Cada vez más cerca

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- No voy a ir – Ruby y yo estábamos en mi departamento mientras yo deshacía la maleta por tercera vez seguida. Ella estaba tendida en la capa con una copa de Chardonay en la mano mientras me juzgaba en silencio.

- Si vas a ir – tomó el puñado de blusas y las volvió a meter en la maleta de manera desordenada, genial ahora tendría que volver a doblarlas. Con un grito de exasperación me dejé caer junto a ella y le arrebaté la copa para tomármela de un golpe. Podría ser que el alcohol ayudara a hacerme más valiente, o más estúpida. Cualquiera de las dos.

- No tiene caso Ruby, voy a ir a verlo hasta los Ángeles y qué le voy a decir. Hola Christopher, tenemos que terminar lo que alguna vez fuimos, por favor deja de tomar y de drogarte. Gracias. – cerré los ojos y suspiré hondo. Mi estómago estaba enredado de los nervios que sentía.

- Mira Lara, tienes dos semanas de vacaciones. Vas a ir y lo vas a enfrentar. Vas a pedirle que deje de lastimarse a sí mismo porque sé que te preocupa y está bien, es normal. Zabdiel vino hasta Londres solo para pedirte ese favor. Hazlo por él si no quieres hacerlo por Christopher – ella tenía razón, suspiré y tomé con los dedos el dije que estaba de vuelta en mi cuello. No sabía por qué lo tenía Zabdiel, me había dicho que eso era algo que debía preguntarle a Christopher y no discutí. Si eso era lo que se necesitaba hacer lo haría. Esa misma noche salía nuestro vuelo a Los Ángeles, iba a tratar de enmendar todo. Por el bien de ambos.

- ¿Te ayudo? – Zabdi me tendía una mano mientras trataba de jalar mi enorme maleta por el aeropuerto de Los Ángeles. Habíamos llegado después de un vuelo que se me había hecho eterno. No pude pegar un ojo en todo el camino y me dolía la mandíbula de apretar tanto los dientes con tal de no gritar.

- Gracias – le sonreí y caminé junto a él por el largo pasillo de llegadas. Eran las 4 de la mañana y el lugar estaba casi vacío, no era temporada alta y el horario tampoco ayudaba. Di gracias a Dios por eso, tal vez con el tiempo los medios del país se hubieran olvidado de quién era yo si me llegaran a ver sola, pero yendo junto a un chico como Zabdi de seguro causaría problemas. Arrastré mis pies por todo el lugar y salimos a la madrugada, estaba tibio el ambiente y mis huesos lo agradecieron. En Londres casi siempre hacía frío y estaba nublado, extrañaba el calor reconfortante que proveía el sol.

- Vamos, ese es nuestro Uber – señaló a un auto negro con las ventanas tintadas de alta gama. Sonreí a la nada al notar lo mucho que había cambiado a lo largo de los años. antes Zabdiel hubiera estado feliz si íbamos en un taxi del aeropuerto, ahora un Audi nos esperaba. Eso no era necesariamente malo, sabía que él seguía siendo un chico bueno. Su madre lo había educado bien y no había duda de ello. El conductor nos ayudó a subir las maletas y partimos de ahí. No sabía dónde iba a quedarme pero tampoco pregunté. Sabía que Zabdi me aceptaría en su casa en cualquier momento. Yo ya hacía años que había dejado de tener un hogar en L.A. y debía de estar en paz con eso. Mientras el paisaje pasaba por mi ventanilla me di cuenta de cuánto extrañaba eso, la ciudad, las luces, el movimiento. Los Ángeles era divertido e impredecible mientras que Londres siempre era tan correcto y estricto. Las cosas cambiaban sin que uno se diera cuenta. Antes de que lo notara el auto se detuvo y quedé impresionada con lo que vi. – ya llegamos – dijo Zabdiel mientras yo seguía con la boca abierta. Acabábamos de aparcar frente a una torre de departamentos hermosos. La torre era enorme y había luces por todos lados, ostentoso se quedaba corto con lo hermoso que se veía el lugar.

- ¿Este es tu departamento? – pregunté con voz ahogada mientras él asentía sonrojado y me guiaba por medio del lobby. Era enorme y en medio de este había un candelabro de cristal que bien podría haber pertenecido a la realeza. Entramos al elevador y él presionó el piso 7. Esperamos en silencio a que subiera y apenas salimos del elevador él abrió la puerta que estaba del lado derecho. Solo había una puerta más del lado izquierdo que supuse sería de otro inquilino.

- Bienvenida Lara, ponte cómoda – santa madre del señor. Esto era precioso, honestamente mi departamento en Londres también había sido maravilloso pero mientras que ese había sacado un 8 en calificación, este tenía un perfecto 10.

- Vaya, esto es precioso. Incluso parece que tiene el toque femenino – sonreí y él volvió a sonrojarse. – Zabdiel, ¿qué me ocultas?

- Nada, lo juro. Es solo que el toque femenino lo puso mi madre, no es algo que vuelva locas a las chicas cuando lo platico. Me apena un poco. – el pobre estaba tan mortificado que no pude evitar reírme.

- Permíteme decirte que tu madre es una diosa, como siempre. – me sonrió con gratitud dejándome en la sala corrió a lo que supuse era el comedor.

- Escucha, puedes quedarte en mi habitación. Yo puedo dormir en la sala. – sonrió con ese hoyuelo tan característico mientras entraba de nuevo en la habitación con una almohada y varias cobijas.

- Por Dios no, no voy a quitarte tu cama – me negaba rotundamente a dejarlo sin comodidades.

- No voy a aceptar un no como respuesta Lara, necesitas descansar. Si queremos que lo de Christopher salga bien entonces debes de estar descansada nena. No te preocupes por mí. – asentí sin realmente estar de acuerdo pero eran demasiado temprano y me moría de sueño así que cedí sin más problema. – ahora ahí está la cocina por si tienes hambre, y estaré aquí por si me necesitas. Voy a dormir Lara, buenas noches. – y con ese me dio un beso en la frente, caminé a la habitación y me tumbé en la cama con el dolor de cabeza más persistente que hubiera tenido nunca. 

¿Y qué si te quiero? (Christopher Vélez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora