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Mi querida protagonista.






Aurora

Nereida vino con Gabriel a mi casa, ha sido una gran sorpresa. Me dijo que el pequeño cumple un año y nueve meses, he preparado una rica batida de banana con bizcocho y un pedazo de tarta que tenia en la nevera. Hace un rato Esteban llamo y metí la pata hablado alto sin querer.

—¿Dónde lo acuesto? Se ha quedado dormido —nos reímos ambas, él pequeño se ha bebido once onzas en el biberón de batida y luego un pedazo de tarta embarrando su ropa.

Lo cogí en brazos y subí a mi habitación dejándolo en mi cama, puse mis almohadas a sus lados y saque sábanas limpias. Las coloque a sus lados, lo mire desde el marco de la puerta y luego me aleje, bajando las escaleras viendo que Nereida hablaba por teléfono y colgaba después.

—Le he tenido que dar la dirección al pesado de mi primo, esta hoy en sus días.

—Con su razón —juegue con un mechón de mi pelo, recordé su lengua pasar por mi labio inferior y sus labios pegados a los míos rozándose con los míos.

—¡Aurora te estoy hablando!.

—¡Perdón!.

—Cuenta —se me acerco más al sofá y me miro intrigada.

—¿De que hablas? —reí por su cara.

—Mientras estabas en algún mundo por hay, algún recuerdo lujurioso, te pasabas la lengua por los labios y luego ponías cara de culpable y también sonreias —le di un manotazo y la acuse con la mirada.

—Por favor Nereida —me reí de nuevo parándome del sofá.

—Esta bien, veo que no contaras nada, pues te adelanto que Fabián ya me beso, es decir, nos besamos es todo un encantó —miro un punto fijo.

La mire con una ceja levantada viendo su cara de poseída por aquel desgraciado de cupido y mentiroso.

—¿No crees que van rápidos? —la mire a los ojos.

—Esas cosas ahora del tiempo y que primero las típicas citas y las jodidas flores y que los mensajes monótonos esas cosas no se usan Aurora, además ya a mis veinticuatro años no estoy para eso, necesito una pareja conmigo a alguien que me ame y yo también, claro que tenemos citas y así pero para que esperar al mes y besarnos —elevo sus hombros.

Analice sus palabras, ella tiene razón pero mi verdadero yo aun esta en la antigüedad, no quiere despertar. Prefiere esos menajes monótonos, esas jodidas flores encargadas a mi trabajo para cuando llegue, esas típicas citas me gustan, esas cenas improvisadas y el tiempo aun son lo mio.

El timbre sonó y mire a Nereida que esta normal, camine arrastrando los pies, me eche un vistazo mental, creo estar decentemente. Abrí la puerta y ahí está, miraba su celular, elevo su mirar a mi ojos y se quedo ahí mirándome fijamente, transmitiendo algo que no sabia descifrar.

—Buenas ... —miro su reloj. —Buena tardes ¿será que puedo pasar? —hablo sin dejar de verme fijamente.

—Si, por su supuesto, pasa, bienvenido a mi hogar —entro mirando a sus lados y luego enfoco su vista en su prima.

—¿No estas enojado conmigo? ¿Cierto? —hablaron.

—No, para nada —le hice señas de sentarse, así lo hizo.



Esteban

¿Como enojarme con ella? Mi prima es así siempre. Su casa se siente con un ambiente a hogar, cálido, hay decoración sencilla, colores pasteles y claros, aunque viva sola tengo entendido todo esta en completo orden, una bonita lámpara cuelga por encima de las escaleras madera, pequeño, pero se ve cómodo.

—¿Y mi hijo? —la mire a ella que esta alejada de nosotros cruzada de brazos.

—Se durmió y Aurora lo llevo a su cama, es un afortunado, fue el primero —se empezó a reír mi prima

La mire a ella que había mirado otro punto fijo, como recordando algo y paso sus dedos por su frente y me miro a mi.

—¿Aun queda batida de banana con Bizcocho dentro y tarta? Aurora, quiero probar lo que han hecho a mi hijo —le seguí mirando.

—Claro que si.

Camino doblando en el marco de una puerta que dividía la puerta de entrada, supongo que ahí esta la cocina y regreso con un vaso de cristal con el liquido amarillo claro el hielo resalta arriba, en su otra mano un plato blanco pequeño y un pedazo de tarta.

—¿Quieres sentarte en la mesa?.

Asentí y me senté en un comedor de cuatro sillas, la mesa de un cristal grueso arriba. Las patas color madera, al igual las sillas. La tarta estaba mas que rica y ni hablar del batido. ¿Por qué me comportó de esta manera? ¿Por qué me he tomado esta confianza y mas un día como hoy? ¿Por qué continuó con ella normal como si nada hubiese pasado? ¿Acaso paso algo que deba preocuparme?.

—Ire a ver a Gabriel —añadio mi prima.

Subió las escaleras de dos en dos y gire mi vista a ella que miraba al balcón desde el sofá.

—¿Le molesta que este aquí, Aurora?.

—Jamás, no diga eso, es un placer que estés aquí, es bien conocer donde vive la persona que cuida a su hijo, que lo quiere tanto y comparte con el mucho tiempo ¿no? —hablo acercándose hasta sentarse en la silla de mi frente.

—Supongo —me apoye de codos y la miré a los ojos como la naturaleza verde y puros así como se que opina de los míos como el cielo y el mar, una batalla.

—Ha despertado.

Me giré a mi prima que tenia a un recién despertado bebé grande de Papá. Camine a ella y lo cargue, ya cada día más grande, aun tenía los ojos cerrados y olía a suavizante, seguro fueron sus sábanas. Me senté en un sofá con él.

—Mira Aurora le ha sacado esta foto con su cámara cuándo estaba con la tarta haciendo su precioso desastre, pero se ve muy tierno, riendo con la cara llena de chocolate y apretando la crema en sus manos como si de agua se tratara —me dio la foto y sonreía ampliamente de corazón por tal foto.

—Gracias Aurora.

...

Miro por la ventana de mi casa como el sol se oculta hoy, llegamos hace dos horas. Gabriel juega en mis pies, lo miro y sonrío, con sus dedos pequeño lo aprieta y me mira sonriente.

—¿A estas haciendo daño a Papá? —su sonrisa se amplia más, me agacho y me lo pongo en la espalda haciendo del caballito y corro por la sala.

—Pampam

—Pampam siempre esta contigo vale.

...

Aurora

Me veo en el espejo de cuerpo entero de mi habitación, levanto mi blusa, al ser pediatra tengo conocimientos de las muchas cosas que hacen daño a nuestro cuerpo y de una manera u otra trato de cuidarme, me saco la ropa sin dejar de mirarme el cuerpo, ahorita me sentí mal cuando Nereida menciono lo de mi cama, recordar al tonto de Sebastián se me remueve el estomago, si tan solo se hubiese comportado normal, quizás las cosas no se hubieran dado mal, es como cualquier mujer desearía un hombre pero esa mujer no soy yo y el no es el hombre para mi, así de sencillo.

Papá soltero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora