Especial Nano. Noche 6 - parte 2

2K 245 52
                                    


Los ojos de Ignacio se abrieron enormemente y se apresuró a ponerse de pie para apartarse de mí. No respondió en voz alta pero su respuesta fue bastante evidente ya que se dirigió de inmediato al baño. A pesar de todo, él no quería hacerlo realmente conmigo.

Lo seguí y lo observé ingresar a la ducha.

—¿Vas a mirarme mientras me masturbo? —consultó de mala gana.

Ignacio estaba desnudo, frente a la ducha preparado para deshacerse de esa erección. Claro que se quería ocupar de ella y claro que yo no debería estar allí. Pero qué más daba. Yo había hecho con mi mejor amigo algo que nunca había hecho con ningún hombre: lo había besado.

Sin pensarlo demasiado terminé de quitarme la poca ropa que tenía, quité la cinta de la una de las batas que descansaba en la percha, y me adentré a la cascada frente a la mirada atónita de mi amigo.

—¿Qué estás...?

—Shhh —dije arrimándome a él para ponerle la cinta en sus ojos.

Ignacio retrocedió unos pasos hasta que la pared lo detuvo y esperó pacientemente que atara la tela por detrás de su cabeza.

—No debes hacer esto, en serio, Nano ­—se apresuró a decir y mi respuesta fue una carcajada. No podía pedir que me detenga justo en ese momento.

—Tú imagina que un chica que te está ayudando...

—Tan cliché —sonrió subiendo sus manos hasta mi pecho. —No hay tetas aquí. No puedo imaginar algo que no está.

—Justamente por eso se llama imaginar Ignacio, qué intenso —reproché apretando con fuerza el nudo. —Esto es 50 sombras de Nano. Disfruta.

—Idiota —rió de inmediato pero se detuvo cuando mi mano tomó su miembro. —Nano... en serio, no d... debes —jadeó afirmándose de mis brazos, con fuerzas.

—¿Sabes lo que me dicen los hombres que contratan mis servicios? —consulté arrimándome un paso para que pueda sostenerse mejor. —Ellos dicen que estar con otro hombre no se compara con estar con una mujer... las mujeres son lindas, suaves, tienen lo que todos queremos. Pero un hombre sabe dónde tocar, sabe qué le gusta.

—Eso... —comenzó pero no pudo continuar porque un gemido, cuando acaricié la parte correcta, lo detuvo. Se afirmó de mis caderas y me acercó más a él. Nuestros miembros quedaron juntos pero yo no estaba excitado, no por lo menos, como él.

Las manos de Ignacio resbalaron suavemente desde mi cintura hasta mis muslos mientras sus labios se arrastraban por mi mejilla hasta llegar a mi oído.

—Sabes Nano —susurró con una voz profundamente excitada. —Tú no eres el único que sabe acerca de estas cosas...

—¿Ah no?

Sus manos se apretaron en mi trasero atrayéndome más hacia él y una de ellas se dirigió a mi parte sensible robándome un escandaloso jadeo.

—He leído muchos mangas durante todo este tiempo —continuó acariciando con suavidad. En ese momento yo intentaba resistirme, pero todo allí era tan confuso. Quería que lo dejara, que no me tocara más porque estaba consiguiendo que mi miembro se endurezca, pero al mismo tiempo no quería dejar de tocarlo porque sabía que faltaba poco para que se viniera. —Hay un par de mangas del género Yaoi que son bastante interesantes.

—¿Yaoi? —consulté intentando apartarme un poco de él ya que su agarre no me permitía seguir con mis movimientos manuales.

—Sí, yaoi —repitió liberando la mano que tenía en mi nalga para llevarla a nuestros miembros y comenzar a masajearlos.

Un gemido salió de mis labios por lo que rápidamente procedí a esconder mi rostro en su pecho. Ya con mis manos libres, ya que él se estaba encargando de la situación, abracé su cuello y me afirmé de él. Pero para ser sinceros ese agarre, tanto el suyo como el mio, comenzaban a flaquear a medida que pasaban los segundos.

—No resisito —murmuró cuando todo mi peso se cargo en su cuerpo porque la excitación que yo había alcanzado era insostenible. Resbaló por la pared hasta quedar sentado dejándome a horcadas sobre él.

Ninguno de los hombres con los que había estado se había tomado la molestia de prepararme o siquiera mastrurbarme. Era yo el encargado de aquello. Pero no Ignacio. Él se había preocupado por mi satisfacción también.

Cerré los ojos cuando me di cuenta que estábamos demasiado cerca y él no estaba viéndome. Era ridículo que yo sólo yo me fijara en cada detalle de su rostro, y lo fue más cuando su sonrojo contrastando con sus pecas me puso aún más duro. Ignacio definitivamente era un muchacho apuesto y ciertamente sabía con exactitud lo que hacía. 

Llevé mis labios a su cuello e intenté con fuerzas imaginarme que estaba con otra persona y no con mi mejor amigo, porque no quería, de verdad no quería arruinar lo que habíamos construido durante todos esos años. Pero era imposible cuando era su aroma el que inundaba mi nariz y cuando podía reconocer a la perfección el tono de su voz entre sus jadeos.

Yo fui el primero en llegar al clímax. Me aferré a sus cabellos con fuerza y jadeé su nombre contra sus labios cuando sentí que ya no podía contenerlo más. Mi respiración pesada estuvo sobre su rostro hasta que sentí cómo Ignacio lo alcanzaba también.

Luego de aquello nos quedamos unos segundos allí, sentando en la ducha bajo la lluvia tibia mientras nuestra respiraciones intentaban volver a la normalidad.

Ignacio aún tenía la venda y yo no podía abrir los ojos, no quería ver su rostro porque sentía pánico acerca de qué me provocaría encontrarme con su gesto de "acabo de tener un orgasmo junto a mi mejor amigo"

Sus manos ya no estaban tocándome pero por alguna razón yo me encontraba insatisfecho. Nosotros sólo nos habíamos acariciado, no habíamos llegado a tener sexo, pero él había hecho un gran trabajo conmigo y yo quería, urgentemente, sentirlo dentro de mí. Nunca antes me había pasado y eso me asustaba un poco.

Me acerqué más a él y abrí mis ojos justo en el momento en que una sonrisa burlona se pintaba en su rostro. Ignacio sabía perfectamente qué era lo que yo quería.

Pero cuando sus manos volvieron a afirmarse en mi trasero y nuestros miembros volvían a tocarse, el teléfono comenzó a sonar para avisarnos que el tiempo había terminado.

Me quedé estático un minuto hasta que el ruido se tornó insoportable.

Sin decir una palabra me liberé de él para ponerme de pie y fui a contestar. El hombre me dijo que quedaban 5 minutos, le di una afirmación y corté. Ese hombre quizás nos había salvado de hacer algo de lo que nos arrepetiríamos luego.

—Si tú hubieras cedido antes y no hubieras armado un escándalo, como siempre, hubiéramos podido hacer más cosas —dijo saliendo del cuarto de baño con su ropa interior puesta. Yo por el contrario aún estaba desnudo.

—¿Quién fue el que se puso a llorar? —consulté recibiendo mi bóxer de su parte y buscando el resto de mi ropa.

No me podía creer que estuviéramos hablando como si aquello hubiera sido natural entre nosotros. Quiero decir, era todo menos natural.

—Oh vamos, estaba borracho. Pero aún así sabía lo que quería hacer contigo.

—Pobre víctima —reí terminando de cambiarme. 

Lo observé mientras él se vestía y sonreí cuando vi que había dejado una marca en su cuello. La venganza sabia dulce.

Una vez vestido me indicó que pase delante de él, pero antes de cruzar el portal me afirmó con fuerza y plantó un corto beso en mis labios.

—Nada de lo que pasó aquí va a pasar fuera de esta puerta Nano ¿Entiendes?

—Claro que lo entiendo Ignacio ¿No había sido esa la idea desde el principio?

Me liberé y salí con tranquilidad. Yo sabía a qué se refería. Lo que habíamos empezado allí, minutos antes, no lo terminaríamos esa noche en casa, lo terminaríamos durante la noche siguiente.

2. Si tú quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora