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Cristina

Veo sobre cada mueble del living al menos una vela encendida, y por supuesto, todas las luces apagadas. Damián me espera sentado en el sillón, teñido en tonos naranjas, para hablar conmigo seriamente. A pesar de que me encanta el ambiente, mi corazón late muy deprisa y me siento a su lado todavía sin poder pronunciar palabra. Espero a que se dirija a mí, choco mi frente contra la suya y respirando prolongadamente comienzo a relatar todo lo que por días me ha rogado que le dijera, en voz baja, quizás para cerciorarme de que únicamente yo y él estamos metidos en este plan. Es como si acaso pudiera sentir el temor de Dios, y no puedo soportar la idea de brindarles el mal a aquellos que más me han herido, porque así fui criada: ¿que no fue Jesucristo quien mandó a sus seguidores a dar siempre la otra mejilla? El perdón es sagrado, dicen. Suspiro. Los recuerdos dolorosos reaparecen para romperme el corazón.

-En el Vaticano, hay un subsuelo. Muy, muy por debajo de cualquier lugar conocido por el humano. Se llega por un pasadizo secreto, abriendo una pared, y allí dentro hay una escalera larga, muy larga, que parece como si te llevara al Infierno mismo. Bajas, y bajas, y te ciernes en la oscuridad absoluta, hasta que te encuentras con cosas inimaginables: tesoros, pergaminos, antiguedades, cualquier cosa que delate nuestra existencia y la suya. Todo está ahí. Mi historia, y la tuya.

-Vaya. No me esperaba eso. Malditos cristianos. -Damián levanta la cabeza con las cejas curvadas y luego vuelve a juguetear con los cordones de sus Converse-. ¿Quiénes están ahí?

-Son humanos muy privilegiados del mundo de la Iglesia que saben de nosotros y pueden... conocernos. Interactuar con nosotros. Hay ángeles allí asimismo.

-¿Tienes algún nombre?
-No. Lo siento. Nadie me ha dicho nada. Recuerdo vagamente algunas caras, pero... estaba tan desnutrida...

Dam mueve la cabeza en señal de segura afirmación.

-Bien. -Acaricia mis hombros, los dos temblando debido al rememoramiento del desastre que ha acontecido, y que tenemos que volver a volcar sobre la mesa-. Por un momento hubiera jurado que te habían mandado al Cielo. No podía encontrarte ahí.

Lo niego rotundamente. Ojalá hubiera ido ahí, realmente.

-En el Cielo no hay sufrimiento. No existe el castigo, ni los ángeles pueden sangrar. Nadie llora, ni siente dolor. Si querían castigarme, iban a tener que dejarme en el más tenebroso suplicio del mundo terrenal.

-Entiendo... -Carraspea nervioso-. Gracias, por contármelo. ¿Entonces confías en mí?

No dudo un segundo en responderle:

-Sí, lo hago.

Sonrío con timidez, y nos quedamos mirándonos en silencio, así, con caras tímidas. Él decide reiniciar la charla colocando un mechón de pelo detrás de mi oreja, típico acto suyo hacia mí.

-Cómo lo siento, linda. -Típica palabra hacia mí-. No entiendo todavía cómo es que fueron capaces de destruir, de denigrar la integridad física y mental de una personita tan pura, tan... tan auténtica. -Trato de no largarme a llorar al imaginarme el suplicio, al sentir de vuelta los cortes ardiendo sobre la piel de mi espalda-. Eres la Princesa de los Ángeles. Su Alteza Real. ¿Cómo es que no les dio al menos un poco de... pavor lastimarte así?

-Por encima de mí hay dos personas todavía más poderosas que yo: un rey..., y una futura reina. -Levanto leventemente las comisuras, agachando la cabeza-. Y vamos, que no soy tan auténtica. Por lo menos no para ellos.

-Pues ellos no te merecen. Yo creo que eres auténtica -Damián me sonríe con una de esas típicas sonrisas que él hace cuando quiere derretirme por dentro, bajando los párpados, mirando directamente hacia mis labios para luego detenerse nuevamente en mis ojos-. Eso es lo que te define, para mí, y eso es lo que más me encanta de ti. Eres auténtica. Mírame a mí -bromea, riéndose un poco-. Caucásico. De pelo castaño oscuro. Ojos oscuros y muy atrayentes. Excelente físico. Galán, sensual, divertido, atento. Soy el típico chico que todas las mujeres quieren. No soy nada inusual. -Se ríe, y yo le dedico una mirada fulminante. Como siempre, tan vanidoso...

Luz y Oscuridad [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora