¿Miedo?

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Luego de aquel beso sorpresivo, Senka miró a su alrededor. Las chicas que me amenazaban con la mirada disimularon su expresión al instante. Luego, tomó mi mano y aun con los nervios a flor de piel, la llevó a sus labios para depositar un beso.

—No debiste hacer eso, ahora querrán matarte y esto —señaló el corte— será una mera caricia. Lo harán parecer un accidente, ya lo verás.

—No creo que lleguen a ese extremo, Senka —repuso Danika.

—No, solo desearán demostrar que son una mejor opción que ella —gruñó la princesa.

—Estará bien, no creo que Elena permita que ocurra algo indeseado.

—Este lugar es enorme, Elena no tiene ojos en todos lados. Pueden atacarla en cualquier rincón.

—Está bien, basta ustedes dos, hablan de mí como si no estuviera entre ustedes. Senka, puedo cuidarme sola. —La princesa bufó, incrédula—. Si un simple beso iba a ponerte así me lo hubiera reservado. —Irritada ante tanto problema por un simple beso me levanté y tomé asiento dos gradas más abajo, donde Carla miraba los combates embelesada.

—Lo has arruinado —escuché decir en tono de burla a Danika.

—Déjame en paz, anda —siseó Senka.

—Eres una novata en esto. Tranquila, un ramo de rosas y todo solucionado. 

—No quiero un ramo de rosas —mascullé sobre mi hombro. Ciertamente no aprendían.

***

Tras aquel pequeño conflicto en la Palestra, Senka adoptó la costumbre de acompañarme hasta la herrería y buscarme temprano en casa todas las mañanas. La muy atrevida solo llevaba a su caballo, Relámpago, por lo que debía montar con ella. A pesar de todo, no había quejas de mi parte. Era tierno, en un sentido un tanto posesivo y sobreprotector.

Desde aquel día de entrenamiento donde había resultado herida Senka también había decidido que necesitaba alguna especie de refuerzo en mi entrenamiento. Ahora pasábamos los dos únicos días libres que tenía a la semana en arduos entrenamientos en los terrenos del palacio. Tenía sus ventajas, pero dejaba menos tiempo libre y energía disponible para otras cosas. Deseaba hablar con ella sobre su hermana, quería conocerla mejor, sus metas, sus aspiraciones, ir más allá de su férrea decisión de no aceptar el trono.

A nivel físico también parecíamos haber alcanzado un acuerdo silencioso. Algunas veces me robaba un beso, en otras ocasiones sujetaba mi mano mientras cenábamos en la taberna. Nunca superábamos ese límite, no sabía si sentirme aliviada o confundida por su actitud. Quizás los momentos más difíciles para mi autocontrol y mis hormonas era cuando la tenía sobre mí en alguna clase de lucha. Aprender combate mano a mano era vital y yo aún era algo torpe en la materia. Algunas veces, cuando la tenía sobre mí y sujetaba mis manos y mis piernas, no podía evitar que mi imaginación vagara hacia rumbos poco bélicos.

—Si no mantienes tu escudo en alto van a decapitarte al primer impacto —explicó Senka mientras apoyaba el borde de su espada en mi cuello.

Sujeté las riendas de Rubí con fuerza, temía que al moverme Senka me cortara por accidente. Lo de no temer a la espada de tu enemigo estaba bien en la teoría, no en la práctica.

No he dejado de pensar que lo difícil de utilizar una espada afilada durante una práctica es no matar a la vez que intentas no morir. En pocas palabras, todo se resume en mantener el control suficiente para no matar a tu compañera de entrenamiento y a la vez, ser lo bastante hábil como para evitar que te maten. Esto, de por sí ya es complicado cuando estás sobre tus piernas, empeora sobre un caballo.

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