7- Adiós dignidad.

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April Miller

Desperté por unas terribles ganas de vomitar y por un espantoso dolor de cabeza, sentía como si alguien estuviera taladrando en ella, al igual que mi estómago lo sentía revuelto. Me levanté de la cama y en cuanto se me pasó un leve, pero fuerte mareo, salí corriendo en dirección al baño, en cuanto entré me tiré al piso y empecé a vomitar todo, hasta lo que ni siquiera sabía que había comido. Cuando me sentí más aliviada tire de la cadena y lavé mis dientes, dos veces, para poder quitar el asqueroso sabor que había quedado en mi boca, desgraciadamente eso no me ayudaba con el leve dolor que había quedado en mi garganta por todo lo que vomite.

Salí del baño, regresé a mi cama y me tumbe en esta, deseando que el malestar que tenía desapareciera como arte de magia. Mi cumpleaños estuvo de maravilla, al menos en lo poco que recordaba, no sabía que me había pasado, pero me había emborrachado más de lo normal, otra vez, y al igual que la anterior tenía lagunas mentales, ¿eso se iba a hacer costumbre acaso? El lado bueno es que esa vez no había olvidado todo. Recordaba a Carl y lo bien que la había pasado con él.

—Hola, dormilona —Renata entró a mi habitación—. Mira lo que te traje.

—Eres genial —dije al ver que llevaba una bandeja con mi desayuno favorito. Huevos revueltos, tocino, tostadas y jugo de naranja.

—¿Qué se siente tener veintiuno? —se sentó en mi cama, yo hice lo mismo y ella me dio la bandeja.

—Se siente... —lo pensé por un momento—, normal —lanzó una carcajada y la seguí—. Aunque debo confesar que me siento fatal, tomé demasiado —empecé a comer porque realmente lo necesitaba.

—Sí definitivamente lo hiciste. ¿Hoy tienes clases? —negué—. ¿Podrías acompañarme? —tragué la comida que tenía en mi boca para poder hablar.

—¿Adónde? —levanté una ceja.

—A ver el entrenamiento del equipo de natación —entrecerré los ojos y fruncí el ceño.

¿De qué diablos me estaba hablando?

—¿Desde cuándo estás interesada en la natación? Es más, tú ni siquiera sabes nadar —dejé la comida a un lado.

—Si sé nadar —la vi fijamente a los ojos—, de perrito —se encogió de hombros—. Pero sé.

—¿Cuál de todos los del equipo te gusta? —sonrió como idiota. Todo tenía una explicación en ese momento, le gustaba alguien, la conocía perfectamente.

—No sé su nombre —golpeé mi frente.

—Eres el colmo —cubrió su rostro con ambas manos para ocultar su risa—. Aparte el equipo de natación y nosotras no somos amigos y…

—¿Me vas a acompañar o no? —hizo un puchero. No podía dejarla sola, debía apoyarla en cada idiotez que se le ocurriera.

—Está bien —estaba a punto de tomar un poco de jugo, pero las náuseas volvieron y me lo impidieron.

Nuevamente corrí al baño y vomité lo poco que había empezado a desayunar.

¡Malditas nauseas! Mi desayuno.

—¿Te sientes mal? —tiré de la cadena y lavé mis dientes, otra vez, a ese paso necesitaría comprar más pasta dental.

—Me pasé con el alcohol —tomé una toalla y sequé mi boca.

—Sí lo hiciste y creo que es hora de que dejes de tomar así —sabía que ella tenía razón. Ambas salimos del baño y volvimos a la habitación.

Embarazada De West [West#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora