Empezando de cero

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Debí quedarme dormida después de llorar durante horas. Desperté agotada, y mareada, justo como despiertas cuando te duermes tras un buen llanto. Tallé mis ojos y miré por la ventana. El sol brillaba en lo alto. Mi estómago gruñó, así que me levanté y tomé la bolsa de cuero con monedas. Frené el deseo de lanzarlas por la ventana que daba al fondo de la casa. Después de todo, ahí estaba mi subsistencia para las siguientes semanas.

Me dirigí a mi mochila y me dispuse a desempacar. Tenía tres pares de vaqueros y algunas camisas y camisetas. Tenía un par de botas más las deportivas que llevaba puestas. Bien, tendría que comprar algo de ropa y calzado para tener un armario más variado. Tomé el par más gastado de vaqueros y me lo puse bajo la túnica. Así me sentía más cómoda.

Suspiré, tomé mi mochila vacía para llevar las compras y me dirigí a la sala. Bien, tendría que salir a este nuevo mundo y empezar a buscar un lugar en él.

Abrí la puerta y en lugar de encontrarme con la calle me encontré con la pelirroja de anoche. Lucía una túnica marrón, olía ligeramente a metal y llevaba al cinto una espada. Estaba con la princesa la noche anterior. ¿Venía a arrestarme?

—¿Vienes por mí? —inquirí nerviosa.

—¿Alguien más vive en esta casa? —respondió sarcástica—. No, no vengo a arrestarte por enojar a Senka, maldición. ¡Debería invitarte a un buen vino por ello! ¡Nunca la vi tan molesta!

Mi mirada de confusión debió alertarla de mi ignorancia. ¿Quién era esta chica y por qué actuaba así conmigo?

—Soy Danika, aprendiz de herrera. —Tomó mi antebrazo derecho con brusquedad. Su mano áspera sujetó mi antebrazo con firmeza. Repetí su gesto. 

—Soy Kay —respondí. Fue entonces cuando recordé que Senka ni se había molestado en saber mi nombre. Estúpida.

—¡Ahora que nos conocemos podemos ser amigas! Y como amigas deberás contarme qué hiciste para enojar a Senka.

—Iba al mercado, no tengo nada para comer y... —empecé a explicar, no me molestaba tener una amiga en este lugar. Menos ella, que lucía tan divertida y animada. Aun así, apenas la conocía.

—No se diga más, te acompañaré, pero antes —sacó de su hombro una bolsa de cuero—, te hice esto, una mujer nunca debe ir desarmada.

Me mostró un cinturón con una vaina y una espada corta de una mano. «Mierda», pensé. Con una mano temblorosa tomé la espada. No sabía mucho de espadas, pero, esta se sentía perfecta. Mientas evaluaba su peso, Danika afianzó el cinturón a mi cintura. Era evidente que no habían escuchado hablar de respetar el espacio personal.

—Guárdala y vamos —sonrió. Comprendí entonces que esta era la espada que vi en la herrería.

—Gracias, es un gran regalo —dije nerviosa. Traté de guardar la espada en la vaina, pero requería de cierta coordinación y corté sin querer la fina piel entre mi dedo índice y mi pulgar izquierdo. Siseé de dolor y Danika rio.

—Te enseñaré a utilizarla bien cuando volvamos del mercado, mientras, hay que lavar eso. —Tomó mi mano y tiró de mí. Apenas tuve tiempo de cerrar la puerta de mi casa.

Nos dirigimos a paso veloz hacia una especie de pozo cercado. Bueno, ahora sabía dónde estaba el agua. Danika sacó una cubeta llena de agua fresca, tomó mi mano y con dedos expertos presionó los bordes de la herida para estimular el sangrado. Luego, lavó con dedicación el corte. Mientras yo no paraba de maldecir, ella se dirigió a un puesto cercano y compró un rollo de lino.

—¿Cuánto vale? Te pagaré —prometí mientras ella cortaba un trozo con los dientes para luego vendar mi mano.

—Fue mi culpa así que va de mi parte. —Guardó el lino restante en mi mochila. 

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