Golpe de realidad

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Antes de que pudiera procesarlo, una muy desnuda Danika recogía su ropa y sus botas y las dejaba en un lavadero. Luego, me sonrió con expresión atrevida. Alcé mi mirada al techo para no verla, demasiado.

—Vamos, hoy el baño está medio vacío porque las que ganaron los combates se fueron antes.

—Tú ganaste el tuyo. —Bajé la mirada, no quería causarle problemas a Danika. 

—Por suerte, pero quería esperarte, soy tu guía personal. Así que vamos, desvístete que quiero darme un buen baño antes de ir a trabajar.

Me sonrojé. A mi lado otras chicas se desvestían sin pudor alguno para luego lanzarse a las piscinas de agua tibia.

—Todas somos iguales, nada de lo cual sorprenderse, vamos —me urgió Danika.

Tragué saliva y empecé a desvestirme. Lo hice rápido, como si así fuese a escapar más aprisa de esa experiencia. A cada prenda que desprendía de mi cuerpo podía sentir cómo mi confianza disminuía.

—Eres hermosa —susurró Danika en mi oído—. Ahora creo que puedo entender a Senka.

Mis palabras se trabaron. Con manos temblorosas dejé la ropa en un lavadero libre y abracé contra mi pecho la toalla y la bata de baño.

De todos los universos paralelos en los que podía acabar... ¿Tenía que ser en un lugar con baños romanos? Al pasar por cada piscina sus ocupantes nos observaban y cuchicheaban. Si existiera un récord por sonrojarse, seguro lo habría ganado en ese momento.

—Eres la chica nueva, la chica que cayó de un árbol desde otro mundo, claro que van a hablar —explicó Danika casi como si me leyera la mente— ¡Hola Senka! ¿Te importa?

Solo me quedé plantada ahí porque no me apetecía meterme en ninguna piscina con extrañas. En ese momento no me habría importado salir corriendo. Con un gran chapoteo Danika entró a la piscina y se sentó junto a Senka, quien me veía de arriba a abajo y sonreía con suficiencia. Solo se veían su cabeza y sus hombros, pues a su alrededor había gran cantidad de espuma.

—¿Vas a entrar? —inquirió.

Asentí como un autómata. Dejé la toalla y la bata cerca del borde de la piscina y me sumergí con rapidez. Senka me habría visto desnuda por completo, pero no estaba de más tener alguna esperanza, quizás había pestañeado y se había perdido el espectáculo. Sus ojos oscuros expresaron lo contario. Sí, soñar no costaba nada.

La piscina tendría unos cinco metros por cinco metros, lo suficiente para deslizarme en el agua sin molestar a mis acompañantes. En los bordes había escalones para sentarse y salir con facilidad. Me sumergí varias veces disfrutando del agua, su aroma y su temperatura. Y sí, tal vez para no ver a Senka a los ojos.

—No hay por qué ser tímida. —Danika me sujetó por debajo de los brazos y me alzó cuando me dediqué a estar más tiempo sumergida que en la superficie—. Te sentarás aquí, con nosotras.

La muy atrevida me sentó junto a Senka y ella se situó a mi lado, para no dejarme escapar.

—Bien, cuéntanos, ¿qué opinas de tu primer día de entrenamiento?

—Que, si en mi mundo alguien llevara este tipo de entrenamiento, destronaría al CrossFit en segundos.

Ambas me miraron confundidas. Sonreí y me dispuse a explicarles algunos detalles sobre dicha actividad deportiva.

—¿Y cómo entrenan sus ejércitos? —inquirió Senka.

—Los países tienen diferentes sistemas, para algunos el servicio militar es obligatorio, para otros es voluntario. Algunos poseen divisiones de operaciones especiales, entrenan mucho más duro que otros cuerpos del ejército —respondí, esperaba que esa respuesta fuera suficiente. No deseaba que este hermoso lugar empezara a mancharse con armas de fuego.

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