Ven hasta aquí, dentro.

Capítulo dieciocho.

No le había contestado a los mensajes. Ni siquiera los había visto. Tampoco se había metido en Whatsapp. Sabía por Javo que iba a tener una noche especial con sus hermanas, que cenarían todas juntas y que quizás por eso estaba ocupada y no atendía a sus mensajes. Sin embargo, al día siguiente, cuando se levantó para mirar si tenía alguna notificación nueva Florencia tampoco le había respondido aunque su última conexión marcaba las cuatro de la mañana.

Estaba frustrada, estresada. No podía parar de pensar en el beso que la hermana Estrella le dio el día anterior. Se había imaginado tantas veces los labios de Flor sobre los suyos que el corazón comenzaba a no caberle en el pecho. La sensación era increíble, tanto que era incapaz de evitar sentir escalofríos recorrer su columna vertebral cuando lo recordaba. Pero necesitaba hablar con Florencia. Necesitaba aclarar un par de cosas, o al menos comprobar si ella tenía algo claro, aunque lo dudaba. Había salido corriendo; Florencia Estrella era experta en eso, y era lo que precisamente más le descolocaba. ¿Se habría arrepentido de lo que hizo?

Sintiéndose aún peor de lo que ya se había sentido durante la noche, Jazmín se apartó el flequillo de la frente con la parte delantera de su antebrazo y decidió continuar con su trabajo en la cocina. Estaba ella sola preparando el almuerzo. Javo había salido a comprar unas cosas para preparar los postres junto con Virginia y sabía que eso significaba que éste tardaría en llegar. En momentos así extrañaba a su compañero porque al menos las conversaciones que mantenía con él la distraían de sus pensamientos. Pero estando sola era imposible alejarlos de su cabeza. Había pensado en abandonar la cocina durante uno de sus ratos libres para buscar a Flor, pero se suponía que estaba ocupada manejando algún que otro asunto del Hotel con sus hermanas o que posiblemente descansaba en su habitación; no quería molestarla.

Por otra parte, Valentina tampoco es que se mantuviese muy alejada de sus pensamientos. No había hablado con ella desde la otra noche, desde que mantuvieron aquel íntimo reencuentro. No sabía con seguridad en qué situación se encontraban, ni siquiera sabía si ésta deseaba o no hablar del tema. Lo único que tenía medio claro era que habían quedado como amigas, que la relación estaba enterrada en el pasado y que a fin de cuentas, nada de eso era real. Muchos sentimientos habían vuelto a salir a flote, al menos para ella. Necesitaba averiguar si para Valentina era lo mismo.    Estaba como medio detenida en una confusión que la asfixiaba poco a poco. Volvió a Buenos Aires porque había decidido avanzar, apartar de una patada la piedra con la que ella misma se topó al optar por esperar a Flor. Y cuando por fin lo había conseguido, cuando quizás pensaba que todo tendría otro sentido, llegaba la hermana Estrella a ponerlo todo patas arriba de nuevo. Era injusto. O al menos, ella lo veía injusto. Sobre todo porque después de hacerlo, ésta había vuelto a huir.

Se serenó un poco así misma cuando escuchó la puerta de la cocina abrirse, creyendo que se trataba de Javo. Pero no era así. Cuando levantó la mirada de lo que estaba haciendo se encontró con la mirada oscura y la sonrisa simpática y agradable de Valentina. El pecho le dio un vuelco. Era como si ésta le hubiese leído la mente, como si hubiese olido que entre ambas era necesaria una conversación. Sin embargo, aquella situación no la ayudaba lo más mínimo porque no era el momento para conversar sobre algo así. Tenía trabajo, estaba estresada, confundida y cansada.

Pero intentó mantener la compostura y relajarse; Valentina era el tipo de chica que no merecía pagar el mal humor de nadie.

—¿Te interrumpo?— preguntó con educación.

Jazmín se limpió las manos en el delantal y luego las apoyó en la encimera. Negó con la cabeza.

-Buenos días— contestó la pelirroja, sonriendo de la manera más amable que podía, aunque lo cierto era que no le apetecía para nada hacer como si todo a su alrededor estuviese bien. No lo estaba.