035. ¡Deberíamos hacer lo que ellos hacen!

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Mina pensó que ese día no llegaría, nunca para aclarar. Tenía veinticuatro años pero se sentía como si tuviera quince todavía, era demasiado tonto como para ponerse a pensar sobre ello.

¿De qué estaba hablando? Oh, sí. Desde ahora se prometía nunca prestarle el teléfono a Chaeyoung. Y de paso tampoco juntarla con la vieja loca de Nayeon. Le habían metido en la cabeza a su bebé que tenían que tener una cita antes de ser novias, y síp, la que había dicho eso fue Nayeon, como cosa rara. Así que desde ahora tenía que acatar las órdenes de Chaeyoung, porque sí, la que estaba organizando eso era ella y no Mina.

Mina estaba tan ida y aterrada por dentro que prefería no decir nada. No tenía control mental de Chaeyoung, no podía saber lo que pasaba por su cabeza al pasar una de sus tarjetas de crédito en ese costoso restaurante. Que por sí, podía pagarlo pero era un dolor para su pobre corazón que guardaba mucho el dinero. Internamente se mordía las uñas observándola pedir varios platillos que ni la mayor conocía, seguramente todo era idea de Nayeon.


¿Cómo lo sabía? Pues, podía sentir su mirada calculadora en su nuca. Al menos podía fingir un poco.


Así no es como pensaba ser su primera cita con Chaeyoung. Aunque no tuviera mucha experiencia con ellas, puesto que en su adolescencia no salió con muchas personas. Al menos quería que fuera algo bonito y memorable sin llegar a ser estúpidamente cursi y cliché.

Pero como siempre, no podía opinar a nada. ¡Y no porque no quisiera! Sino porque cada vez que abría su bocota, Chaeyoung la reprendía con su mirada colocando sus manitas en su boca callándola de inmediato. Sonriendo luego de unos minutos para voltearse nuevamente. No quería decir que era la domada de la relación, pero lo parecía.

Debería empezar a ir a la iglesia o empezaría a golpear algo. Bueno, igual la quemaría de todos modos.

No supo el momento en el que Chaeyoung tomó su muñeca y la arrastró escaleras arriba, donde los asientos VIP que dejaban ver el lindo atardecer se encontraban. Ugh, debía evitar pensar en lo caro que debió haber sido ponerse en este maldito lugar. Sus ojitos iban de allá para acá viendo a la híbrida moverse de un lado a otro, cabe destacar con prendas que ocultaban esas peculiares características suyas.

THE WILD KITTEN。 ── MICHAENGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora