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Viola

La chica del cumpleaños, que apenas reconozco porque supe de su existencia recién esta noche, pero que ubico por su ridícula tiara de princesa y una banda surcándole el torso con la palabra "cumpleañera" en cursiva color fucsia, se acerca a nuestro coche casi corriendo. Bueno... no sé si corriendo es el gerundio que pueda describir la acción que está realizando. Es decir, la muy idiota está tan ebria que apenas puede mantenerse en pie; e incluso así la vemos caminar, como una diosa, intentando no tambalearse lo suficiente como para torcerse los tobillos con esos tacones de punta que lleva puestos. Tiene ambas manos ocupadas con vasos de plástico y el lápiz labial corrido.

Qué habrás hecho, picarona. Me río con fuerza al verla zigzaguear a unos pocos metros del coche, pero por las dudas les aclaro a mis acompañantes:

-Amenaza inminente. Ni se les ocurra bajar las ventanillas.

-¡Chicos! ¿A dónde creen que van? ¡La fiesta recién comienza! –Se apoya en la puerta del copiloto, casi desmayada. Sus enormes tetas golpean el vidrio. Damián se tira para atrás lo más posible, como temiendo que la chica traspasara el cristal y se cayera sobre él.

-Oh, cariño, lo lamentamos mucho, pero debemos irnos ahora. Mi sobrino está un poco pasado de copas. –Le doy unas palmaditas en el hombro a Damián, y éste me mira con su mejor cara de "no me avergüences como siempre lo haces". Casualmente mi sobrino me sirve para excusarme de cualquier situación de la cual quiero salir ilesa.

-¡Vamos, no se vayan! Es que a mí me encantan cuando se emborrachan... Eres muy sexy, ¿lo sabías? Debes ir mucho al gimnasio, sobrinito.

Su risa histérica hace que tanto Valerie como Cristina se estremezcan en sus lugares. La Princesa Angelical se lleva una mano a la frente.

Te entiendo, querida. Yo también quiero que se vaya ahora.

-Muy bien, chiquilla, vete. Ve a tomar con tus amigos, o algo. –La echo con una seña-. Y procura no pintarte los labios si piensas hacer eso, se corre todo eventualmente. Al menos límpiate, te ves fatal.

Piso el acelerador y las ruedas chirrían estrepitosamente. Noto por el espejo retrovisor que he dejado a la pobre chica tirada en la calle. El impacto la deja como una estrella de mar borracha y drogada en pleno pavimento.

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-¿Ahora nos dirás por qué nos llevas a tu casa? –me pregunta Cristina después de unos diez minutos de viaje en completo silencio.

Estamos en la parte del camino en donde no se ve absolutamente nada en los laterales: sólo la ruta solitaria iluminada por las luces del coche.

-Es necesario. Créeme.

-¿Y qué pasa con Cassidy?

No puedo evitar reírme ante la pregunta de Damián. Lo miro con expresión sorprendida.

-¿Ahora te importa tu mujer? –Vuelvo la vista a la carretera-. Déjala, probablemente esté comiéndole las tripas a un perro de por ahí. Estará haciendo algo para saciar su ira. O eso espero.

Quizás vaya corriendo a contarle a la familia. Todo está fuera de control. Debo protegerlos y ahora.

-¡¿Come animales?! –Valerie suena encolerizada. Y cómo no estarlo, son angelitos de Dios.

Luz y Oscuridad [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora