Capitulo 33

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Mientras el agua de la ducha me golpeaba fuertemente el rostro intentaba recordar qué había pasado anoche, pero ni una sola imagen venía a mi mente. No entendía por qué Nano dormía conmigo o por qué Ignacio estaba en mi sofá, no sabía de quién era ese número en mi teléfono y por qué había llamado tantas veces. Había muchas cosas que quería inventar para responder aquellas preguntas, pero mi estado era tan malo que ni siquiera podía hacer eso.

–¿Por qué estás aquí? –consulté a Ignacio que se levantó del sofá para noticiarse de quién era el intruso en la cocina.

–¿Estás bien?

–Tengo resaca. ¿Por qué estás aquí?

–Bueno, no tenías otra cama donde pudiera acostarme ¿no? –quiso saber sarcástico volviendo a acostarse. –¿Sigues deprimido?

–Cierra la maldita boca.

–¿No vas a matarte no? –insistió. Eso fue directo. Largué una carcajada de burla pero no le respondí. –Voy a dormir un poco más.

–Has lo que quieras.

Busqué en las alacenas algo para comer. Mi estómago estaba revuelto pero dejarlo vacío lo empeoraría aún más; todavía tenía recuerdos de los "trucos para recomponer el cuerpo luego de una noche de fiesta". Esos solían ser buenos tiempos.

Encontré un paquete de fideos y sonreí ¿Qué mejor que carbohidratos para la absorción del alcohol?

Mientras esperaba pacientemente a que hirviera el agua noté que el teléfono de Ignacio, que estaba abandonado sobre la mesa de la cocina, no dejaba de titilar en busca de atención. Intenté despertarlo pero al parecer se había dormido profundamente por lo que decidí ver a qué se debía la luz de su pantalla.

Apenas ingresé encontré muchas notificaciones. Mensajes, llamadas, burbujas de chat, mails... no sabía que él era tan popular. Fui a las llamadas y tragué duro: todas eran de Tomás. ¿Por qué tenía que llamarlo tanto? ¿Acaso no se estaba divirtiendo con Tiziano? Revisé los mensajes y también eran de él, uno tras otro preguntándole si habíamos llegado bien, dónde estábamos, si habíamos salido, si Nano estaban con nosotros, si él estaba conmigo.

¡Qué demonios le importaba lo que yo hacía o dejaba de hacer!

Respiré varias veces antes de volver a dejar el aparato en su lugar y apenas lo apoyé allí comenzó a vibrar ruidosamente. Vi la llamada entrante pertenenciente a Tomás y noté que el número al que tanto le había marcado la noche anterior afortunadamente no era el de él... lo que no sabía era de quién era y eso quizás era aún más grave.

Cuando la llamada se cortó me apresuré a sacarle el vibrador y dejarlo en completo silencio. No quería seguir siendo torturado con una llamada que evidentemente mi amigo no atendería porque quería seguir durmiendo.

–Tengo hambre –reclamó Nano ingresando a la cocina y dejando caer su peso ruidosamente sobre la silla. –¿Oiste Nacho? Tengo hambre.

–Déjalo descansar, ya estoy cocinando... ¿Oye por qué dormías conmigo?

–¿Tú me quisiste conquistar y el interrogado soy yo?

–¿Disculpa?

–Oh... no me digas que no recuerdas que me preguntaste sobre si estaba disponible y luego me cotejaste toda la noche –continuó con seriedad. Eso no podía ser cierto ¿Verdad? –Por eso dormimos juntos. Insististe en que durmiera contigo porque tenías el corazón roto y querías un pecho masculino en el cual llorar.

2. Si tú quieresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora