Especial Nano. Noche 5

1.8K 228 27
                                    


Durante la quinta noche Ignacio no se presentó. Él tampoco había llegado a dormir a casa la noche anterior y no se pasó por el departamento durante el día.

En el restaurante quien me dio la noticia fue Sonia. Se acercó con naturalidad y me dijo que Ignacio la llamó para cancelar la noche debido a un problema familiar. Ella no se veía molesta y no parecía sospechar nada. De hecho me sonrió diciéndome que no debía volver a programar aquella cita y que podía irme temprano a casa.

Antes de que se arrepintiera salí del lugar y marque inmediatamente el número de mi amigo. Ignacio no constestó los primeros tres intentos pero sí lo hizo al cuarto.

¿Qué paso? —fue su saludo. Yo paré de caminar para respirar un par de veces. Era evidente que no había pasado nada en casa, que era solo una excusa.

—¿Está todo bien? Sonia dijo que

Oh... no, es sólo que estaba cansado y no quería ir así que inventé eso. Pero está todo bien. ¿Vienes a casa? Porque estoy cocinando y quería saber si

—Estoy yendo —interrumpí y procedí a cortar.

Cuando llegué a casa lo encontré en la cocina. Estaba cocinando en silencio como era su costumbre y creo que no se percató de inmediato de mi presencia, sino recién cuando arrastré la silla y me senté allí.

Me observó de reojo y sonrió sutilmente.

—Espero que te gusten los ravioles caseros, hoy estaba inspirado.

No le respondí, él sabía claramente que yo adoraba las pastas. En cambio, saqué una cerveza de la heladera y esperé en silencio mientras él continuaba con la preparación.

—Esa es la última cerveza —observó.

—Oh, sí. Lo lamento ¿Quieres un poco?

—No, sólo lo digo para informarte que no compraré más —puso a hervir las pastas y se sentó frente a mí con sus ojos entrecerrados. Él estaba hablando absolutamente en serio. —No porque no pueda y no porque seas tú quien siempre las terminas bebiendo. No te lo estoy sacando en cara ni mucho menos, pero no quiero más bebidas alcohólicas en mi casa. Tú tampoco puedes traerlas.

—¿Disculpa?

—Estoy un poco preocupado —confiesó desparramándose en la silla. Ignacio de verdad se veía preocupado. —Tú pareces no darte cuenta pero tomas mucho alcohol. Mucho. Todo el maldito tiempo.

—No delires.

—Nano, esto es serio y es grave.

—¿Incluso más grave que prostituirme?

—¿Por qué cambias el tema? ­—consultó con molestia. Pero no le respondí porque no hablaría más con él, no por lo menos de mi "adicción al alcohol". —Sabes que siempre me preocupó eso de ti... más que la drogas que consumías esporádicamente. Pero en este último tiempo has aumentado el consumo

—Estás hablando como un maldito médico —interrumpí dándole un trago a mi cerveza.

—Yo no lo había notado pero ayer pude comprobar lo que Jean me contó respecto al estado en el que siempre te presentas a las citas. Es por eso que

—¿Jean? —volví a frenar. Ignacio me miró con tranquilidad y asintió. —¿Así que todo esto tiene que ver con el idiota de Jean?

—No. Esto tiene que ver contigo. Tiene que ver con tu salud.

—Pero Jean lo mencionó ¿No es cierto?

—El tema salió a colación y se sorprendió que hayas ingresado en aquella habitación, conmigo, estando sobrio. Dijo que tú no entrabas con tus clientes a menos que estuviera ebrio y eso era todos los días.

—Qué observador ese tipo.

—Y pude comprobarlo el día de ayer.

—Pensé que las cosas que pasaban allí se quedaban allí. En este lugar somos amigos, yo aquí no soy tu puto empleado.

—Porque eres mi amigo te lo digo —insistió cuando me puse de pie. —Estoy preocupado por ti.

—Como sea Nacho. Lo único que estás haciendo es arruinar todo —aseguré. Le di el último sorbo a mi bebida y me dispuse a irme. Esa charla no tenía sentido.

—Siéntate. Todavía no terminamos de hablar y la comida está casi lista.

—Pareces mi maldito padre —rezongué pasando por su lado para marcharme. Pero su mano en mi brazo me detuvo. —Suéltame.

—Te dije que todavía no terminamos de hablar y que la comida está lista —repitió poniéndose de pie y arrastrándome de nuevo a mi silla. —Y no me importa parecer tu maldito padre. Me estoy preocupando por ti y eso no tiene nada de malo.

—¿Crees que puedes mandarme? ¿Crees que porque vivo de prestado en tú  casa puedes decidir si yo bebo o no bebo, me drogo o no lo hago? —volví a ponerme de pie y le di un empujón. —No soy tu puta mascota Ignacio. No por lo menos aquí. Es tú casa, estamos de acuerdo, pero tú no me mandas.

—Estoy intentando cuidarte.

—Pues preocúpate por ti. Yo ya te dije que no necesito tu lástimas. Y es más ­—saqué la llave que guardaba en el bolsillo y la tiré sobre la mesa —tampoco necesito tu caridad. Cumpliré con mi trabajo, los últimos 5 días que nos quedan pero solo nos veremos allí. Esta vez me voy y me voy en serio. No puedes retenerme aquí porque, en lo que a mi respecta, ya no somos más amigos.

—Nano —advirtió con una mezcla de seriedad y enojo.

—Luego vendré por mis cosas, por lo pronto prefiero no saber nada de ti.

—¡Fernando! —lo oí gritar a mis espaldas cuando crucé el portal sin siquiera mirar atrás. Oí un par de ruidos, unos golpes y unas maldiciones mientra caminaba por el pasillo. Pero no volví. No lo haría nunca.

Ignacio había confundido las cosas. Él se creía mi dueño, incluso antes de contratar mis servicios yo era una de sus posesiones y eso ya no podía seguir así.

Esa noche me dirigí a casa de Tiziano y no pudo negarme la entrada. Yo sabía mejor que nadie que todo este lío se había generado por su maldita costumbre de contar las cosas que no debe.







N/A: Eso es todo por hoy!! Espero que les haya gustado. 

Próximamente las restantes noches <3

2. Si tú quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora