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Damián

Durante el viaje no hubo ninguna conversación relevante, lo cual nos amargó la noche y quebrantó toda posibilidad de haber tenido una "cita perfecta"; y al final, cada quien fue a su habitación, sin nada más que decir. Yo cierro la puerta con llave, y me complemento con la oscuridad, que pareció abandonarme por todo este tiempo que estuve acompañado por un ser celestial que emana luz reconfortante a cada paso que da. Al final, cada especie vuelve a su hogar, a su costumbre.

Prendo las lámparas de noche y el cuarto se ilumina tenuemente. Me reconforta ver que hay espacios, recovecos, que no pueden ser tocados por la luz. Me desabotono la camisa y continúo quitándome el pantalón y los zapatos dejando todo en un sillón a mi costado. Me meto en la cama, y prendo la televisión. Voy cambiando de canales; por alguna razón, nada me entretiene. Ni los partidos de fútbol viejos ni las películas de medio pelo logran que me quite de la cabeza la cita con Cristina. Quizás ni siquiera logre pegar ojo toda la noche, puesto que la ansiedad se apoderará de mí y terminaré repasando una y otra vez lo vivido estas últimas horas, y me quedaré planificando cómo destruir medio Vaticano, así hasta que se haga de día.

Suspiro.

Suerte que tengo el perfecto remedio para cuando no puedo dormir y es lo único que quisiera hacer.

Haberle levantado la remera a Crissy, aunque haya sido por una causa noble y nada relativa al sexo, me dejó imaginando cosas. Haber sentido su brasier, haber visto su ombligo, la curva de sus senos (más todo lo que ya he visto esa vez que casi tenemos relaciones), fue algo extraordinario. Se sintió realmente muy placentero, y por supuesto, me dejó con deseos de llegar a más. Mis dedos todavía están temblando. Con desesperada velocidad me bajo un poco el bóxer y encierro dentro mi mano mi genital externo. Mi cabeza comienza a secuenciar imágenes y sucesos pasados, algunos más recientes que otros, aunque sin duda alguna todos me terminan poniendo igual de caliente y loco. Loco por los rizos rubios, por la delicada boca, por la curvatura del cuerpo de la princesa Cristina. No tardo en darme cuenta de que mi brazo sube y baja a mil por segundo.

Estoy sudando, riendo, pasándola increíblemente genial, hasta que unos golpecitos en la puerta me hacen caer en la cruda realidad. Abro los ojos, y sólo soy un solitario idiota que tiene la mano en su pene hinchado. Si hay algo que me hace enojar en serio, es que me molesten cuando me masturbo: es como irte a dormir y soñar con una tierra encantada, y que te despierte un puto despertador para salir a la escuela o a trabajar. Mejor dicho: es peor que eso. Estaba a punto de acabar.

-¿Qué? -con mi mejor voz de "no me interesa a qué mierda vienes, sólo lárgate", abro la puerta y tapo mi llamativa entrepierna por detrás de ésta.

Mi enfado se desvanece por completo y de repente me invade una sensación de felicidad plena, que me recorre de la cabeza a los pies, pues al parecer mi sueño se ha vuelto realidad. La modelo de mis fantasías sexuales ha aparecido y está frente a mí, en pinta y en persona:

-Dam, lo siento. No quería molestarte.

-Cris... Yo... N-No sabía que eras tú.

-Perdona que aparezca aquí y ahora, sin avisar...

¡Qué dices! ¡Alabado sea Satán! Por todos los Infiernos, ¡pídeme que te coja!

-Em... ¡Pues qué casualidad, justo estaba pensando en ti!

-¿En serio? -Arquea las cejas. Bajo la vista solamente para darme cuenta de que sigue vestida con la ropa de antes, y que tiene sus manos ocupadas: en una, tiene una botella de champán, y en la otra, dos copas de la alacena de mi tía.

Debe de haber notado mi incuestionable expresión de asombro, porque lo próximo que hace es explicarse:

-¡Oh, esto! Sí, bueno...Se lo robé a tu tía. Me hubiera encantado sacar el que tienes en el coche, pero, ya sabes... No tengo las llaves. -Mira a los objetos que tiene agarrados y suspira alzando los hombros, haciendo una preciosa mueca de vergüenza mordiéndose el labio, que por supuesto guardo en mis archivos mentales-. Quise evadir la situación quedando como una completa imbécil, y... me arrepiento por ello. No debí haberte tenido miedo.

Luz y Oscuridad [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora