Ven hasta aquí, dentro.

Capítulo cincuenta y nueve.

Fue el abrazo más largo de toda su vida, el más intenso, el más sincero. No supo cuántos minutos se tiraron así, abrazadas las unas a las otras, acariciándose los cabellos, besándose en las mejillas, sonriéndose. El tiempo no había pasado y a la vez parecía haber pasado un siglo en medio de ella y sus hermanas. Pero ya estaban juntas, y era lo único que importaba.
  
Hasta Lucía se emocionó.
  
Florencia fue la primera en ponerse a llorar, seguida de Miranda y Carla. Virginia se contuvo un poco más, pero no demasiado. Las había echado de menos. Después de tantos meses sin el calor de sus hermanas se daba cuenta de lo que en realidad era el significado y el valor de una familia como la que tenía. Pasó un brazo por los hombros de la más pequeña de ellas y luego recibieron a Jazmín con el mismo entusiasmo con el que se habían saludado entre todas. Ella era una más; era parte de la familia.
   
Cuando Flor vio a su novia también emocionada porque sabía que era la que después de ella más ansiaba y deseaba aquel reencuentro, la agarró por la cintura y la atrajo hacía su cuerpo. La pelirroja se limpió las lágrimas rebeldes con el dorso de la mano y en seguida les sonrió a todas y cada una de ellas, hasta que juntó sus manos como si fuese a dar una palmada porque ahora se iba a desvelar el final de la película, el truco del mago y la razón por la que se encontraban allí.
  
Pero cuando se dispuso a abrir la boca para empezar con el discurso porque ya no podía aguantarse las palabras en la garganta, Carla la cortó.

—Tengo cientos de ideas para el casamiento— dijo, acercándose a la pelirroja. Entrelazó su brazo con el de ella y asintió muy segura. Jazmín sonrió emocionada, miró a su novia y ésta se encogió de hombros.

—Igual el casamiento es algo de ellas, no podés…— pero Virginia no acabó la frase porque Jazmín dio un manotazo al aire, quitándole importancia.

—No pasa nada. Pueden participar todo lo que quieran— de nuevo la cocinera miró a su novia, buscando su aprobación. No le dijo nada, pero su sonrisa le hizo saber todo lo que necesitaba para continuar —Nos encantaría que aporten su granito de arena al casamiento.

—Yo me pensaría si dejar que Carla haga mucho en los preparatorios del casamiento— dudó Lucía, ganándose un pequeño codazo por parte de su hermana.

—Pero podemos hablar esto más adelante. Tampoco es que nos vamos a ir mañana de Buenos Aires— propuso Miranda —Dale, Jaz. ¿Por qué nos reuniste a todas semanas antes de la boda?
  
Jazmín suspiró. Agarró con fuerza la mano de su novia y miró todas y cada una de las miradas de las Estrella; expectantes, impacientes, nerviosas. Pero más nerviosa estaba ella, que se había tenido que guardar aquello desde hacía meses. Miró la hora en su reloj de muñeca y luego echó la vista hacia atrás, buscando algo que al parecer no encontró. Hasta que por suerte apareció Valentina, que dobló la esquina. Emocionada también por verlas a todas juntas fue saludando a una por una, hasta que acabó rodeando la nuca de Florencia porque no había tenido la oportunidad de demostrarle su felicidad por el casamiento en persona. La morena la estrechó entre sus brazos y escuchó con cariño y atención las tiernas palabras de ésta que le deseaban toda la suerte del mundo y más en esa nueva etapa que iba a emprender con Jazmín.

—Qué bueno verlas juntas— dijo la castaña cuando se separó de Florencia.

—Vení— Miranda estiró el brazo con una sonrisa y Valentina en seguida se dejó arropar por ella. —¿Vos sabés que nos quiere decir la pelirroja?— le susurró. Ella negó con la cabeza, confundida. Ni siquiera sabía que Jazmín les tenía que decir algo. Sólo había ido hasta allí para saludar a las chicas.

—Es muy fuerte lo que tengo que decirles— comenzó al cabo de unos segundos, jugando con los dedos de sus manos porque realmente estaba que no le cabía la emoción en el pecho. Esperaba que las hermanas al escuchar aquello se alegrasen tanto como lo estaba ella. —¿Seguro que están preparadas?