Noches de campamento

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Al día siguiente despertamos abrazadas. La tensión sexual de las últimas horas era evidente, tenía una de sus piernas entre las mías y ella una de las mías entre las suyas. Algún rincón de mi cabeza latía con insistencia y eché en falta una aspirina.

—Pensándolo mejor, no compraré nada en el alambique —masculló Senka medio dormida a la vez que me rodeaba con sus brazos.

—Lo mejor es volver a dormir —murmuré contra su pecho desnudo.

—Creo que hoy tocaba ir a la Palestra.

—Que se joda la Palestra —protesté y ajusté las mantas sobre nuestros cuerpos semidesnudos.

—Necesitamos este último entrenamiento —repuso Senka—. Cómo encender fogatas, armar campamentos, defensas, debemos ir.

Al final, ganó el deseo de nuestros estómagos. El olor a comida nos ayudó a salir de la cama. Danika era la que mejor aspecto tenía de todas y se encargaba de calentar los restos de la comida de la noche anterior más una misteriosa cazuela donde borboteaba agua y un puñado de hierbas.

—Para la resaca —señaló sirviendo una taza de aquel potingue a cada una de las presentes.

Al terminar el desayuno aquella bebida había hecho su magia y nos sentíamos vivas de nuevo. Logramos llegar a tiempo a la Palestra y terminamos de ajustar nuestras armaduras justo a tiempo para la revisión diaria. Armadura, escudo y espada debían encontrarse siempre en la mejor de las condiciones.

Cuando la revista terminó Elena se dirigió al pelotón:

—Hoy aprenderemos las técnicas básicas para montar campamentos, perfeccionarán la técnica durante el viaje y aprenderán trucos esenciales de supervivencia. Esto —colocó una mochila de piel frente a nosotras—, debe contener lo esencial. Cantimplora, pedernal, mantas, vendas, hierbas medicinales, aceite, piedra de amolar, ropa y sus raciones. Solo se garantizan el desayuno y un almuerzo rápido —señaló un empaque de galletas y pan, jamón, queso duro, tocino y carne seca—. La cena, deben encontrarla ustedes.

Las siguientes horas pasaron casi volando. Montar una tienda de campaña con el escudo sobre la espalda era difícil, mas no imposible. Nos turnábamos las posiciones tanto de centinela como de cocinera y responsable de la tienda. Estábamos organizadas en equipos de tres, pues las tiendas eran para dos personas. Una vigilaba mientras las otras dos se encargaban de organizar todo para pasar la noche. De igual manera, ocurría durante el combate, los tríos permitían cubrir todos los flancos posibles a la vez que admitían cierta movilidad y libertad cuando las falanges se rompían. Su estilo de lucha era muy defensivo, similar a los muros de escudos vikingos y romanos. Por supuesto, en una lucha de fuerzas, un ejército compuesto por hombres podía romper la formación, por eso era necesaria una adecuada organización y estar preparadas para utilizar la movilidad, flexibilidad y velocidad de nuestros cuerpos para ese momento.

—Cuando regresemos estará por llegar el invierno. Las fiestas del solsticio iniciarán a tres días de nuestra llegada, por lo que cuentan con estos dos días libres para organizar sus hogares y reunir las reservas para el invierno.

La perspectiva de tener dos días libres se veía opacada por la inminente llegada del invierno. Aún tenía que comprar leña, alimentos secos, cereales, carne salada, embutidos y conservas. Debía renovar por completo mi guardarropa con ropa de invierno. Serían dos días bastante ocupados.

—¿Necesitas ayuda con las compras? —inquirió Senka mientras apartaba mi ropa de cambio para tomar asiento a mi lado en la alberca del baño. Costaba un mundo abandonar el agua caliente para correr por los pasillos fríos hasta los vestidores por lo que muchas habíamos optado por mantener la ropa de cambio en los bordes de la piscina.

Una Nueva VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora