Especial Nano. Noche 6 - parte 1.

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Tiziano no hizo preguntas ni dijo nada. Él abrió la puerta y me invitó a cenar.

Durante esos tres días hablamos de idioteces y miramos la televisión. Ninguno de los dos mencionó mi presencia allí. Sólo lo hice una vez para informarle que me quedaría una semana y que debía prestarme algo de ropa hasta el lunes cuando fuera por mis cosas a casa de Ignacio. Asintió en silencio y cambió la película por una serie.

El lunes me presenté en el departamento. El encargado del edificio me abrió el lugar sin decir nada, esperó a que retirara una mochila con ropa y algunas cosas, y cerró dándome las buenas tardes.

Unas horas después me presenté en el hotel donde Ignacio ya me esperaba, sentado en la barra, con una cerveza en sus manos y una mirada seria. Estaba seguro que allí, durante esas horas no tocaría el tema de la discusión que habíamos tenido el viernes anterior, pero de todas maneras sabía que aquello iba a ser lo más incómodo que nunca antes habíamos vivido.

—Hey —saludé provocándole un respingo. Él me observó con sus ojos como platos y se movió un taburete para cederme el suyo.

—Pensé que no ibas a venir.

—Trabajo es trabajo —dije encogiéndome de hombros. Pedí una cerveza y esperé las órdenes del "señor".

Pero Ignacio no se puso de pie en seguida. Tomó muchos tragos antes de indicarme que nos dirigiéramos a la habitación. Por supuesto yo bebí también. No estábamos en su casa y él no era nadie para prohíbemelo, pero lo que si era cierto era yo no estaba ebrio e Ignacio sí.

En cuanto atravesamos la puerta se quitó la camisa mientras caminaba hacia la cama y sacó sus zapatillas. Me limité a mirarlos desde el portal.

¿Por qué se había quitado la camisa?

—¿Te bañaste antes de venir?

—Lo lamento... ¿Qué dijiste? —consulté bastante perdido. ¿Yo había oído bien?

—Te pregunté si te bañaste antes de venir —lo observé unos segundos y asentí un poco perdido. —¿Te preparaste?

—¿Qué?

—¿Estás sordo? —continuó, esta vez, sacándose los pantalones y quedando sólo en bóxers. —¿Te preparaste?

—¿Para qué?

Ignacio me miró fijamente y alzó una ceja como preguntándose ¿Acaso eres idiota? Pero no dijo nada, se arrastró en la cama y palmeó el lugar junto a él.

—¿Qué esperas?

—Estás borracho, o loco, no sé. Pero si estás pensando que

—No lo estoy pensando. Lo vamos a hacer —aseguró con convicción.

—Ya hablamos de esto.

—Lo sé. Pero lo vamos a hacer y punto —insistió.

Lo miré sin poder moverme. Literalmente no pude hacer nada. Nunca lo había oído tan convencido de algo.

Largando un suspiro me acerqué al frigobar. Si iba a hacer eso, debía estar más ebrio. Ignacio no mencionó palabra, espero pacientemente hasta que arrastré mis pies a su lado. Tragué saliva antes de comenzar a quitarme la ropa vigilado por su intensa mirada y me detuve cuando mis manos llegaron a mis pantalones. Eso estaba mal.

—Continúa.

—De verdad Nacho, esto —comencé a decir pero me detuve cuando Ignacio llevó sus manos a mi cinturón.

2. Si tú quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora