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Damián

Lo reitero, por si acaso ya no había quedado claro en las anteriores veces que lo dije y lo pensé: que un sentimiento así de profundo me relacione con Cristina White es ciertamente muy ilógico, muy fuera de lo estipulado. Se supone que un amorío entre un ángel y un demonio es antinatural, y por consiguiente, es prácticamente imposible que ambos miembros de las especies opuestas se puedan sentir atraídos física o mentalmente. Sin embargo, si así fuese, si esas reglas de la naturaleza fueran reales y absolutas, entonces ¿cómo explico que el corazón se me esté destrozando ante la idea de que esa chica tenga que partir? ¿O cómo puedo siquiera describir lo que siento cuando la veo, la toco y hablo con ella? Es como si viviese siempre al borde entre la vida y la muerte con Cristina: por unos momentos mis pulmones se llenan de aire vigorizante, para luego vaciarse por completo en desesperante agonía. Significa que cuando estoy a su lado respiro, pues ella me da vida, y a la vez, no, me la quita de las manos. Mi corazón late tanto que pareciera que fuera a salírseme del pecho, y después deja de bombear. Me estremezco ante su sola presencia, me hago trizas cuando estoy frente a ella y me siento en una dimensión completamente nueva cuando me besa.

Sus besos... No puedo de ninguna manera compararlos con algo extremadamente bello que haya vivido en el pasado. Es una sensación nueva; todo lo que Crissy me produce en el cuerpo es nuevo. Estoy seguro de que jamás miré de la forma en que la miro a ella a otra mujer, y con mucha razón... ¡si es más hermosa que cualquier otra! Todo hombre que la observe la describirá como la más bella del mundo. Cada uno de sus rincones, de sus curvas, está perfectamente milimetrado dando lugar a una increíble simetría de sus facciones y movimientos. Su mandíbula redondeada; sus ojos gigantes que te paralizan cuando te observan, cual mito de Medusa; sus finos labios rosados que cuando sonríen dejan entrever una línea de dientes blancos y perfectos; y su nariz algo respingada y pequeña. Su rostro es pequeño, y su cabello cae sobre sus hombros en lo que yo imagino lo harían las míticas cataratas de la ciudad legendaria de El Dorado. Su cuerpo asimismo es chiquito y delgado, pero de ninguna manera se asemeja al de cualquier mujer de su edad: para tener dieciocho años, está de infarto, es fatalmente asombroso; tanto que cada vez que la miro de pies a cabeza mi lujuria explota por sí sola y comienzo a soñar con todos los potenciales sitios en donde podría desnudarla y hacerla mía.

Desde que tuve la oportunidad de pasar unos pocos días a su lado, me veo a mí mismo como un idiota enamorado. Tengo veintiséis y me siento aún más joven, pues de alguna forma esta chiquilla me hace recordar mis años de adolescente. Puedo afirmar que nunca creí que fuera feliz acompañando a una mujer a comprar ropa por varias horas; de hecho, jamás pensé que sería feliz completamente con una mujer, y punto.

Así que ahora me encuentro aquí, sentado en los escalones del porche, fumando otro cigarrillo. Me la pasé fumando toda la noche, no pude pegar ojo. Estaba demasiado ocupado preocupándome por lo que sería de Crissy una vez que se la llevaran.

La castigarán, repito en mi mente una y otra vez, recordando lo que había oído en la llamada de su hermana y lo que Valerie le había advertido luego.

No puedo dejar que la castiguen. Bajo ningún concepto.

No puedo dejarla ir.

¿Alguna vez volvería a ver a Cristina White?

-No sabía que fumabas.

Hablando del rey de Roma, aparece la diosa Afrodita en persona detrás de mí. Con paso lento y delicado, se acerca donde estoy y se sienta a mi lado. Me tomo mi tiempo para examinarla como siempre lo hago: está descalza, con la remera y el pantalón corto del pijama, y con el pelo sin peinar. No lleva maquillaje. Está simplemente preciosa.

Luz y Oscuridad [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora