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Clarissa

-¿Estás segura que no quieres que volvamos, mamá? –La voz de Faye se quiebra por milésima vez. Carraspea-. Te juro que no habría problema si...

-No, hija. No. No queremos arruinar su luna de miel. Apenas llegan... –Siento pena por ella y su ahora nuevo marido. Según me dijo apenas atendió el teléfono, recién habían terminado de desempacar todo, luego de su corta estancia en el hotel, cuando la llamé para darle las noticias. Para ese entonces sonaba muy feliz.

Ahora casi que no puede respirar.

-Podemos posponerla.

-No.

-¿Y Cris...?

-No –repito duramente. Del otro lado se hace un silencio sepulcral. Quizás fui un poquito agresiva-. Quédense y disfruten de sus vacaciones. De esto nos encargaremos tu padre y yo.

Susurra un "como digas" levemente audible. Sólo yo puedo conocer tanto a mi hija que sé cómo debe sentirse al respecto. Debe sentir unos deseos terribles por teletransportarse aquí, donde su hermanita se halla sentada, para darle un inmenso abrazo.

-Pásame con Cristina –me pide, y si bien dudo un instante, puesto que mi pobre niña asimismo sufría por lo ocurrido, obedezco. Camino unos pasos hacia donde ella está, con el rostro hundido en las piernas y Adrián acariciándole la espalda, y le digo que Faye quiere hablarle. Levanta la cabeza y rápidamente agarra el aparato, como si acaso fuese una botella de agua y ella estuviese en medio del desierto.

-¿Hola? –dice suavemente. Tampoco le salen las palabras. Vuelve a largarse a llorar. Tiene las mejillas hinchadas, pegajosas y manchadas de negro. Se seca como puede con las mangas de su remera-. Oh, Faye, no sabes lo que ha pasado...

Como si no lo supiera. Se va derecho a la cocina para charlar más tranquila, a solas. Me siento donde mi hija estuvo sentada todo este tiempo, donde contó cada detalle de su encuentro con el demonio ése.

El hijo de los Vulture.

-Bueno... -Adrián se frota la frente-. Otra vez, volvemos a la contienda.

Estoy hecha una piedra, petrificada, sujetándome las manos sobre el regazo y mirando a la nada misma. Giro mi cabeza como una poseída y lo observo, enfadada. ¿En serio hizo un chiste? ¿Ahora? No parpadeo. Su mirada se cruza con la mía.

-Oh, vamos... Solucionaremos esto. Seguiremos como estamos. –Frunce el ceño-. Tiene a su familia, a Jeremy y a Val. ¿Qué más necesita?

-Ser normal –respondo al segundo-. Con una vida normal.

-Es un ángel. Somos ángeles. Manejamos el Reino de los Cielos. Estoy seguro de que eso está un poco fuera de lo normal.

-Ya sabes a lo que me refiero. No actúes como un idiota, Adrián.

Me levanto y me dirijo al ventanal. El día está gloriosamente soleado afuera. Veo como la luz se proyecta sobre las flores y los arbustos del jardín, y sobre el enorme espacio verde donde mis niñas solían corretear y jugar cuando eran pequeñas. Recordar a Cristina así me parte el corazón, y se me llenan los ojos de lágrimas.

Y pensar que podría parir un hijo de él...

¿Qué será de mi dulce niña?

Luz y Oscuridad [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora