Necesitaba olvidar todo lo que me rodeaba, necesitaba perderme y la fiesta era una gran excusa para hacerlo. Nunca antes el vino corrió tan rápido por mi garganta.
—Sé que fue duro y que quieres celebrar, pero, vas a dejarnos sin vino —bromeó Dila, aun así, sus palabras tenían un dejo de seriedad.
—La muy estúpida desea que vaya a la ciudad —balbuceé tratando de controlar mi lengua pesada y adormecida—. Amenaza con suspender las fiestas de invierno si no voy.
—Senka siempre ha sido así, si quiere algo solo lo busca, nada se le había negado tanto como tú —dijo Carla mientras devoraba un muslo de pollo. En su uniforme no solo lucía un sencillo escudo como broche, sino un escudo atravesado en diagonal por una flecha de plata, era un símbolo de mando. Aunque en esos momentos parecía más un hombre de las cavernas.
—Ya lo sé, la conozco —mascullé tomando una salchicha de la pila que tenía al frente.
—Vas a tener que ir —dijo Dila—. Cede un poco. Además, no es como si no quisieras ir —sonrió enigmática y rellenó su jarra—. Senka obtiene lo que quiere, tú obtienes lo que quieres y cada quien puede seguir con su maldita vida.
—Tienes razón. Es algo que debe hacerse.
—No se diga más. Disfrutemos de la noche. ¡Por los amores idiotas! —exclamó Dila.
—Por los amores idiotas —coreamos Carla y yo y vaciamos nuestras jarras. Como siempre, Cinthia estaba con el grupo de música. Su flauta alegraba las tonadas e invitaba a bailar. No fue hasta la medianoche que pudo abandonarlos y empezar a comer y a beber.
—Si tienes que ir, ve —sentenció juiciosa—. Nunca me gustaron las fiestas de invierno, pero los demás las valoran demasiado.
—¿De verdad no te importa?
—Vas a cagarla tarde o temprano. Prefiero que sea temprano. —Dejó sus cubiertos en la mesa y acunó mi rostro entre sus manos—. Luego, podré recuperarte y dejar todo esto atrás. —Besó mis labios y liberó mi rostro. Sus manos temblaban mientras buscaba algo en su cinturón.
—¿Qué ocurre?
—Pensaba dártelo después, pero creo que ahora es tan buen momento como cualquiera —de su cinturón liberó un estuche. Era alargado, con forma de una daga. Lo abrió y me mostró una hermosa daga con una empuñadura de acero pulido. Llevaba un lobo dibujado en filigranas y sus ojos eran dos esmeraldas pequeñas.
—Cinthia, no puedo aceptarlo —dije con el corazón acelerado. Era un regalo hermoso y muy valioso, no lo merecía.
—Claro que sí. —Tomó mi mano con delicadeza y depositó la daga en ella—. Cuando estés lista me darás tu respuesta. Esto —señaló la daga—, se quedará contigo. —Oh —no pude decir más, comprendí al significado de la daga en un instante y no pude evitar que las lágrimas se agolparan en mis ojos—. Cinthia, yo aún...
—Por eso debes irte. Tienes que cerrar esa etapa de tu vida. Luego, cuando lo desees, podrás darme tu respuesta.
Eliminé la distancia que nos separaba y me dejé llevar por un beso con sabor a despedida. Era amargo, cruel, pero, lleno de cariño. Traté de memorizar cómo se sentía su piel bajo mis dedos, su lengua sobre la mía y su aroma al mezclarse con el mío.
—Nada nos impide bailar esta noche —repuse. Cinthia se encogió de hombros y tendió su mano en silenciosa aceptación.
La mañana siguiente Eneth me llamó a su oficina. Su estado de ánimo era indescifrable, su perfecta máscara de frialdad era efectiva y abrumadora.
—Sí, puedes marcharte y volver cuando lo desees —dijo al verme entrar—. Senka no tiene por qué solicitarte un permiso especial.
—Es nueva en el cargo.
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Una Nueva Vida
FantasyKay es una joven normal que por azares del destino termina en Calixtho, un reino donde la misandría y el poder de la mujer están la orden del día. Tiene la suerte de disfrutar de sus derechos y privilegios como mujer, pero también sufre sus deberes...