París <3

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- Ya casi estamos ahí – grité emocionada desde la ventanilla del avión, me encantaba la idea de volver a ver Francia. Solté un suspiro ilusionado recordando la última vez que estuve ahí.

- En verdad te gusta París ¿no? – lo miré feliz y asentí efusivamente. Claro que me encanta, la última vez que estuve aquí pasó de todo.

- Claro que sí, la última vez que vine fue cuando estuve de intercambio durante la universidad, yo estaba estudiando en Londres y durante un fin de semana largo vine aquí. Estaba sola, todos mis compañeros habían ido a Barcelona pero yo elegí Paris. Llegué a la Torre Eiffel y la repasé completamente, tomé café en las calles de París, camine por los campos elíseos y comí croissants en las mañanas. Estuve enamorada de París desde el día que lo conocí. No necesité estar con nadie, solo la ciudad y yo. Era suficiente. – miré a Christopher que me miraba con ternura en los ojos.

- Estoy celoso – reí tontamente y me abalancé sobre él para besarlo. Parecíamos un par de adolescentes de secundaria que acababan de conocer el amor.

- Disculpen, vamos a aterrizar, deben ponerse los cinturones – la voz de la azafata nos hizo separarnos y mi rostro se tornó rojo. Estaba tan avergonzada que podía sentir el calor en mis mejillas. – señorita, no tiene por qué sonrojarse. Tiene suerte – me guiñó y Christopher comenzó a reír.

- Ella tiene toda la razón – vaya si era vanidoso.

- Llegamos – Christopher abrió la puerta de la habitación y quedé boquiabierta. Era precioso. Una habitación enorme con una cama mullida con dosel en medio de esta, vestida de rojo con muchos almohadones en ella. Un sillón bastante grande frente a una cómoda que si estaba en lo correcto, ocultaba la televisión. Caminé dentro de esta y me adentré en el baño, una tina antigua estaba en el medio con toda clase de productos para la relajación. Batas suaves para ambos y pantuflas, las mías en forma de unicornio. Él sabía que me encantaban esos seres mitológicos. Salí de nuevo y noté la ventana, madre mía. La abrí y salí al balcón, había una mesita con dos sillas y desde ahí se tenía la mejor vista, la torre Eiffel se erguía frente a mí y se veía hermosa.

- Vaya, la última vez me quedé en un hostal maloliente – Christopher me abrazó por detrás y puso su rostro en mi cuello.

- Me alegra que te haya gustado – di media vuelta y pasando los brazos alrededor de su cuello lo acerqué a mí.

- ¿Te das cuenta de que es tu cumpleaños y no el mío, cierto?

- Lo sé, pero te aseguro que viéndote así de feliz es el único regalo que necesito.

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¿Y qué si te quiero? (Christopher Vélez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora