Cosas indebidas

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Esto era algo que me divertía, este tipo de dinámicas eran divertidas. Estábamos en España y los chicos debían estar juntos en un auto con Ana Mena de nuevo. Ella les hacía preguntas mientras conducía. Era un tipo diferente de entrevista porque de esa manera en vez de yo estar parada detrás de las cámaras, podía estar sentada y con un chocolate caliente frente a mí por el frío terrible que hacía. Me acomodé y puse mi celular en modo avión. No me gustaba que me molestaran cuando había entrevistas, por si acaso tenía yo que intervenir en alguna. Todo iba bastante bien desde la pantalla en la que yo y otras 10 personas lo estábamos viendo. Hablaban del disco, colaboraciones, la asombrosa canción que grabaron con Ana, era perfecto. Hasta que Erick dijo algo que no sabía me iba a romper el corazón.

- Ana Mena, tenemos algo que confesarte

- A si? Tengo que ponerme nerviosa? – la chica sabía lo que hacía para conquistar, era monísima

- No, que Christopher y yo estamos enamorados de ti – pum, pude sentirlo, la manera en que mi corazón se partía en dos. A él le gustaba ella, una chica linda, con talento, actitud. Yo estaba perdida, las lágrimas amenazaron con salir de mis ojos. Nunca pensé que algo pudiera doler tanto, quería desaparecer pero mi trabajo me necesitaba y yo sabía desde un principio que él no era para mí. Si me hice ilusiones había sido por estúpida, nada más. Miré la pantalla de nuevo y por un segundo sentí como que Christopher me miraba. Era estúpido, no había manera. Pero podía sentirlo.

- No me lo creo, a que estais mintiendo – ojalá. Pero siendo honestos Erick y Chris siempre eran los que más atención femenina recibían y que más daban. Yo si se lo creí. Christopher no dijo nada y siguió la entrevista seguía tiempo libre y yo ya quería desaparecer en mi habitación de hotel.

- Lo hicieron muy bien chicos. Ana; preciosa como siempre – ella se despidió y corrió a otros asuntos. Los chicos esperaban ansiosos a que diera la segunda instrucción. – yo me voy al hotel, ustedes hagan lo que quieran el resto del día. Pero quiero que lleguen a dormir, esa no es petición. Es una orden. – Christopher no hizo movimiento alguno, se quedó quieto mientras los otros cuatro festejaban y planeaban a dónde iban a festejar. Guardé mis cosas en mi bolso y caminé hacia la puerta, quería irme a dormir. Estaba cansada física y emocionalmente. Jamás pensé que un corazón roto podía sentirse así. Caminé por la calle hasta una esquina para poder coger un taxi, estaba siendo negligente con los chicos pero honestamente en ese momento no me importaba. Por mí podían llevarlos a prisión durante la noche, ya era tiempo de que Renato también se ocupara de ellos. Llamé a un taxi al otro lado de la calle y me hizo señas para que lo esperara, al parecer iba a dar vuelta. A mi derecha noté una silueta y un chico guapísimo me miraba sonriendo. Era alto, moreno y con un cuerpo que desde encima de la ropa se veía bien trabajado. Tal vez eso era lo que necesitaba, un romance de unas horas para sacar a Christopher de mi mente.

- Hola – me sonrió y medio me derretí ahí mismo al escuchar el acento.

- Hola – ni una palabra más, no quería líos. El plan era llevarlo al hotel, sin nombres, sin presentaciones ni conversaciones largas. Lo iba a usar y dejar, de la misma manera en la que se sentía mi corazón. El taxi paró y con una mirada lo invité a subir, era un chico guapo, sabía a la perfección lo que una invitación como esa traía. Alargo la mano para abrir la puerta pero otra le ganó. Qué mierda. Miré molesta al otro tipo, ese era mi taxi. Pero no esperaba encontrarme a la persona que vi, Christopher estaba molesto. Abrió la puerta del taxi con nada de su siempre chulería en el rostro.

- Súbete, nos vamos – el otro chico había desparecido, cobarde. Seguí la orden y me acomodé lo más cerca a la puerta posible. No quería ni estar en la misma habitación que él. Ahora menos en un espacio tan reducido como un auto. – al Ritz, por favor – el conductor comenzó su camino mientras la realidad me invadía. Christopher me había visto intentando llevar a un chico a mi habitación, pensaba tener sexo con él. Por despecho, un despecho que ni siquiera era real. Qué pena. Las lágrimas estaban amenazando con salir de mis ojos, me sentía tan apenada. Por eso era que Zabdiel y yo nos llevábamos tan bien, ambos parecíamos fuentes, llorábamos de cualquier cosa. Llegamos al hotel y bajé rápidamente dándole más de lo necesario al taxista por el viaje. No esperé a que Chris me abriera la puerta, algo que él tenía acostumbrado hacer. Casi corrí por el lobby viendo a Renato mientras lo dejaba detrás, estaba sentado viendo a chicas caminar. Otro niño. Gracias a dios el elevador estaba abierto así que entré en él, mala idea. Christopher entró después de mí, ambos solos en un elevador. El destino de verdad no me tenía nada de aprecio. Podía sentir su mirada en mi rostro, estaba horrorizada, de lo que él pensaría de mí. Se abrió en nuestro piso y sin detenerme corrí a mi habitación, abrí la puerta y entré. Estaba a salvo, a excepción de que un pie y un fuerte brazo me impedían cerrar la puerta.

- Chris, por favor - Susurré y las lágrimas salieron a raudales. Estaba acabada, me alejé de la puerta y con mi espalda contra la pared resbalé hasta quedar sentada en el suelo. Él entró despacio, midiendo el terreno y se sentó junto a mí. Podía respirar su aroma y me estaba matando.

- Ya estás lista para decirme qué demonios pensabas? – estaba furioso, enojado de verdad no describía su voz. Pero su rostro era tranquilo, como si intentara no asustarme.

- No pensaba – susurré de nuevo, como si decirlo en voz alta empeorara lo que estuve a punto de hacer.

- Dios, Lara. Menos mal que te seguí. Qué hubiera pasado si yo no hubiera llegado? – su voz se había suavizado, este era el Christopher que yo conocía. – ahora él estaría aquí verdad? Y ustedes hubieran? – se calló. No necesitaba más explicación para lo que eso significaba.

- Solamente necesitaba a alguien Chris. Me sentía sola. – ahí estaba, no era mentira. Era parte de la verdad.

- Me tienes a mí – alargó una mano y tomó la mía entre las suyas. Era un gesto tan íntimo que pude sentir el latido de su corazón en la punta de mis dedos.

- No, es un tipo diferente de soledad – del tipo que él jamás estaría dispuesto a darme.

- Tienes a Nathan no?

- No, él es lindo. Pero no del tipo que me interesa. Hace unos meses seguro. Hubiera caído con dos palabras pero ahora estoy arruinada para siempre – lo admitía, en cada chico que ponía sus ojos en mí yo buscaba los de Christopher.

- Arruinada? – lo miré y mis corazón se desbocó. Estábamos demasiado cerca de nuevo. En una situación que no era de trabajo y estaba segura por la reacción de mi cuerpo que tampoco era amistad.

- Completamente – dije despacio y eso fue todo. Tomó mi rostro en sus manos y me besó. Esos labios rosados que tanto había admirado desde que lo había conocido ahora estaban en los míos. Besándome de una manera tierna pero exigente al mismo tiempo. Del tipo que no quieres que se termine porque sabes que no habrá repetición. Que es solo eso, un beso que recordarás toda la vida pero que no está hecho para durar tanto tiempo. Mis manos se fueron a su cabello, siempre oculto por esas gorras que le quedaban tan bien. Se la quité y dios mío, era suave. Un gemido salió de sus labios y volviéndome valiente me puse a ahorcajadas sobre él. Estaba hecho, me había jodido. Este era el momento más dulce de mi vida y lo compartía con alguien que no me quería de la forma en que yo lo quería a él. – basta – susurré entre el beso y se detuvo, como un maldito caballero paró de besarme. De hacer realidad mí sueño.

- Pasa algo malo? – lo miré mientras él me veía con ternura. Con los labios hinchados y esperanza en los ojos. No pude contenerme y me eché a llorar de nuevo. No me preguntó qué pasaba, solo me sostuvo en sus brazos y me llevó a la cama hasta que para mí todo se hizo neblina.

Narra Zabdiel

Esto era malo, muy malo. Christopher no había llegado a dormir, la única advertencia de Lara era que nos quería en la cama, no importaba la hora. Y el idiota se había pasado. La cama junto a la mía ni siquiera había sido distendida. Me preocupaba su salud, Lara en verdad se molestaba en ese tipo de situaciones. Me vestí rápidamente y me dirigí a la habitación de Lara, estaba un poco preocupado también. Él siempre contestaba su teléfono y esta vez no lo había hecho. Y tampoco había festejado en la noche con nosotros. Así que o bien estaba con alguna chica o lo habían secuestrado y por su bien esperaba que estuviera secuestrado o yo mismo lo iba a castrar. Declaraba su amor por Lara y luego se iba con alguna chica. No era lo correcto. Llegué a su habitación, la 416 y toqué. Ella siempre despertaba antes que todos y ya eran las 10, obviamente estaba levantada. Esperé unos segundos mientras escuchaba pasos a la puerta. Me preparé para contarle de Chris de la manera más suave posible. Cuando la puerta se abrió casi me caigo de la impresión. Christopher estaba sin camisa, con cara de recién levantado y descalzo, santa madre. Me vio y sus ojos por fin captaron la gravedad del asunto. No dije nada, di media vuelta y corrí por el pasillo, esto no me lo podía guardar, los chicos lo tenían que saber. Iba a toda velocidad hasta que al parecer venía detrás de mí porque me tacleó. Duro y conciso caí contra el piso, esto era épico.

- Cállate, escúchame primero – tapó mi boca con una mano y yo no podía parar de reír. Yo era más grande que él y me lo quité de encima fácilmente.

- Bueno, más vale que sea una buena explicación de por qué mi compañero de cuarto estaba durmiendo en la habitación de la cuidadora – reí de nuevo a carcajadas y ambos nos pusimos de pie. Chris estaba serio, esperaba que no fuera algo grave.

¿Y qué si te quiero? (Christopher Vélez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora