¿Ceder o no ceder?

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Antes de buscar el agua que necesitaba decidí comprar geles de baño y aceites. Algunas tiendas empezaban a abrir y no se negaban a la oportunidad de vender algo a un cliente madrugador. Mientras estaba en la calle no pude evitar mirar hacia todos lados, esperaba ver aparecer una comitiva real o a la misma Senka con el ceño fruncido.

Al llegar a casa preparé el baño y cerré la puerta con llave. No quería visitas, solo concentrarme en mí misma. Tenía todo el día para disfrutar del festival de invierno y por la tarde entrenaría con el equipo.

El agua perfumada y cálida adormecía mis sentidos y me acunaba hacia los infinitos reinos del sueño y el olvido. Mientras dormitaba no tuve que preocuparme por Senka, Thenelyn ni Cinthia.

Decidí llevar solo el broche de la capa al festival. No quería ostentar mi puesto ni recibir miradas llenas de sorpresa y adoración, pero, sí podría necesitarlo en caso de algún altercado. Seguía siendo una autoridad pública. Ajusté el broche a mi capa marrón favorita y salí a buscar mi desayuno. Tal vez podría dar una vuelta donde Susana.

En la panadería la madre de Carla casi me llena de pasteles y tortitas. Deseaba regalármelas y no quería cobrarlas. Afirmaba que su hija me tenía en gran estima y toda amiga de Carla era amiga de ella. Era una señora muy amable y efusiva si así lo deseaba, pero se cohibía y se ocultaba en presencia de algún hombre, un efecto de antiguos maltratos que Carla odiaba y que pensaba vengar en la frontera.

Llena de pasteles caminé por las calles. Había puestos que comercializaban todo tipo de objetos o retaban a juegos de habilidad por pequeños premios. La música se dejaba escuchar en cada rincón y lejos de mezclarse y crear algo sin sentido, las notas se unían y llenaban el ambiente de alegría.

—Dos anguilas por el precio de una.

—Fresas, las mejores fresas de todo Calixtho.

—¡Pociones! Pociones de amor, de desamor, para la belleza, la invisibilidad, la longevidad.

Un olor familiar llegó a mi nariz justo cuando me detenía a ver las opciones.

No podía creer que algo así pudiera existir aquí. Al menos, no aún. Dulce, amargo, suave, con un toque de canela. Mi nariz me llevó hacia un puesto que se encontraba abarrotado de clientes.

—Chocolate, señoras. Traído de tierras muy lejanas. Bebida de reyes por solo tres monedas de plata.

¡Cómo había extrañado el chocolate! Impaciente esperé mi turno en la fila. Cuando finalmente me atendieron recibí con alegría un gran jarro de aquel dulce que tanto extrañé. Sabía que el sabor podría variar, estaban a años de perfeccionar la receta, pero, me habían sorprendido descubriéndolo antes.

El sabor era similar al chocolate, algo amargo y quizás demasiado especiado. La leche le daba un toque cremoso único y la miel, un regusto delicioso.

—Si hubiera sabido que tendrías un orgasmo con esa bebida, la habría servido anoche —susurró Senka a mi oído.

No le di el beneficio de mi reconocimiento y continué bebiendo antes de que se enfriara.

—Me has escuchado —gruñó contra mi oído.

—No quiero echar a perder este momento —señalé la jarra. Senka suspiró a mi espalda y rodeó mis hombros con un brazo en un movimiento bastante atrevido. —No sabía que ella llegaría anoche. Usualmente, pasa las noches fuera, vigilando, trabajando con la guardia del palacio y el ejército interno. Tiene sangre guerrera y no puede ignorar ese llamado. —Se encogió de hombros y pidió una jarra en el puesto. El vendedor casi tira al suelo el caldero donde mezclaba el chocolate por la prisa que sentía por servirle. Senka también pidió una nueva jarra para mí.

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