Bastián West
Escuchar llorar a mi hijo por primera vez era una sensación que realmente dudaba pudiera explicar con palabras, porque era lo más hermoso que había podido escuchar, la sensación de saber que ya estaba ahí y que al fin podría cargarlo y saber cómo era. Sentía como los latidos de mi corazón aumentaban y las lágrimas corrían por mis mejillas sin detenerse en ningún momento. La doctora me hizo señas para que me acercara y me dio unas tijeras, la cuales vi sin saber qué hacer.
—¿Corta el cordón? —la vi y me animó a hacerlo con la mirada. Con mucho cuidado corté el cordón umbilical de mi hijo, el cual lloraba muy fuerte.
Una de las enfermeras se lo llevó para limpiarlo, me acerqué a April, cuya respiración empezaba a regularse.
—Eres una guerrera, mi amor —besé sus labios—. Gracias por darme un hermoso hijo —junté mi frente con la suya.
—Gracias a ti, por siempre estar conmigo.
—No podría estar en otro lugar que no fuera a tu lado —limpié el sudor de su rostro.
—Aquí está su hijo —la enfermera se acercó con un pequeño bulto en vuelto en una sábana blanca con celeste, en sus brazos—. Es un niño muy sano, pesa tres kilos y medios —mi boca formó una enorme O. Era un bebé grande. Sonrió y me lo extendió.
—¿Qué? —la vi alarmado.
—Cárguelo —me animó.
—Nunca he cargado un bebé —me sorbí la nariz y limpié algunas lágrimas que aún tenía en mi cara.
—Es fácil. Pon tus brazos así, como los tengo yo —hice lo que me dijo y lo puso en mis brazos—. Debes sostener su cabeza —asentí—. Listo —me ofreció una última sonrisa y se fue.
Vi al bebé que tenía en mis brazos, sus mejillas eran reyenitas, su piel era rosadita, su boca y nariz eran pequeñas, todo él era pequeño, sus ojitos estaban cerrados. Decían que cuando algo te gustaba las pupilas aumentaban su tamaño, apostaría cualquier cosa a que las mías lo estaban, porque lo que estaba viendo no me gustaba, me encantaba, mi hijo era perfecto.
Era la cosita más hermosa que había visto en mi vida y cargarlo, Dios, cargarlo era lo mejor que me pudo haber pasado en la vida, el tenerlo tan cerca de mí y de mi corazón. Sentía una emoción jamás experimentada en mi vida, el pequeño inquieto estaba en mis brazos al fin. Lo único que podía decir, era que sent8a pecho hinchado de felicidad y orgullo, por mi bebé.
—Quiero verlo —me giré y mi hermosa y cansada novia me hizo un puchero.
—Mira —me senté a su lado y se lo mostré—. Es hermoso, ¿verdad?
—Lo es —empezó a llorar otra vez—. Es lo más bello que he visto jamás —acarició su mejilla—. Cada milésima de dolor valió la pena.
—Cada desvelo.
—Cada náusea.
—Todo lo que pasamos valió la pena —me acerqué un poco y la besé—. Gracias por darme dos cosas maravillosas —recosté en mi cabeza sobre la suya.
—¿Dos? —preguntó confundida.
—Sí, dos —me acomode para poder verla—. Tu amor y nuestro hijo —hizo un puchero.
—Gracias por amarme, aunque te maltrate —sonreí—. Te amo.
—Te amo —Bradley empezó a moverse—. ¿Vas a cargarlo? —asintió y lo puse en sus brazos.
—Hola, Bradley Louis —tomó su manito—. Eres hermoso, hijo —besó su cabecita—. ¿Ya te diste cuenta?
—¿Qué? —lo vi curioso. Quería saber que hermoso detalle de mi bebé se me había pasado apreciar.
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Embarazada De West [West#1]
Romance¿Hay algo peor que perder la virginidad en una borrachera? Sí, es aún peor perderla con el más idiota y antisocial de toda la universidad, y a eso agreguémosle perder mi excelente reputación y terminar expulsada de la hermandad. ¡Ah, claro! Olvidab...