No, no podía permitir que aquella fuera mi bienvenida a la frontera. No podía caer en este repulsivo acto de agresión, prefería morir luchando que sobrevivir con tales recuerdos.
Logré morder la mano que tapaba mi boca y grité hacia el campamento. El atacante que tenía sobre mí se descuidó un segundo al ver que había mordido a su compañero, por lo que aproveché de desequilibrar una de sus piernas y quitarlo de encima. Logré girarme y a la luz de la luna las vi.
Eran las chicas de la frontera y en los segundos que les tomó maniatarme ya habían vencido el campamento. Mis compañeras yacían en el suelo, algunas, con espadas apuntando a su cuello. Regresé la vista a mi atacante y descubrí que era Eneth.
—Es un error garrafal salir sola a vigilar por estas tierras —empezó—. Es la primera lección que deben aprender. Segunda lección: si van a acampar, tienen que vigilar al menos tres chicas el campamento. Tercera lección: nunca acampen en estas tierras si pueden evitarlo.
—Los caballos estaban agotados, todas estamos agotadas —explicó Carla tratando de huir de la espada que se clavaba con suave peligrosidad en su cuello. —Por su debilidad acaban de perder sus armas y sus caballos. Cada una deberá recuperar lo que es suyo —ordenó.
Nos desarmaron con facilidad. Desataron mis manos y nos obligaron a levantar el campamento y avanzar hasta la cuarta muralla. Llegamos al amanecer y el aroma del desayuno recién hecho nos hizo agua la boca. Eneth sonrió con malignidad y nos detuvo alzando un brazo, aquel mero gesto estaba tan lleno de autoridad que no necesitó expresar la orden.
—Cada una obtendrá su propia comida y su propio techo. Hasta que no demuestren lo que valen, son nadie para nosotras, solo juguetes con los que entrenar. —Eneth nos dio la espalda y marchó en dirección al campamento.
Las chicas del ejército de la frontera la imitaron. Algunas se quedaron atrás y se llevaron el carro y los caballos. Si creíamos que contábamos con aquellas provisiones, nuestras esperanzas se esfumaron.
Las seguimos. Yo estaba confundida. ¿Cómo íbamos a entrenar en tan precarias condiciones? Sin comida, agua, ni techo, menos de la mitad aprobaría. Fui sacada de mi pesimismo por el fuerte estruendo que hizo el gran portón del campamento al cerrarse casi, en nuestras narices.
—No van a pasar —rio la vigilante a cargo.
Nos dimos la vuelta y nos miramos confundidas. Solo con nuestras tiendas de campaña no sobreviviríamos al invierno. Y menos, si trabajábamos solas por cada una de nuestras necesidades.
—Tenemos que hacer algo —dijo una chica al fondo. Tenía un ojo amoratado y cojeaba. En su estado poco podría hacer para procurarse alimento. Y por su pinta era una feroz guerrera. No era justo.
—Nos quiere poner en contra —susurré y luego lo repetí en voz alta—. Si vamos a sobrevivir a esto, debemos trabajar juntas.
—Dijo que cada una tenía que buscar su propia comida, armas y techo —recitó una pelirroja, algunas asintieron. La situación no pintaba nada bien si nos separábamos. Algunas empezaron a separarse del grupo. No podía permitirlo.
—Sí, obtener, cada una obtendrá su parte, ese es el vacío legal —empecé, me sentía como toda una revolucionaria, sabía que me estaba poniendo en riesgo mas no soportaba aquel abuso de poder. Era un lugar nuevo y debía dejar a la antigua Kay detrás—. Sería diferente si hubiera dicho «buscar» pero, como dijo obtener, todas podemos trabajar en equipo y obtener nuestra parte.
—Yo logré ocultar un cuchillo, podemos buscar leña, encontrar ramas y fabricar unas lanzas —intervino Carla—. Necesito un equipo de chicas con habilidades para cazar y pescar.
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Una Nueva Vida
FantasyKay es una joven normal que por azares del destino termina en Calixtho, un reino donde la misandría y el poder de la mujer están la orden del día. Tiene la suerte de disfrutar de sus derechos y privilegios como mujer, pero también sufre sus deberes...