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Cristina

-¿Cómo es que le compraste un auto a mi hija, Damián? -Ahora mi madre se propuso tutearlo; no para demostrar simpatía hacia él, sino más bien de una forma despectiva, quizás remarcando que ella es una señora distinguida que rige un reino milenario, y él es apenas un joven que está aprendiendo a cómo ser rey de un mundo caótico. Bueno, sin duda alguna lo estaría en este momento de no ser porque huyó de la casa hace bastantes meses y la totalidad de su tiempo se la pasa conmigo ignorando lo que debería hacer o ser un verdadero Rey del Infierno. Por lo menos está intentando descubrir sus poderes mientras Viola le recuerda sus tradiciones satánicas; lo único que le queda de su mundo anterior a mi relación con él.

-Pensé que podría necesitarlo, Su Majestad -contesta él distendidamente, ignorando al parecer que la situación no puede ser más desagradable que esto. Ni siquiera puedo digerir la pizza que pedí para el almuerzo, y sabe increíble.

-Es que... Mi hija no sabe conducir.

-Le he estado enseñando estos días, y déjeme confesarle que cada vez lo hace mejor. -Damián me sonríe con orgullo, y tal vez, en otras circunstancias, le hubiera devuelto una sonrisa todavía más amplia y afectuosa. De no ser porque estoy viendo cómo a mi mamá se le cae la mandíbula de asombro.

Ella parece ahogarse con el vino, y apoya la copa lo más suavemente que le permite el pulso tembloroso.

-Oh, cielos... Al parecer me he... perdido unas cuantas cosas. -Levanta una ceja. Se está sintiendo cada vez peor. Estar frente a Damián y Viola contándole vivencias divertidas conmigo le resulta una enfermedad dolorosa cuyo proceso de sanación pareciera no tener fin. -Entonces, quiero pensar que... todo ha salido bastante bien. La has pasado bien, ¿no, cariño?

Algo me dice que está esperando a que corra a sus brazos, cubierta en un mar de lágrimas, rogándole que me lleve a casa y que me aleje de estos seres oscuros que quieren convertirme en un sacrificio para Lucifer. Sé que eso es lo que hubiéramos esperado ambas hace unos años atrás, cuando todo era muy diferente, y yo iba a casarme con Jeremy y jurar odio eterno a cualquier demonio, especialmente los Vulture, nuestros némesis desde hace cientos de años.

Sí. Mas ahora todo ha cambiado.

No puedo asegurar que yo me hubiera visto así de pequeña. Por supuesto que de adulta no hubiera deseado ser la novia de Damián Vulture; pero ver cómo mi hermana mayor me traiciona hasta casi dejarme muerta y tirada en el Vaticano, con la complicidad de mis padres, me hizo replantearme el Bien y el Mal, discusión religiosa y filosófica que creía nosotros los ángeles teníamos bastante solucionada. Hoy veo que no.

La bondad no siempre tiene alas blancas, y la maldad, no siempre ve con ojos rojos.

-Mejor que estando con ustedes, sí. He estado mejor. Aunque... debo admitir que al principio sí, fue difícil. Sé que quieras que diga esto, así que te lo diré, pero no de la manera que esperas: me escapé con un demonio y su tía sin saber muy bien por qué, sin saber si era amor o sólo un juego, y tal vez lo hice porque no tenía otra opción. Tenía miedo. No obstante, tenía más miedo de morir en manos de mi propia familia. Les hubiera dado una oportunidad para decirme que estaba loca, y que no debía salir con Damián. La perdieron, sin embargo, y el destino nos llevó a esto. Dime, madre, ¿fue todo mi culpa? ¿No serán ustedes un poco responsables de haberme tirado al azar del destino?

Mis crudas e inesperadas palabras le chocan como una gran roca sobre la espalda. Cada uno de sus rostros marcan emociones distintas: Viola se queda observándome un momento, y una vez que pudo procesar mi discurso, comenzó a asentir con la cabeza con honradez, afirmando mi dicho. Damián hace un leve movimiento de cabeza que supongo significa lo mismo.

Luz y Oscuridad [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora