Ceremonia

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Senka se recuperó en poco tiempo de su resfriado. Nevenka había logrado notables avances con la medicina de Calixtho. Al menos, no amarraban a la gente en la cama ni prohibían los baños durante alguna enfermedad. Incluso las infusiones eran efectivas, no tan rápidas como un ibuprofeno, pero funcionaban.

—Por fin, estaba cansada de estas paredes. —Senka no paraba de buscar aquí y allá partes de su armadura. Parecía una niña en una mañana de Navidad.

—No te exijas demasiado —le advertí. Sabía que iba a entrenar con Vanja. Senka era una guerrera, lo suyo no era el trono o la diplomacia.

—Estaré bien. —Besó con rapidez mis labios y marchó de la habitación con un revoloteo de su capa.

Suspiré y me preparé para una aburrida clase con Kamir. Me quedaban solo unas páginas para terminar de memorizar el Compendio.

Disfruté esa última clase solo por la perspectiva de una futura libertad. Kamir incluso, parecía más animada. Al parecer, el aprecio era mutuo.

Cuando por fin pude ser libre, me dediqué a caminar por las calles de la ciudad y a disfrutar del fresco aire de la mañana. Senka estaba ocupada en una reunión con el Senado y no me apetecía acompañarla. Las miradas de desconfianza y los gruñidos de advertencia de Senka no eran positivos para el crecimiento del reino.

Levanté la vista cuando escuché el rumor de unos pasos acercarse. Era una niña pequeña, tropezaba con sus propios pies, llevaba una espada de madera al cinto y las rodillas manchadas de tierra.

—Me dijeron que esto era para usted. —Sonrió ampliamente y mostró que le faltaban dos de los dientes delanteros. Me dio un sobre de pergamino sin ningún sello. Suspiré, si era lo que me temía, mi vida acababa de complicarse.

A pesar de la angustia y el estrés, le regalé una sonrisa a la niña y le di una moneda de oro.

—De donde yo vengo, hay un ratoncito que se lleva los dientes de los niños y les deja dinero. Él me dijo que esto era para ti —dije con amabilidad.

Los ojos de la niña se abrieron de par en par, tomó la moneda y empezó a dar saltos de alegría en el lugar. Aproveché su emoción para desaparecer en uno de los callejones laterales. Nadie transitaba por ellos y era un lugar adecuado para leer el pergamino.

«Todo está listo. Esperamos la señal desde el interior de Luthier.

La boda debe realizarse cuanto antes. Debemos dar la impresión de que Calixtho sigue con sus actividades como si nada fuera a pasar.

Quema este pergamino».

Busqué una antorcha cercana y quemé esas palabras. El fuego consumió las fibras del pergamino, pero no borró las indicaciones de mi corazón. Debía acelerar la boda, debía convencer a Senka de que estábamos listas para ese paso. O al menos, que yo lo estaba.

Regresé al palacio perdida en mi mundo. Por suerte, las personas se apartaban de mi camino y no hubo accidentes que lamentar. Eran los beneficios de casi pertenecer a la realeza. Nadie interrumpió mi estado meditabundo. Encerrarme en mi mente era lo mejor que podía hacer.

Me encontré con Senka en uno de los pasillos del palacio. Su rostro se veía agotado y algunas arrugas de frustración se mostraban entre sus ojos. Al verme, su mirada se iluminó y las severas líneas de expresión se suavizaron.

—Regresaste temprano —señaló, tomó mis manos y besó el dorso de cada una con adoración—. Pensé que pasearías un rato más, incluso que comprarías en el mercado.

—Te extrañaba demasiado para pensar en banalidades. —Tomé su nuca y acerqué su rostro al mío con ímpetu. Era una media verdad o tal vez, una media mentira. Extrañaba su presencia y su toque en ese momento, solo ella podía curar las heridas que tenía mi corazón debido a las mentiras que decía a diario.

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