¡No hables con mi madre!

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La tarde estaba fría, que digo fría. Completamente helada, Londres seguía sorprendiéndome con la mínima temperatura con la que mi cuerpo podía seguir funcionando. Ajusté mis guantes en mis manos y levanté el cuello de mi abrigo, era como si el clima no quisiera que nadie viviera en esa ciudad. - Mírenme, soy el clima, y ni siquiera la reina puede vivir aquí, es mi ciudad, largo a todos. – justo así me lo imaginaba. Como un niño berrinchudo que necesitaba le dieran una buena lección. La verdad era que México podría darle una buena lección de lo que era el buen clima. Me acerqué a un puesto de café ambulante y pedí un latte con vainilla y canela. El aroma de la preparación me hizo agua la boca y lo tomé gustosa. Di un sorbo aceptando en mi boca las notas de la vainilla y enseguida sentí cómo mi pecho se ponía caliente. Así si podía sobrevivir. El tono de llamada de mi celular comenzó a sonar con el tono designado a mi padre. Esa era mi última semana en Londres, todo había quedado arreglado para la persona que iba a tomar mi puesto. Atendí con una sonrisa en los labios, tenía varios días sin saber de él.

- Hola papi – respondí al instante para escuchar una risa femenina del otro lado, demonios – Hola mamá – últimamente se estaba poniendo bastante difícil, insistía en que debía de haber arreglado mis problemas amorosos y casarme de una vez por todas para darle nietos. Era horrible, no iba a contarle lo del aborto, eso era solamente mía y de Christopher pero como el demonio que no estaba lista para tenerla encima de mi todo el tiempo.

- Lara, deberías de saludarme con la misma emoción con la que saludas a tu padre. Voy a empezar a sentirme mal por eso –

- Tienes razón mamá, perdóname. Solamente no esperaba que tu estuvieras en su teléfono – rodé los ojos y tomé asiento en una de las pocas bancas que no estaban casi congeladas.

- Como sea, ambas sabemos que tu padre siempre ha sido tu favorito – sonreí a la nada y asentí en mi interior. Era obvio que la amaba pero vamos, papá era mi héroe. – Bien, pasando ese pequeño disgusto y ya que esta es tu última semana en Londres, quiero que tú y Christopher vengan a cenar el próximo fin de semana – Solté una carcajada de incredulidad, mi madre de verdad era increíble.

- Mamá, Christopher no está libre cada vez que yo quiero. Tiene compromisos prácticamente todos los días –

- Oh cariño, no soy idiota, contrario a lo que tú piensas. Ya hablé con Chris, él responde a mis llamadas en cuanto las hago. Esta libre. - ¿Qué demonios?, ¿Chris?

- Vaya mamá, no sabes lo que me tranquiliza que hables con mi novio directamente – dije sarcásticamente

- Cálmate, ya está arreglado. Así que o vienes con él, o el viene solo. Tu papá lo ha estado esperando desde hace años para jugar un partido de futbol. Así que trae tu culo acá y deja de pelear conmigo. Te veo el fin de semana cariño. Te amo. – Y listo, esa era toda la conversación que íbamos a tener porque ella me había cortado. De inmediato marqué el número uno, era el marcado rápido que le había dado a Christopher. Esperé al segundo tono y contestó.

- Hola amor, ¿qué pasa? – me tragué la bilis que sentía en el cuello. Estaba algo molesta y eso no era bueno para ser hablado por teléfono pero no había de otra.

- ¿Estás demente? – medio grité, me estaba volviendo loca - ¿acabas de hablar con mi madre por teléfono? Y no solo eso, aceptaste ir a su casa. ¿No pensaste en preguntarme primero? – me había quedado sin aliento de tanto y tan rápido que había hablado. Comenzó a reír hermosamente como solamente él sabía y gruñí en respuesta.

- Lara, calma. Tu madre tiene mi número, eso no es nuevo. Llamó para invitarme y sé que tienes bastante tiempo sin ver a tus padres. Es una ocasión perfecta y además tengo tiempo libre. No te molestes nena, lo hice por ti. – mierda, él era maravillosa y yo era una maldita bruja. Suspiré y mis ojos se posaron en una pareja besándose al otro lado de la calle en la que estaba.

- Tienes razón, perdóname – reí tontamente por mi estúpido arrebato y el rio conmigo.

- Nena, te amo – esas palabras jamás iban a cansarme. – tengo que irme, te llamo en un rato.

- Te amo – dije rápidamente al escuchar al resto de los chicos molestándolo en el fondo. La llamada se cortó y me preparé mentalmente para ver a mis padres, los extrañaba.

¿Y qué si te quiero? (Christopher Vélez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora