Capitulo 22

2.2K 273 24
                                    


Maratón 3/4

Desperté cuando me di cuenta que mi casa había sido invadida. Podía oír las voces de Ignacio y Nano, ellos trataban de susurrar pero nunca se han caracterizado por tener voces suaves; respiré profundamente y me metí al baño para darme una ducha.

Con lo que había pasado ayer no quería ver a Ignacio y mucho menos a Nano quien era al yo creí que tenía la mayor parte de la culpa en lo que había pasado con Tomás, después de mí claro está. Sin embargo no podía ir y echarlos... no porque no quisiera, aún no tenía la fuerza suficiente para sacarlos por la fuerza y vamos a ser sinceros, eran dos contra uno y yo siempre fui más pequeño que ellos.

Arrastré los pies a la cocina y los miré primero a uno y luego al otro.

–¿Qué hacen en mi casa?

–Buenos días Rocco –saludó Ignacio con voz cálida, en cambio la mirada que me dedicó Nano fue la peor que me había dedicado en el último tiempo. ¿Por qué me miraba así en mi propia casa? ¿Tenía que recordarle dónde estaba la salida si no le gustaba mi presencia?

–¿Qué tengo? ¿Me miras como si fuera yo el que está fuera de lugar? –dije observándolo directamente, él apretó los puños.

–No estoy aquí por decisión propia.

–Pues entonces vete.

–Chicos, chicos... vamos, es muy temprano para que peleen ¿No creen?

–Este idiota me obligó a venir –continuó ignorando al otro chico –por alguna extraña razón dice que te debo una disculpa.

–Sinceramente Nano, no quiero nada que venga de ti. No después de lo que me hiciste.

–¿Lo que te hice? –soltó una carcajada sarcástica y quiso acercarse a mí pero Ignacio se lo impidió. –Todavía no te hago nada pero tengo muchas ganas de golpearte así que no me provoques.

–Te recuerdo que esta es mi casa, sino quieres que te ataque lárgate, no quiero ver a nadie mucho menos a ti.

–Eso es todo, me voy.

–Bravo.

–¡¿Acaso tienen 10 años?! –gritó Ignacio con voz ronca. Ambos bajamos la mirada al piso y no pudimos responderle, creo que era la primera vez que lo oía tan enojado. –Entiendo que entre ustedes han pasado cosas, pero somos todos amigos y creo que ambos deben decirse un par de cosas además de pedirse disculpas. Yo seré el mediador aquí y nadie se irá hasta que el tema se solucione.

–El "tema" nunca se va a solucionar porque por culpa de este idiota Tomás terminó conmigo.

–¿Disculpa? ¿Yo fui el culpable? No me jodas Rocco, tú sabes perfectamente que la culpa fue tuya.

–Gran parte de la culpa pero tú estuviste metido en el medio todo el tiempo, nunca me dejaste explicarle las cosas.

–Yo sólo te salvé dos veces, la primera para que Tomás no te hiriera y la segunda para que no te golpeara –larga y dejo de respirar. Es la segunda vez que mencionan que Tomás me había querido agredir, pero aún así no podía creerlo, él... Tomás me amaba lo suficiente como para no golpearme ¿No? –¿Por qué te quedas callado? ¿Porque tengo razón no? De todas maneras no pienses que lo hice por ti. Si lo hubiera dejado hacer eso el que hubiera terminado más lastimado hubiera sido él, no tú.

–Obviamente no lo hiciste por mí, nunca hiciste nada por mí, después de todo ustedes nunca fueron mis amigos. Para ustedes yo sólo era el novio de Tomás –arrastro una silla exageradamente y apoyo mi trasero en ella porque siento que caeré en cualquier momento. Hay una bolsa con frutas en la mesa así que tomo una naranja y comienzo a pelarla, necesitaba energía si quería defenderme, aunque fuera un poco.

–¿A mí por qué me metes? –quiere saber Ignacio sonando realmente ofendido. –En ningún momento me metí en la relación que ambos tenían, sí te puedo decir que entiendo por qué él terminó contigo porque, vamos Rocco, debes hacerte cargo que actuaste estúpidamente mal, pero nunca me puse de ninguno de los dos lados. De hecho hasta me puse feliz cuando me enteré tu relación con Demian.

Quise gritarle. Quise asegurarle que entre Demian y yo sólo había una amistad, quise decirle las cosas que le había dicho más de una vez a Tomás pero estaba cansado, ya no podía seguir excusándome, no tenía sentido que siguiera explicando algo que obviamente ya todos tenían asumido que era así. No pude respoderle y miré a Nano porque él iba a decir algo, pero se detuvo poniéndose pálido. Otra vez yo había empezado a llorar.

Dejé mi naranja recién pelada a un lado y oculté mi cara entre mis manos para tapar un poco de mi lamentoso estado. No podía mirarlos a la cara, pero me imaginaba sus gestos: Ignacio seguramente estaba preocupado, Nano en cambio estaría satisfecho.

Oí que arrastraron las sillas y supuse que se habían sentado, pero no los miré por mucho rato. Alguno de ellos me pasó un vaso con agua que lo bebí quitando sólo una de mis manos de mi rostro para volverlo a cubrir rápidamente; luego una mano acarició mi espalda pero la aparté con rudeza, lo que menos quería de ellos era lástima, pensé que se lo había dejado claro a Ignacio el día de ayer.

–Quiero estar... estar solo –hipé cuando supuse que podía hablar. –Por favor.

–¿Acaso estás demente? Si te dejamos así quizás hagas una locura –dice Ignacio con horror. No. Él estaba equivocado, yo era demasiado cobarde para hacer algo que atentara contra mi existencia, lo había meditado la noche anterior y había llegado a aquella conclusión. Respiré profundamente y los miré.

–De verdad, voy a estar bien, pero quiero estar solo.

–Ya te vimos llorar, no creo que veamos nada peor que eso al quedarnos ¿No?

–Nano –la voz de advertencia de Ignacio fue realmente espeluznante. –Termínala por favor.

–Déjalo Ignacio –pido mirando el techo para aguantar las lágrimas. –Tiene razón, no hay nada peor que verme completamente quebrado. Deberías sacar una foto porque será la última vez que me veas así.

–Pues entonces debería.

–Muchachos, en serio ¿Tengo que actuar como su madre? –ninguno de los dos respondió nada así que éste se limitó a suspirar. –Ahora Rocco ¿Por qué no nos explicas lo de Demian?

–¿Para qué? Si de todas maneras ustedes creen que él es mi "nuevo novio", no serviría de nada que se los tratara de negar –masajee mi cabeza y me puse de pie en busca de una cerveza pero Nano me la interceptó cuando regresaba a la mesa.

–Estás tomando medicamentos, deja que la tome Nano –se apresura a decir Ignacio cuando quiero arrebatársela y no en los mejores términos. Respiré para calmarme y me senté. –Vamos, explícanos, queremos entender... aunque no lo diga, Nano tiene aún más curiosidad que yo.

–Cierra la boca.

–Pero es verdad –rió tirando su mano para revolver su cabello. –Tenemos todo el día Rocco, puedes empezar cuando estés listo.

–Ustedes deberían estar estudiando.

–Yo no tengo todo el día –me interrumpió Nano de mala gana. –Habla.

Suspiré exageradamente y tomé la naranja de nuevo, esperaba ahora poder comerla porque de verdad, de verdad necesitaba energías.

2. Si tú quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora