La Correcta

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- ¿mamá? – entramos a la gran casa y Christopher acomodó las maletas junto a la puerta. Mis padres no estaban, por ningún maldito lado y nos sentamos en el sofá de la sala. Estaba agotada y molesta, sabían que veníamos y no estaban. Creí que era una falta de respeto de su parte.

- Vamos nena, no pasa nada. Seguramente tuvieron algo que hacer – tratando de parecer razonable asentí y me recargué en su pecho mientras él trazaba figuras en mi espalda.

- Te extrañé tanto, definitivamente no puedo estar lejos de ti nunca más – Christopher rió y me atrajo para un beso.

- Entonces no te alejes nunca más, no podría soportarlo – estábamos teniendo un momento precioso, hasta que una carraspeo no hizo separarnos de golpe. Mi padre estaba parado enfrente de nosotros con su arma de caza en una mano y cara de pocos amigos, mierda.

- Papi – me puse de pie y lo abracé con cuidado por el arma entre nosotros.

- Señor – Chris le dio la mano y se mantuvo detrás de mí. Chico listo.

- Bueno, pensé que no llegaban nunca – dejó su arma en el armario y cerró con llave, era la regla. Jamás dejarlas cargadas y siempre con llave. – esta vez me atrajo hacía si mismo fuertemente y me hizo cosquillas. Te extrañé hija. – aspiré su aroma y me alejé sonriendo.

- También yo pa, ¿y mamá? – en ese momento la mujer vestida de color arena con un chaleco de caza entró a la habitación.

- Aquí estoy – ambos la abrazamos y ella nos dio fuertes besos en la mejilla. Más que tratar a Chris como a su yerno, lo trataba ahora como a un hijo. Así de complicada era ella, nunca sabía qué esperar. – se ven terribles, vayan a descansar. Tendremos una cena de gala, así que vístanse elegantes por amor de dios. Vamos cariño, tenemos que hacer lo mismo. – papá y ella se fueron y nosotros nos quedamos como bobos en la sala. Nos miramos el uno al otro y comenzamos a reír. Mamá estaba loca, pero más nos valía hacer lo que ella decía.

Estaba estábamos en mi cuarto mientras yo terminaba de arreglarme, alisaba mi cabello y Christopher no paraba de mirarme. Lo sabía porque lograba verlo desde el reflejo del espejo. Se mordía el labio seductoramente mientras repasaba mi cuerpo con su vista.

- Bueno ya basta, no me estés mirando así – dije riendo y sacándolo de su sueño.

- No puedo evitarlo nena, te ves preciosa – levantándose de la cama rodeó mi cuerpo con sus brazos acariciando mi cuello con su nariz.

- Pues escuchaste a mamá, si no me veo bien va mandarme de regreso a cambiarme de eso estoy segura. Me estoy ahorrando el trabajo – sonreí y apagando la plancha giré hacia él. – hoy estás algo raro, ¿está todo bien? – su mirada era más brillante que de costumbre y sonreía de oreja a oreja.

- Todo está perfecto, ahora que estás entre mis brazos ya está todo bien – la verdad era que no se lo creía, pero podía dejarlo pensar que así era.

Salimos a la terraza en nuestras mejores galas, sentía que en cualquier momento iba a irme de bruces con los tacones y el vestido ajustado, pero Chris me llevaba del brazo y me sentía más segura. Mamá y papá estaban charlando con un hombre que se encontraba de espalda a nosotros. No era el tío Paolo, de eso estaba segura porque estaba en Italia con la familia de la tía Laura así que me acerqué renuente. Había algo en él que me parecía familiar. Mamá nos vio y de inmediato me hizo señas para que me acercara.

- Cariño, mira quién vino – el hombre dio media vuelta y por fin lo vi, era Lucas Martins. Mi ex, como Christopher y él ya habían arreglado sus asuntos me sentí con la plena libertad de darle un fuerte abrazo.

- Vaya, estás más guapa que la vez pasada – colocó un beso en mi mejilla y sonreí.

- También tú – dije al tiempo que una pelirroja se acercaba a él y tomaba su mano. – bueno hola – sonreí y la saludé – soy Lara, un gusto.

- Nora, el gusto es mío – ella miró detrás de mí y se quedó de piedra – mierda tú eres Christopher Vélez – todos reímos y él dio un paso adelante para saludarla.

- Un gusto Nora – ella estaba abrazándolo y no dejaba de sonreír.

- Oh por Dios, el gusto es mío. – de repente miró más allá de mí y dio un grito – me muero – gritó y miré a donde mismo horrorizada. Eran Zabdiel, Erick, Richard y Joel los cuatro estaban en mi casa y corrí a abrazarlos.

- ¿qué hacen aquí? – sonreí sin soltarlos.

- Tus padres no invitaron – dijo Zabdiel mientras el resto trataba de soportar los gritos de emoción de Nora.

- ¿Mamá? – pregunté y ella me miró sonriendo.

- Ya era tiempo de que hiciéramos una fiesta de bienvenida después de tanto tiempo que te fuiste ¿no crees? – estaba tan feliz que no podía dejar de sonreír. La noche estaba siendo increíble, al parecer el tío Paolo y la tía Laura si habían podido asistir y llegaron minutos después, seguidos del mismísimo Ricky Martin, Jwan su esposo y los niños. La mamá y abuela de Christopher también estaban ese día y me sentía tan contenta como nunca. La cena estaba deliciosa y no parábamos de reír.

- Gracias – susurré en el oído de Christopher en un momento que nos alejamos un poco.

- ¿por qué?

- Por esto, sé que no fue idea de mamá. Ella puede organizar un brunch con sus amigas del club, pero esto no. Gracias por hacerme sentí tan importante – besé su mejilla y él me tomó de la cintura.

- ¿quieres bailar? – preguntó y nos acomodamos en medio del lugar.

- No hay música para bailar – dije pero estaba equivocada. De repente La Correcta de Nábalez y Morat comenzó a sonar en la bocina. Era una canción hermosa y me atrajo más a sí mismo para bailar suavemente. Estaba en las nubes, no había nadie a nuestro alrededor mientras nos mecíamos suavemente, parecíamos un solo cuerpo.

- Te cuento que me encuentro enamorado y siento que esta vez es la correcta – susurró en mi oído al rimo de la canción mientras terminaba. Se me erizó la piel y el calor se expandió en mi estómago.

- Lara – dijo mi madre detrás de mí y solté a Chris para ver qué necesitaba. No estaba por ningún lado y volví mi mirada a él. Madre mía, Christopher ya no estaba de pie frente a mí. Ahora estaba sobre una rodilla y sostenía una cajita azul con un enorme anillo adentro. Era un rubí, lo sabía porque era mi piedra favorita y él lo recordaba. El pánico me invadió de inmediato. - ¿qué haces? – susurré y miré alrededor. Esto era lo que planeaban, todos sabían la razón de estar aquí menos yo. Se estaba proponiendo.

- Lara, ese día que te vi por primera vez. Más bien te sentí porque me diste tremendo golpe en la cabeza – todos rieron y quise esconderme de la pena – supe que estaría metido hasta el cuello. Superamos celos, amigos que querían ser más que eso, el trabajo y sobre todo superamos el estar separado pro tanto tiempo. Pero ya no quiero que siga pasando eso. Te amo, amo cada parte de ti. Tus rizos, tus manos, tus pies medio chuecos – las lágrimas salían ahora de mis ojos y coloqué una mano en su mejilla. – la forma en la que te acomodas perfectamente en mis brazos, no quiero pasar un día más sin estar sin ti. Así que Lara, ¿te casas conmigo? – el estómago me daba volteretas y me aventé a él cayendo los dos al piso. Lo besé, como si no hubiera un maña y vítores se escucharon a nuestro alrededor – ¿eso es un sí? – sonreí y volví a besarlo.

- Por si no te quedó claro, mil veces si – me iba a casar de verdad. Madre santa.

¿Y qué si te quiero? (Christopher Vélez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora