Secretos nocturnos

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Descansé por unos instantes en la enfermería. El brebaje que había consumido aún hacía efecto en mi cuerpo dejándolo pesado y torpe. No esperaba que Senka regresara, cuando se había marchado estaba molesta y probablemente estaba muy ocupada organizando el funeral.

Suspiré para liberar la presión que se acumuló en mi pecho. Acudir al funeral era algo que no podía evitar. Necesitaba dar mi último adiós a Danika, confortar a Nico y a Susana. Mierda, ni siquiera había tenido tiempo para ellos. Hundí la cabeza en la almohada y presioné mis ojos hasta que vi colores detrás de mis párpados. Estaba frustrada, necesitaba moverme, distraerme, pero no era lo más aconsejable, no con un corto viaje en mi futuro cercano.

Me di vuelta y descansé sobre mi costado sano, el simple movimiento alivió en una mínima parte mi ansiedad. Sin embargo, mi mente continuó pensando demasiado.

¿A qué se refería Eneth con aquella reunión? Tenía un plan, de eso estaba segura. No entendía por qué requería mi presencia o me necesitaba ahí. No era una guerrera experimentada, si estaba viva era por pura suerte. ¿Acaso planeaba tomar el carruaje de Cian? No podíamos hacer algo así, estaba protegido por un salvoconducto.

Cerré los ojos, ese no era un asunto que pudiera resolver pensando. Solo debía esperar a la noche y escaparme de Senka y su omnipresente vigilancia.

Oh mierda.

Aferré las sábanas entre mis dedos. Habíamos retrocedido al menos diez pasos en la relación. Senka volvió a ser la inaguantable reina perfecta y abnegada y yo solo la extranjera inocente. Gruñí, seguramente buscaría permanecer a mi lado toda la noche y encontraría la manera de disculparse.

Cerré los ojos. Por el bien de la reunión y de mi orgullo tendría que mantenerme lejos de ella durante unas horas. Los pasadizos tendrían que ser de utilidad de nuevo. Dormité un par de horas hasta que el latir de la herida me despertó. Gruñí mientras trataba de encontrar una posición más cómoda, pero no había salida. No podía conciliar de nuevo el sueño.

No me quedaba otra opción que aprovechar el tiempo. Era casi mediodía, a juzgar por la luz del sol que entraba a través de las largas ventanas. Sentía un poco de hambre, por lo que mi primera parada sería la cocina, luego mi habitación para cambiar los harapos sanguinolentos que vestía y finalmente, las mazmorras. Tenía muchas preguntas en mente y no podía hacerlas con Senka cerca.

El camino a la cocina estuvo libre de contratiempos, el salón estaba vacío, aunque las mesas estaban preparadas para el almuerzo. No planeaba comer con Senka así que me dirigí con paso firme.

Una ola de calor y aromas deliciosos me impactó de lleno al abrir las enormes puertas que llevaban al recinto. Las cocineras alzaron la vista brevemente de sus respectivas preparaciones y volvieron a concentrarse.

La cocina era casi tan grande como el salón, en el centro la recorría una larga mesa de madera, actualmente estaba cubierta de vegetales, frutas, carnes y demás ingredientes, todos cuidadosamente organizados. Del techo colgaban algunos ganchos y soportes, en ellos se sujetaban ollas, cucharones y demás utensilios. La pared posterior estaba cubierta de alacenas y gabinetes y justo en medio se encontraba una puerta que supuse daba hacia algún almacén.

A los laterales había varios fogones y hornos, así como algunos mesones extra para facilitar la tarea de las cocineras.

—¿Se te ofrece algo? —inquirió una anciana cuyas arrugas lejos de darle un aspecto avejentado, la hacían ver amigable.

—Venía a buscar algo de comer. Me salté el desayuno por el combate y... —¡Te has saltado el desayuno! —gritó como una abuela ofendida ante un nieto que le niega un plato de comida. Tomó mi mano y tiró de mí hacia una mesa ubicada en un rincón de aquella cocina.

Una Nueva VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora