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Me muevo en la cama al sentir algo pellizcar mi nariz y luego la mejilla, abro los ojos y me encuentro con Gabriel, mi bebé encima en mi pecho con una sonrisa que abre corazones, la baba le cuelga graciosamente con sus dientes pequeños de adelante, es un tierno.

—Oh pero que tenemos acá.

Lo tumbo en la cama juguetón y beso todo su cuerpo, su sonrisa y risa traviesa e inocente es lo mejor que puedo recibir en las mañanas.

—¿Estas feliz por haber dormido con papá ? ¿Que si verdad? —le sonreía y movió la cabeza haciendo un si.

Ya tiene un año pero poco es lo que dice y aún no quiere caminar. Aveces se pone a hablar pero no le entiendo mucho, también es bueno para negar y me llama pampam.

Me levanto y lo pongo en mi cuello, salgo de la habitación con el haciendo el avióncito y el caballito. Con una mano libre halo su silla de bebé que adelante tiene donde ponerle su comida y cinturones, lo coloco ahí y le abrocho bien, miro a sus ojos café como su madre.

—Uuu —empezo ha llorar.

—¡Eh! Pero si hace un rato no llorabas, pampam estará triste —me coloco delante de su carita y rozo su nariz con la mía, se queda tranquilo mientras le abro una compota y se la pongo delante para que haga su preciosa obra de desastre ya que no le gusta que se la de.

Me siento en el desayunado y le observo, su cuchara nunca se dirige a la boca si no a la mejilla y nariz, tiene el pelo un poco largo, castaño como el mio y mejillas redondas que dan ganas de morder. El teléfono de casa suena y me apresuró a atender.

—Buenos días señor. Hoy tiene reunión temprano importante con los Ruiz.

—Buenos días Manuela. No lo he olvidado gracias —cuelgo.

No suelo ser muy expresivo y lo de cortes y amable lo hago con personas cercanas a mi persona. La vida no lo ha hecho conmigo. Mi hijo no tiene abuela, según ella mi pequeño tiene culpa de que mi amada no este y mi familia, bueno, se acuerda de mi cuando necesita algo. No tengo hermanos solo una prima con que me llevo un poco mejor. Agarro una manzana verde de la cocina y le doy un mordisco.

—Pampam —llama, tiene las mejillas rojas, nariz y las cejas. Se pone así cuando va llorar.

—¿Que le pasa a mi pequeño? —lo tome en brazos y fui al balcón, la brisa de la mañana lo hacia pestañear varias veces, con sus pequeñas manos me abrazo del cuello y lo pegue mas a mi cuerpo así nos quedamos un rato.



...

—Venga, dejarte poner polvo en tus nalguitas o ¿No te va a gustar estar oloroso como pampam?.

Termine de vestirlo y lo pongo en mi cama, termino de arreglarme, el traje y pelo. Lo tomo en brazos y me cuelgo su bolso, cojo las llaves y mi celular. Un pasillo, otro y listo. Abro la puerta del garaje.

Entro, le abro la puerta y lo pongo en su asiento cómodo, esta se cierra sola y salgo a la carretera conduciendo a su guardería donde siempre se queda llorando y me duele tanto verle de esa manera. Después de dejarlo me dirijo a la empresa que me dejo mi padre antes de morir hace seis años, cuando mi padre murió estaba aun joven para entrar en esto del negocio por lo que un amigo estaba a cargo hasta que me empapara mejor. La he sacado adelante a pesar de todas las cosas que se han ido presentando. Nos encargamos que los vehículos que las personas quieren traer de otros países nosotros nos hacemos cargo a llevar de aquí a otro lugar, es como una exportación. Paso por la oficina de mi secretaria.

—Agenda de hoy en mi oficina —digo sin mirarla y continuó mi camino a la oficina, abro la puerta. Apago el aire, la temperatura esta fresca, me siento en mi silla y su foto me observa. Nos casamos cuando teníamos apenas veintiuno, tres años mas tarde quedó embarazada, nuestro matrimonio apenas duro tres años justo, ya tengo veinticinco años, una sonrisa se formó en mi rostro, acá en el trabajo muy pocos de mis empleados saben de mi vida personal solo han visto como tres veces a mi pequeño.

Miro a mi alrededor. Saco mi teléfono y la puerta se abre.

—Disculpe señor, aquí está su agenda del día.

—Gracias Manuela, en la próxima toca la puerta, por favor —dije y me puse a chequear los papeles.





...



La mañana se me fue rápido, la primera reunión con los Ruiz fue temprano. Me subo al ascensor y le doy al botón dos donde bajo a la cafetería y me tomo un café negro con poca azúcar. Volteó mi reloj, cinco y media, es hora de buscar a mi pequeño. Me marchó a por mi bebé. Ya en el camino la cosa no fue tan tranquila, esta hora donde la gente sale de laboral es agobiante.

Al llegar a la guardería veo a varios padres salir con sus bebés en brazos unos mas grande que otros, algunas son madres solas, otros me miran. Supongo que mi cara de mala leche no es que sea muy de saludar. Camino a la entrada y le hablo a la chica que se encarga de que traigan a mi pequeño y espero, a los tres minutos lo traen, lleva una sonrisa mientras acaricia el rostro y pelo de mi pequeño, otra trae las cosas de mi niño, llega a mi. Saludo con un asentamiento de cabeza y lo tomo en brazos, ofrezco una feliz tarde y me marchó a la salida. Mi pequeño esta medio dormido, abro la puerta y lo acomodo en su asiento y sus cosas al lado, la cierro y me subo.

El tránsito a casa fue aflojando, en el camino se termino por quedar totalmente dormido mientras su dedo seguía en su boquita.

Al llegar a casa fue como siempre, ya despierto, una guerra de risas, dejarlo que haga su precioso desastre con el puré de frutas y luego le di un biberón, lo bañe con ese jabón que me encanta olor a bebe y colocó su pijama dejándolo dormido.

Como algo, me ducho y lo busco a su habitación para dormir con mi pequeño, ya es tarde, el día me paso rápido. Verle dormir es realmente hermoso. Todo este tiempo junto es indescriptible, me fascina verle dormir, bostezar, comer y observarlo mientras va cada día conociendo cosas nuevas. Sus intentos por caminar y todo lo demás.

Papá soltero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora