Adiós

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- De verdad necesitas dejar de seguirme a todos lados, ¿qué haces aquí? – mi miré al espejo con los ojos rojos y enjuagué mi boca. Con fingida despreocupación busqué en mi bolso y encontré una menta que puse en boca.

- Me preocupé Lara, saliste corriendo del estudio. Pensé que había pasado algo malo – no se movía de su lugar pero podía notar la lucha que él sentía por tocarme, era la misma que sentía yo.

- Me cayó mal la comida – dije cortante y él seguía así, mirándome amablemente como no debía de hacerlo más.

- Diablos, ¿quieres algo para tu estómago?, puedo ir a buscarlo – ahí era el momento indicado y comencé.

- Dios, de verdad necesitas dejar de hacer eso – como niñas enfurruñada pasé por un lado de él recibiendo las últimas muestras de calor de su cuerpo.

- ¿Hacer qué?, no te entiendo

- Eso, deja de seguirme, de sofocarme. Me he estado volviendo loca, necesito que me dejes sola. – medio grité y pude ver el dolor en sus rasgos cuando solté esa sarta de idioteces.

- Perdón, si no te gusta lo arreglaré. Puedo cambiar esa parte si te hace sentir incómoda – eso era lo peor, que él era perfecto y aun así creía mi terrible acto.

- Estoy harta por hoy, me voy – susurré con un nudo en la garganta mientras me alejaba de él.

- Lara, he estado en tu departamento pero no contestas a la puerta. Llámame, estoy preocupado por ti – era el 'decimo mensaje que escuchaba de Christopher. Me había estado escondiendo en mi triste departamento por los últimos 5 días. En el trabajo me había declarado enferma y no había hablado con nadie desde entonces. Claro que sabía que había estado en mi departamento, había escuchado el timbre varias veces. Incluso tres veces por día, pero no podía enfrentarlo más. Era el momento de dejar las cosas como estaban. Si lo veía de nuevo todo mi teatro caería y no estaba dispuesta a hacerlo, a arruinar su vida. Dejé el celular sobre la mesita de centro y continué con lo que había estado haciendo, empacar. Caminé lentamente a mi habitación y vi el espacio sin casi nada personal en el. Había guardado todo lo que podía en pequeñas cajas. Solamente faltaba un poco de mi ropa. Me iría, lejos a donde Christopher no pudiera encontrarme y donde yo pudiera evitar ser arrastrada hacia él por culpa de mi corazón. Entré al clóset y abrí el último cajón del lugar, ahí estaba una playera de Chris, una negra sencilla pero totalmente él. Tomé el material entre mis manos y la acerqué a mí para olerla, su olor seguía en la prenda y las lágrimas amenazaban de nuevo con salir. Inconscientemente toqué mi vientre, aún no estaba abultado pero sin querer sentía una vida dentro de mí. Con dolor guardé la playera en la última caja y fui por el teléfono. Debía de llamar a la mudanza. Iba a irme.

¿Y qué si te quiero? (Christopher Vélez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora