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12 de julio.

Noche.

Dos años después.

Damián

Siempre creí que Cassidy Daugherty es, ciertamente, una criatura peculiar. Me da la impresión de que ni ella misma se comprende a veces. Actúa como si nada le importara la mitad del tiempo, y la otra mitad se la pasa recriminándome para que todo sea como ella lo desea. Gruñe, regaña y gruñe. Sonríe pícaramente, gruñe, resopla. Ella maneja todo a su favor. Así fue nuestra boda. Un acontecimiento sumamente especial, claro.

Nótese el sarcasmo, diría mi adorada tía Viola, la única que, junto conmigo, estaba muy poco de acuerdo con el compromiso. Cada vez que hablo maravillas de la celebración con otros (porque, por supuesto, no puedo revelar mis verdaderos sentimientos hacia lo que fue la inútil boda) ella aparece de repente detrás de mí para susurrarme esa frase en el oído, cosa que me hace reír un buen rato. Ella más que nadie tiene la razón en todo. Solamente que no pudo hacerme huir de ésta.

Todo cambió muchísimo luego del incidente con Cristina White.

Mi familia, claro está, me había obligado a pedirle la mano en matrimonio, principalmente mi madre. Tengo veintiséis años y ya debí haber proporcionado al menos un sucesor mío al trono.

-Estás haciendo las cosas demasiado lento –me decía.

Yo me empeñaba en discutir, aludiendo a que mi queridísima pareja no estaba lo suficientemente segura de dar este gran paso, mas no importaba lo que quisiera la chica. Cassidy no quería casarse, y todavía no debe querer tener hijos. Es bastante inmadura. Pienso que aún ni se da una idea de que algún día será reina y que debe cumplir con sus deberes. Por lo pronto, sigue bebiendo, consumiendo alguna que otra droga, yendo de fiesta en fiesta y teniendo sexo con al menos tres hombres (o mujeres) por noche. Realmente no me importa, es lo que los demonios hacemos. Lo que me preocupa es que desde el matrimonio ella ya no me desea. Yo tampoco, pero creo que debo tener al menos un hijo con ella antes de que mi familia se entrometa y haya problemas. Pienso que deberíamos intentarlo, mientras pensamos en otras personas... Por lo menos eso.

Yo pienso en otra persona cuando estoy con otras mujeres. Las uso, en realidad. Utilizo sus cuerpos para hacer de mi fantasía algo un poco más real. Tengo que confesar que lo hago el noventa y nueve por ciento del tiempo con los ojos cerrados. La verdad es que no puedo quitármela de la cabeza. Intenté buscarla un tiempo después, pero siempre me colgó. Nunca atendió al teléfono. Tengo que admitir que solía subirme al coche diciendo que iba a dar un par de vueltas, cuando en realidad mi plan era quedarme a unas cuadras de su mansión, antes de que empezara el camino que lleva a ella, para verla cuando salía a pasear con su novio, o con su amiga. Me volvía loco verla. Dejé de hacerlo después de un tiempo a pedido de Viola. Me afirmó que quedaba como un completo acosador (y no estaba muy equivocada), que me lo tomara con tranquilidad, que ciertamente no era un adiós. Ella estaba completamente segura de que iba a volver a verla, porque separados o no, casados con otras personas, pasara lo que pasase, la Profecía seguía en pie.

-Mejor aprovecha este tiempo que tienes sin ella –me tranquilizaba-. Créeme, vas a extrañarlo cuando la tengas todos los putos días contigo.

Ella reía, pero yo realmente no podía calmarme.

Yo imaginaba en mis adentros, cada vez que mi tía decía eso, que nunca me cansaría de Cristina White.

Así que la dejé ir, y la espero.

Después de dos años...

Siempre estoy esperándola.

Luz y Oscuridad [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora