Prólogo

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Desperté al sentir unos pasos rápido y desesperados andar por la habitación, abrí mis ojos y ahí estaba, despaldas y guardando con rapidez su ropa en una maleta. Me levanté como resorte de la cama porque no entendía que hacía o por qué.

—¿Qué haces? —Pregunte y vi como su cuerpo se tenso, sin mírame solo respondía que volviera a dormir, pero ya no quería. — Ya no quiero, solo dime por qué guardas ropa en una maleta.

No dijo nada, suspiro cerrando la maleta y aún no me veía a los ojos, salió de la habitación con la maleta, ignorándome como si nada le importará. Lo seguí pidiendo explicaciones, las cuales eran respondidas por un total silencio.

—¡Owen! —grite sujetando su mano, odiaba que me siguiera ignorando —¿Me podrías explicar que es lo que sucede?

Se soltó con molestia, era como si mi tacto le quemara.

—Ya déjame Anna, no pretendía que me vieras hacer esto. —me miro fijamente y agrego —Ya no puede seguir aquí, me voy.

Y así fue como termine de entender lo que mi mente se negaba hacer. Siguió buscando más cosas de él, mientras yo lo seguía. Mis ojos ardían, porque no soy una tonta y se lo que pretendía hacer.

—No lo entiendo —me detuve,  me aferraba a cualquier cosa, deseando que sea mentira, las lágrimas empañaron mi vista—Tenemos una niña, la amamos, ¿Cómo es eso de que te vas?.

—¡Tú la amas! — gritó —pero yo no puedo con esto, nunca debimos tenerla...Somos jóvenes, sabes las oportunidades que se me cerraron por este estúpido arranque de calentura.

—Así le llamas a nuestra bebé, y yo también pedí oportunidades y no por eso me voy y trato de olvidar mis responsabilidades.

—Tu hija, porque no quiero que sea mía.

—Pero lo es — y las lágrimas salieron, lo amaba y nunca espere que esto pasara ni que fuera un cobarde. —¿Cómo es que nos pretendes abandonar?

—¡Por qué no la quiero! —me grito, con todas sus fuerzas, cómo tratando de hacerme entender, había enojo y irá en su miraba, no había arrepentimiento, ni dolor, solo enojo. —hubiera preferido que abortaras.

Y todo fue rápido, el eco que hizo el golpe, haciendo que por el silencio de la madrugada sonará en toda la casa y su mejilla ponerse roja en segundo.

—Eres un cobarde —dije entre sollozos y tratando de aguantar mis lágrimas, no quería que me hiciera eso, ni a mí, ni a nuestra hija. Escuché su gran carcajada invadir mis oídos, no le importaba nada.

—No lo soy, cariño.

—Te ibas ha ir así, sin más. Eso es de cobardes.

— Te deje una nota al lado de tu cama —dijo sin más —pero no quiero esto.

Pero muchas cosas pasaron esa noche, muchas y justo cuando toco el pomo se la puerta, cómo última arma para hacerlo arrepentiste, le dije.

—Tan pronto salgas por esa puerta, Maya dejará de ser tu hija y te vas arrepentir de eso.

—No creo que pueda arrepentirme y que deje de ser mi hija, es lo que más deseo — dijo y eso termino por destrozarme, no dejaba de llorar por él y esté dolor que me causaba, pero solo me miro sin importancia —adiós

Dijo sin más, salió y cerró la puerta, pero ya no podía caerle atrás, ya no hay fuerza, me tire a llorar y después de un rato de tanto llorar me levanté y busque la nota y sí, ahí estaba. No la abrí, no me había atrevido, no podía.

Fui hacia donde Maya y ahí estaba mi niña de 4 meses tan solo, durmiendo sin saber lo cobarde que era su padre, así que abrí la nota y al leerla mi alma se desvanecía aún más.

Me cuestionaba de todo en un solo minuto, *mi niña no se merece eso* me repetía y así fue como al mirarla, supe que yo lucharé y haré que nunca le falte nada a mi bebé.

La cual, no merecía que un padre cobarde no la quiera, pero dejaría de importar porque yo no la voy a querer, yo la amare.

Secando mis lágrimas, tome una decisión. 

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Por favor, denle  la oportunidad a la historia, vale la pena y espero que les guste mucho.

Mi Deseo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora