April Miller
—¿Ahí está bien? —preguntó Bastián mientras me ayudaba a acomodar mi ropa en su clóset.
—¿En serio no te molesta que ocupe tanto espacio? —literalmente había tenido que guardar parte de su ropa en otro mueble.
—No, tranquila, yo estoy bien —pasó a mi lado y se acercó al mural de fotos—. Haré espacio por si quieres poner algunas de tus fotos —quitó todas las fotos donde salía con su ex, su prima y el hermano de ella. Se quedó un rato viéndolas con algo de tristeza y luego las metió en una caja pequeña que estaba en su clóset.
—Gracias —busqué entre las fotografías que tenía y pensé en poner alguna con mi hermano, pero decidí poner sólo unas con Renata y otro con otras de las chicas de la hermandad que ya se habían ido y con las cuales me llevaba muy bien—. Listo.
—¿Qué sigue ahora? —vio a su alrededor—. Tus libros —tomó los libros de la universidad que tenía en una caja, fue a la sala e hizo espacio en un pequeño librero que estaba ahí—. Bien, esto ya está listo y siéntete libre de usar mi escritorio, también puedes poner toda tu colección de lápices, ahí hay una tasa libre —reí pues había recordado la vez que me había dicho que tenía muchos lápices.
—Gracias por todo, vine a invadir tu espacio —rió.
—Hey, tranquila, todo está bien, ya date cuenta que esta ahora también es tu casa —me guiño y volvió a la habitación.
También era mi casa, sus palabras habían tocado algo muy profundo en mi corazón. No podía, ni tenía razones para dudar de sus palabras, porque desde que había llegado me había hecho sentir así, como en casa.
•••
Jamás pensé que vivir con Bastián sería tan bueno, así como jamás pensé que fuera tan bueno en matemáticas, ese chico amaba los números y me había ayudado en mi tarea de cálculo y por primera vez sentía que había entendido todo de principio a fin y es que tenía una paciencia increíble para explicarme una y otra vez, sin importa las veces que se lo pidiera.
—Ya está —revisando lo último que había hecho—, entendiste todo, bien hecho.
—Le entendí gracias a ti —suspiró—. Gracias por toda la paciencia que me tuviste.
—De nada —se puso de pie y se estiró—. Ahora sí vamos a dormir —bostezó. Era sábado por la noche y nosotros casi a las once de la noche estábamos despiertos estudiando.
—Sí, tengo sueño —ya estábamos en pijamas, así que nos metimos entre las sábanas y apagamos las luces para dormir cada quien en su lugar. Aunque ya varias veces habíamos despertado muy cerca el uno del otro, bueno, en realidad en dos ocasiones habíamos amanecido abrazados, fue un poquito incómodo, pero de igual forma seguimos con nuestras vidas y listo.
Puse mi mano sobre mi vientre plano y me llegó la duda de cuando se notaría, basándome en el tiempo que había dicho la doctora, según yo ya iba por la semana catorce, casi la quince, si es que mis cálculos eran correctos, pero a pesar de eso mi vientre aún no crecía y entonces el miedo me embargó. ¿Y qué tal si mi bebé no estaba creciendo por mi culpa?
—Bastián —lo llamé a oscuras esperando que aún estuviera despierto.
—¿Sí?
—¿Por qué ni me crece la panza? —me sentía un poco estúpida al tener que preguntarle algo que se suponía yo como madre debía saber, porque se suponía que debía haber investigado.
—Es normal —pude escuchar como bostezaba—, este es el... segundo trimestre, creo —me estaba hablando en chino—. Según leí es ahora cuando el bebé empieza a crecer, a ganar peso y todo eso, así que tranquila, aún está muy pequeño para que se note —podía escuchar que se estaba durmiendo.
ESTÁS LEYENDO
Embarazada De West [West#1]
Storie d'amore¿Hay algo peor que perder la virginidad en una borrachera? Sí, es aún peor perderla con el más idiota y antisocial de toda la universidad, y a eso agreguémosle perder mi excelente reputación y terminar expulsada de la hermandad. ¡Ah, claro! Olvidab...