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Cristina

-¿Esto es porque te corrí la cara antes de llegar al orgasmo? –me atrevo a inquirir.

Damián abre los ojos como platos. Dirige su mirada a Val, que también se sorprende con la pregunta incómoda.

-Que no te importe. Ya lo sabe.

-Ah. ¿Se lo has contado?

-Las mejores amigas nos contamos todo, Dam –responde Valerie por mí. No lo hubiera podido decir mejor.

Mi pareja toma aire por unos segundos. Sin quitar la vista del camino, ni las manos del volante, responde muy diplomáticamente:

-Ángel mío, no estabas preparada, y no pienso culparte por eso. Mi relación contigo no está arruinada ni mucho menos.

Se me vienen automáticamente a la cabeza imágenes (placenteras, pero avergonzantes) del cabello oscuro y espeso de Damián entre mis piernas blancas, temblorosas; y hasta imagino de vuelta el riquísimo olor de su piel, de su aliento y de su crema de enjuague. Oigo mis gemidos y los suyos. Me transporto al momento en donde estoy sintiendo cómo mis nervios se revientan uno por uno en un segundo electrizante y sumamente excitante, pero aun así, elijo temerle al momento y quitar su cara de en medio de mi entrepierna. No puedo quitarme de la cabeza, finalmente, su expresión atónita y confundida. No quería que pensara que lo estaba haciendo mal. Después de unas treinta y cinco veces de pedirle disculpas, y pidiéndole que no creyera eso de él mismo, pone su mejor expresión seria y taciturna y me abrazó largamente. Nos terminamos quedando dormidos.

-¿Y entonces... qué fue eso del... Vaticano, vida mía? –pregunto, sonriendo cual esposa feliz y obediente de los años cincuenta que, pese a todas las cagadas que se mande mi esposo, yo siempre voy a estar ahí para apoyarlo y darle una patada en el trasero.

-¿Lo del Vaticano? Mi venganza por lo que te hicieron, querida. Ya te lo he dicho.

-Sí, pero... Creo que tienen razón. Creo que fue, en serio, demasiado.

-Es cierto –agrega Val.

-Bienvenida al noviazgo con un demonio, querida. Somos unos perversos.

-Me he dado cuenta –manifiesto, recordando la situación que tuvimos que atravesar hacía menos de una hora.

-¿Creen que lo habrán hecho en serio? ¿Lo del marido de Viola?

Damián frunce el entrecejo.

-Espero que no. Por el bien de su integridad física, espero que no hayan buscado meterse con Viola y conmigo.

-¿Se viene un incendio en la Mansión Vulture? –bromeo.

-No me des ideas.

Abro los ojos como platos. Mejor me callo la boca.

-Pienso que deberíamos ayudarla. No debe ser fácil enterarse de algo así. Si hubiera sido ella, no sé qué hubiera hecho. –Valerie sigue preocupada por su profetisa amiga.

Nos adentramos por el camino en medio del bosque de Drawnwood. Es en esta parte del trayecto donde todo se ve más oscuro y tenebroso, con los altos pinos trabándonos el acceso a la luz. Cae la noche en el pueblo, y Damián resuelve encender los faros, lo cual vuelve todo más siniestro. Hasta podría jurar que estoy viendo una sombra acercarse al vehículo con suma rapidez y ligereza...

No. Debo estar alucinando.

-¡Un lobo! –grita Valerie desde atrás, irguiendo el brazo, señalando hacia la ruta de tierra.

Luz y Oscuridad [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora