Capítulo cuarenta y seis.

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Nota: Al igual que en el capítulo anterior este contiene contenido adulto explícito. Se recomienda exactamente lo mismo; lxs no partidarixs a leer este tipo de escena que pasen el capítulo al completo.

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Dejó el portátil sobre la mesilla cuando supo que su cabeza no daba más de sí y que además necesitaba un buen descanso. Se recostó en el colchón, apoyando la espalda sobre el cabecero de la cama y probó a cerrar los ojos. Sentía un nudo terrible en el estómago y en el pecho. ¿Qué estaba haciendo? ¿Esa era la persona que quería ser?

   Quería darse de hostias así misma, espabilar, rebelarse, cambiar. Pero no podía. Su vida estaba marcada por unos pasos que ya eligió dar hacía mucho tiempo.

   Resopló cansada por la situación e intentó concentrarse en la tormenta de fuera. El viento golpeaba con fuerza el cristal de la ventana y la lluvia caía con fiereza como queriendo reventar hasta el asfalto. Nunca había escuchado llover así, y sin embargo extrañaba un montón el clima de España. No se habría imaginado jamás que echaría tanto de menos su país.

   Y hasta a su padre.

   Negó con la cabeza, alejando la imagen de éste de su cabeza. Volvió a agarrar el portátil para poner algo de música. Ni siquiera se paró a elegir una canción adecuada para el momento, simplemente necesitaba algo que le vaciase la mente. Luego colocó de nuevo el ordenador sobre la mesilla derecha, dejando que la canción, la letra y la música le invadiesen todos los sentidos y hasta parte de sus pensamientos.

—¿Andra?

   Abrió los ojos de golpe, reincorporándose en la cama. Apoyó las manos sobre el colchón e intentó agudizar el oído sin molestarse en bajar la música primero; quizás había escuchado mal.

   Sin embargo alguien llamó a la puerta de su habitación, obligándola a levantarse.

   Esperaba que no fuese su hermano, no tenía ganas de conversar con él aquella noche.

   Cuando abrió la puerta con la mirada algo cansada y pesada se encontró con una Valentina completamente empapada y calada hasta los huesos. La escena la hizo fruncir el ceño y en seguida se apartó para que ésta pasase dentro.

   La argentina se abrazaba las costillas, intentaba no temblar, pero le resultaba imposible. Ella y los temblores; nunca se habían llevado bien.

—¿Cómo se te ha ocurrido salir a pelo de tu apartamento con la tormenta que hace fuera?— preguntó Andra, que justamente después de volver a cerrar la puerta de la habitación una vez ésta había pasado dentro fue hasta el cuarto de baño para coger un par de toallas.

—Se montó un quilombo en mi departamento— contestó ella, intentando controlar el castañeo de sus dientes —Nada...Problemas con la fontanería, tuve que irme de allá. No sabía a dónde ir.

   La española suspiró, acercándose a ella con las toallas en las manos.

—Estás empapada— comentó.

—Eso es porque tuve que venir andando hasta acá.

—¿Y los autobuses?

—Anda todo cortado por la tormenta.

—Bueno, no te preocupes— dijo la morena intentando sonar lo más amable posible —Puedes quedarte aquí hasta que se solucione lo de tu apartamento, no hay problema.

—No quiero ser una...

   Pero la española alzó las cejas, obligando a que ésta cortase la frase antes incluso de poder terminarla. Ambas sabían lo que seguía, y ella no quería ni escucharlo. Jamás consideraría a Valentina una molestia ni mucho menos, y odiaba cuando ésta pensaba que sí lo era.

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