Conflicto

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Senka abrió y cerró la boca varias veces, parecía perdida y sin saber qué decir. Algunas lágrimas ya se agolpaban en sus ojos, pero en segundos logró controlarlas. Dejó a un lado la debilidad del ruego y el aura de mando y de sangre azul retornó a sus facciones. Al verlo, volví a levantar mis escudos, no iba a permitir que me mangoneara.

—A mí me parece que estás buscando una excusa —apuntó con frialdad. —¿Una excusa para qué? —bufé cruzándome de brazos.

—Para anular todo —alzó la barbilla, mirándome como si yo no fuera más que algún insecto.

La sangre hirvió en mis venas. Sí, tenía mis dudas, pero no eran tan importantes como para arrastrar mi compromiso con ella.

—Has estado comportándote de forma extraña todos estos días. Si no deseabas comprometerte no lo hubieras hecho —acusó.

Rechiné los dientes. Estaba conteniéndome, no podía revelarle del todo las causas detrás de mi comportamiento errático, no podía y eso estaba destruyendo el débil castillo de naipes que habíamos construido juntas.

—Voy a detenerte antes de que sigas cavando tu propia fosa —empecé con voz contenida—. Sí, tenía mis dudas, maldición, aún las tengo. —Noté cómo apretó los puños con furia—. Nunca he gobernado una nación, solo tengo veinticuatro años, Senka. A duras penas puedo gobernar mi vida. Siento que no estoy hecha para este tipo de vida. Tus senadoras me sacan canas verdes, algunos de tus embajadores son una bola de interesados y mi vida cambió tan radicalmente que apenas puedo entender quién soy. Así que perdona, soy humana y tengo derecho a tener mis dudas —proclamé y levanté los brazos por la frustración—. Eso no implica que vaya a valerme de alguna excusa para romper esto, sabía dónde me metía al aceptar. —Esa última oración iba con doble sentido, se escapó de mis labios y la dura realidad quebró mi voz.

Senka parecía un pez fuera del agua. Había tratado de acusarme de una verdad a medias. Suspiré, aquel beso también había sido un acto a medias, la chica se había lanzado hacia Senka y tal vez ella no había respondido, quizás no le había dado tiempo a responder.

Di media vuelta y me alejé de ella. No podía enfrentarla, no tenía ganas de hablar, no deseaba sentir nada más.

—Kay, espera. —Apreté la mandíbula. Senka no tenía por qué seguir siendo el blanco de mi ira, ella no sabía que deseaba estar sola.

Me detuve y esperé. Sus pasos apresurados me alcanzaron y pronto sus brazos rodeaban mi cuerpo desde atrás. Sentí su respiración contra mi nuca y sus labios apoyarse con delicadeza contra mi cuello.

—No sé qué decir —confesó dolida. Podía escuchar la desesperación, la vergüenza y el desasosiego en su voz.

—No digas nada. —Tomé sus manos y las aparté de mi cuerpo. No la quería cerca de mí en ese momento.

—Kay, no quiero que peleemos en nuestro día de compromiso —rogó.

—Ni yo quería hacerlo, pero tal vez sea lo más sano apartarnos un par de horas. Darnos tiempo a pensar y...

—¿Qué necesitas pensar? —Giró mi cuerpo por mis hombros para que la viera a los ojos— ¿Por qué necesitas tiempo? —Empezaba a agitarse—. Ya todo está claro, no necesitamos pensar nada, Kay.

Mi corazón se rompía en pequeños trozos al escucharla rogar. La gran y poderosa reina suplicaba mi perdón. No lo soportaba. Además, en mi interior debía reconocer que aquel beso había sido una tontería, quería reconocerlo, deseaba disfrutar de Senka todo el tiempo que fuera posible.

Los celos y las inseguridades pesaban cada vez más desde el otro lado de la balanza y con horror comprendí que no era el beso lo que me molestaba. En el fondo dudaba de la capacidad de Senka para ser fiel durante el tiempo que durara la misión.

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