujón a ese tipo. Pero se controló. No era algo que ella tuviese que hacer; ella no funcionaba así. Era partidaria de la libertad de cada uno y defendía que cada persona debía hacer lo que quisiese en el momento. Nadie más podía meterse ahí e interferir.

Ven hasta aquí, dentro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora