002. Gruñidos y Gritos.

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Por la mañana, los rayos del sol entraban por las ventanas de la casa de Myoui Mina. Una joven japonesa que tenía un par de años viviendo en Corea lejos de su familia y seguía su sueño de ser una reconocida diseñadora. ¡Tal vez no tan famosa! Pero con que elogiaran su trabajo todo estaba perfectamente. Mina era una vecina amable, no causaba problemas y era la calma en persona. ¡Un buen ejemplo a seguir!

La chica estaba desparramada en el piso de su cocina, y no, no se veía para nada profesional. A pesar de que no se veía en el espejo, sabía que sin esfuerzo podría hacer llorar a un bebé.

Mina suspiró y llevó una mano hacia su cabeza apretando sus ojos con una mueca de dolor. —¡Ay, mi espalda! —Un poderoso chillido de dolor inundó una vez más su casa, tal vez escuchándose hasta el final de la cuadra. —Qué demonios pasó... —Las ojeras se marcaban debajo de sus ojos, su cabello corto se encontraba hecho una maraña de pelos por todos lados y una pequeña herida en el dedo índice de su mano derecha eran lo que definían a Mina en ese momento.


Apenas haciendo el esfuerzo para despertarse se asqueó al sentir la saliva esparcida por la comisura de sus labios y se limpió entre lentos bostezos. —¿Q-qué mierda hice ayer? —Murmuró con torpeza, su cerebro procesando todo a una lenta velocidad. Palpó su cabeza con su mano no lastimada, todavía dolía como la mierda y los huesos de su espalda sonaban cada vez que se acomodaba. —No puedo creer que volví a beber por ese imbé-

¡Maldita sea estuvo a punto de caer y entrar otra vez en coma! Afortunadamente su mano derecha buscó la encimera de la cocina. Sin embargo, olvidó que esa era su mano mala y un chillido ahogado salió de su boca.


Y sí, ella era la amable japonesa.


—¡Iugh! ¿¡A-atún!? —Balbuceó incrédula mientras veía la lata medio vacía del atún, frunció el ceño. Nunca comía atún, lo odiaba por encima de todas las comidas que conocía. ¡Esas latas estaban escondidas para que su madre creyera que sí se las comía! —¿C-comí atún borracha? —Se llevó las manos a la boca con asco, y luego observó la encimera de la cocina con la mirada perdida antes de golpear su frente. —¡¿Me volví a emborrachar?!

THE WILD KITTEN。 ── MICHAENGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora