¿Fue un error?

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Con rapidez liberé nuestras manos y le indiqué que subiera a mi espalda. Aún podíamos ocultarnos. Con movimientos torpes Gaseli se aferró a mí y logré subir en un árbol cercano, no estábamos demasiado ocultas, pero, la oscuridad de la noche era nuestra gran aliada.

Ya seguras en una rama aparentemente fuerte, Gaseli llamó mi atención golpeando mi hombro luego, señaló hacia el suelo. Mi estómago cayó al inframundo al notar el trozo de cuerda con el que había atado nuestras manos. Las pisadas se escuchaban más cercanas, así como las voces. Podía arriesgarme a bajar y recoger aquella evidencia, tal vez, solo tal vez no sería descubierta. Si lo dejaba, podían revisar mejor la zona y entonces, podrían descubrir nuestro escondite.

Tomé la decisión en un segundo. Dejé a Gaseli sentada sobre la rama, con instrucciones de mantener silencio, sin importar lo que viera y una explicación rápida del camino de regreso. Bajé y corrí hacia la cuerda, justo cuando la tenía en la mano, unas ramas cercanas se movieron. No me daba tiempo a subir al árbol y enfrentarlos podría atraer la atención. Corrí hacia unos arbustos y me escondí tras ellos. No era el escondite ideal, pero podría salvarme.

—Te lo digo, no están por aquí, esas perras deben estar ya en Calixtho.

—Debemos complacer al rey. Así que, mejor buscamos y nos regresamos.

—A esas mujeres es imposible domarlas. Dejarla sola en la carpa era buscar que esto pasara.

—Que no te escuche hablar así o te convertirás en el eunuco de la corte.

Desde mi escondite pude ver dos pares de botas detenerse. Llevaban una antorcha muy debilitada que apenas iluminaba el lugar. Mi esperanza de salir viva de toda esta situación se incrementaron.

Solo para verse destruidas por un gemido aterrado de Gaseli. Los hombres exclamaron sorprendidos y empezaron a revisar mejor el lugar, gruñí por lo bajo y empecé a buscar algo que pudiera sacarnos del atolladero. Encontré una piedra, la tomé y con fuerza la lancé hacia mi izquierda. Los hombres escucharon el ruido y corrieron, dejando solo el lugar.

Con el corazón en un puño abandoné mi escondite y corrí hacia el árbol. Subí y me encontré con Gaseli muerta de miedo. Estaba sentada a horcajadas en la rama donde la había dejado, balanceándose hacia delante y atrás. Me tragué los reproches y mordí mi lengua, ella no merecía regaños en este momento.

—Se han ido. Todo está bien, estás a salvo —susurré—. Debemos quedarnos aquí hasta que amanezca.

La princesa alzó la mirada y asintió. Su rostro estaba surcado de lágrimas de terror y no había centímetro de su cuerpo que no temblara. Era una imagen realmente triste, que una persona acabara en tal estado debido al maltrato, pero que explicaba demasiado sobre la naturaleza del mismo.

Para olvidarme del deseo de venganza que surgió en mi interior decidí sentarme a horcajadas y con la espalda apoyada en el tronco. Tendí una mano a Gaseli y tras unos segundos de dudas, la tomó. Con cautela la acerqué a mí y permití que descansara sobre mi hombro. Al igual que su hermana, me sacaba una cabeza.

—Creo que no soy una almohada demasiado confortable —bromeé.

—Eres mucho más suave que el suelo de una mazmorra —masculló contra mi cuello.

—Mañana podrás dormir en una cama, tendrás agua caliente, comida y total libertad.

—Bañarse es amor propio, es pecado. Es egoísmo.

—No, es necesario, para evitar enfermar, para sentirte bien.

—Me siento bien. Aunque no lo merezco. —Presionó su cuerpo contra el mío con fuerza, como si deseara convencerse de la realidad de sus sensaciones.

Una Nueva VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora