Punto crítico

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Permanecimos en aquel lago helado durante unas horas. Senka me había contado cómo había conocido a Danika y algunas anécdotas sobre la alegre pelirroja. Yo aún no podía creer que la chica que tan amablemente me había dado la bienvenida a Calixtho y que se había autonombrado como mi mejor amiga, ya no estuviera entre nosotras.

—Nos encargaremos de todo cuando esta pesadilla con Cian termine —prometió Senka. Su tono me indicó que no solo se refería a los funerales de aquellas caídas en batalla sino a los juicios y condenas de las traidoras.

—¿Acaso terminará alguna vez? —me pregunté con pesadumbre. Cian no iba a rendirse. En algún momento atacaría el reino.

—Algún día —respondió Senka acercándome aún más a su cuerpo—. Siempre buscará una excusa para acercarse, para atacar. —Acercó mi rostro al suyo y miró profundamente mis ojos, grabando a fuego una promesa—. Pero no lo permitiré. Mantendré a salvo esta tierra y a cada uno de sus habitantes. Y eso te incluye.

Descansé mi frente sobre la suya. Por primera vez empezaba a ser consciente de las consecuencias de estar a su lado. La carga que implicaba ser una futura reina consorte. Por supuesto, nada iba a separarme de ella. Ni siquiera las dificultades, las dudas y el temor a lo desconocido.

—Empieza a hacer frío —dijo malinterpretando mis ligeros temblores—. Regresemos a casa.

Casa. Sonaba tan bien viniendo de sus labios. Si ella estaba presente, podía considerar aquel palacio mi hogar. Un espacio seguro donde disfrutar de nuestro amor y nuestra vida juntas.

—Si pudieras verte en un espejo —se burló Senka deslizando su mano por mi mejilla—. Es como si hubieras visto el amor verdadero.

—Lo tengo frente a mí —respondí antes de dejar un suave beso sobre sus labios. —¿Qué has hecho conmigo? —preguntó cuando nos separamos. Sus labios competían con sus mejillas por ver cuál de ellos lograba el tono más rojo.

—Esa no es la pregunta. —Robé otro beso antes de que pudiera alejarse demasiado—. ¿Qué has hecho tú conmigo?

Senka respondió con un beso que declaraba segundas intenciones. Sus manos bajaron por mi cintura y sujetaron mis caderas con fuerza, acercándome a ella con intensidad.

—Sacudir tu mundo como tú sacudiste el mío aquella noche —respondió. Luego, me liberó y corrió hacia Relámpago—. La última en llegar hará esta noche todo lo que ordene la otra —retó para luego salir a pleno galope.

—Tramposa —mascullé corriendo hacia Rubí. Jamás iba a alcanzarla. Regresamos en tiempo récord al palacio. Por supuesto, Relámpago ya descansaba en su cubículo para cuando yo desmonté. Senka se acercó orgullosa y tomó mi mano con toda intención. Tiró de mí y no me quedó de otra que seguirla hasta su habitación.

—Sabes que hiciste trampa —protesté.

—En la guerra y en el amor todo se vale, cariño —respondió mientras abría la puerta y nos llevaba dentro de la habitación.

Una punzada de anticipación se concentró en mi vientre. Mi piel volvía a arder de deseo y el frío reinante en la habitación poco hizo para calmar el calor que se depositaba en cada parte de mi cuerpo.

—Ve a la cama —dijo luego de darme un suave beso, preludio de algo más. Acepté y la esperé junto a la cama. Desde aquella posición me distraje viéndola inclinarse para encender el fuego. Su cuerpo esbelto se movía con gracia mientras encendía los gruesos trozos de leña. Luego, empezó a encender algunos candelabros.

El tiempo transcurría con demasiada lentitud o tal vez era Senka que se tomaba demasiado tiempo encendiendo cada vela por separado. Casi jadeé al verla acercarse por fin a la cama. Sonrió ladina y se detuvo a unos pasos de distancia de mí.

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