|•18•|Acoso

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Llego justo a las siete. Aun no esta tan oscuro, estacioné mi auto, cojo la cartera del asiento de atrás y salgo del auto, me concentro en meter la mano en mi bolso para llamar a Nereida y que venga antes de que sea mas tarde así trae al bebé. Siento que alguien me sujeta del brazo muy fuerte y suelto un gemido de dolor al tiempo en que me giro brusca y asustada. Sebastián está detrás de mi, se le ve normal pero no me gusta en la manera en que se apareció y me tomo del brazo.

—¡Estas loco! ¿Que te pasa? —me sobe el brazo.

—Yo... No quería hacerte daño, tampoco asustarte. Llevo rato aquí afuera esperándote —intenta acercarse pero doy tres pasos atrás.

—Deberias irte por favor, creo que nuestra última conversación estuvo mas que clara —aunque no lo quiera me entro miedo.

—¿Porque? Si tu y yo la pasamos genial.

—Ya lo explique —dije tratando de aparentar normal.

Se lanzo a mi y me intentaba besar, lo aparte dejando una sonora cachetada en su mejilla.

—El que me haya acostado contigo no te da derecho de venir y acosarme de esta manera, somos adultos y ya no tiene que seguir pasando ¡que te pasa! —corrí rápido a la entrada del apartamento y subí mejor en las escaleras rápido.

Llegue a mi puerta y metí la llave, abrí y cerré de un portazo, respire profundo. Encendí solo la luz de la sala, me tumbe en el sofá y me saque los zapatos, chaqueta y subí con ellos en mano a la habitación, decidí que lo mejor era darme un baño me sentía nerviosa y así lo hice.

...

Ocho en punto, mi timbre suena y me sobresaltó en el sofá con la lapto en mis piernas. Me puse en pie y me acerqué a la puerta.

—¿Quién? —puse mis manos en mi cadera.

—¿A quién más podrías esperar boba? —hablo Nereida del otro lado, sonreí feliz.

Abrí la puerta y lo primero que la recibieron fueron mis brazos abiertos, nos abrazamos.

—Entra ven —hable al tiempo en que cerré la puerta.

Me sonríe y se sienta en el sofá en el que estaba.

—¿Que tal el viaje? —pregunto yendo a la cocina y llevándole un vaso de jugo.

—Fatal no pude traer a Gabriel, me hizo trampa y se durmió y Esteban llego —hablo quitándose la chaqueta y recogiendo su pelo largo y ondulado en una coleta.

—Esta bien, lo traes mañana —me entusiasmo.

—Oye me entere por Esteban lo que paso en su casa el día de su cumpleaños —bebió.

—Me sentía terrible y avergonzada, mal de haber estado ahí —fui sincera.

—Aunque no lo creas fue lo mejor.

—¿Y que te cuentas? ¿Cómo va todo —trate de entablar una conversación.

—Pues me fue muy bien con los trabajos allá, solucione todo y... Hay una persona, un chico, se llama Fabián, es tan no se, nos estamos conociendo —reí por su manera tan peculiar de decir simple que esta conociendo a un chico.

—No te rías de mi malvada, algún día te pasara —me acoso con el dedo.

—Te aseguro que cuando vaya a decir que me estoy conociendo con una persona no voy a balbucear tanto —hable riendo.

—¡Ya ya! ¿Y tú? —se acomoda en el sofá.

—Te lo contare en un resumen, me conocí con un hombre apuesto, elegante, hermoso, al tercer día mis hormonas me traicionaron y me acosté con él —casi vota el jugo de la boca. —Lo traje acá a mi casa y pues ya sabes, tuvimos relaciones, ahora él no acepta que sólo lo veo como algo que paso y ya, no me interesa para nada más, no debí hacerlo y ahora como que me acosa. Quizás si eso no hubiera pasado tan rápido, juraría que podíamos llegar a algo pero él hecho que haya pasado me confirma que no —me mordí la mejilla por el interior.

—¡No lo puedo creer, enserio tu Aurora! ¿Qué piensas hacer ahora con tu chico traumatizado? Según he escuchado eso es peligroso.

—No puedo hacer nada, me equivoque, soy un ser humano. Le deje claro que no lo quiero ver, no me gustan ese tipo de relaciones abiertas donde solo te acuestas con las personas.

—Bueno ya, hablemos de algo más bonito. Supe que el pequeño Gabriel te tiene atrapada en sus manos —sonreí.

—Es que es un ángel como no.

Después de hablar un rato mas decidió irse antes de que se hiciera mas tarde. Y yo termine de hacer unos trabajos vía Internet.

...

Esteban

—Vamos eso es, así mismo. No, no sujetarte de ahí—ánimo a mi pequeño que esta dando sus pasos sujetándose de la pared mientras lo grabo con una sonrisa hermosa, sigue en su recorrido y se detiene a mirarme, me mira serio y junta su entre ceja, intenta agacharse pero parece que tiene miedo. Con la cámara en una mano intento con la otra sujetarlo pero no me deja y gira su rostro, se queda agachado sin mirarme.

—¿Estas haciendo popó? —me le río y dejo de grabar.

Lo sujeto de los brazos y voy con él a su habitación, le saco el pamper y lo pongo encima de su inodoro pequeño de plástico, así el va aprendiendo, mientras él esta tranquilo ahí desnudo jugando con un juguete que estaba a su lado yo me ocupo por ir buscando una ropa limpia, polvo, pamper, colonia, aceite del pelo, y hisopos, unas sandalias con tiras, para que no este descalzo en casa.

—Pampam —me giro y lo veo intentando pasarse.

—¿Terminaste mi pequeño? —lo levanto y lo llevo a la bañera.

...

Me lo pongo en el cuello y camino por el parque, dejando el bulto en un banco lo subo a los columpios y lo meso por detrás, su risa inocente y despreocupada me hace reír a mi también, por un momento me olvido de nuestro alrededor y la puedo ver a ella sonreír para nuestro hijo, feliz por él y por mi.

Las madres me miran con... Ternura, sonríen y de lejos le hacen gracia a mi pequeño. Lo llevo de ahí al banco y lo siento. Saque un pequeño termo en forma de mano y lo pongo en su boca, lo sujeta con ambas manos, sus mejillas están rojas y sudadas, observo el lugar mejor. Muchos niños y niñas de ya unos tres, cinco años y seis corriendo o persiguiendo a otros, me imagino a Gabriel. ¿Cómo sería ya en esa edad? Sería así de juguetón, lo miro y dejo un beso en su mejilla. Saco un pañuelo y limpio su rostro colocando nuevamente filtro. Me pongo en pie, coloco mis gafas de sol, pongo su bulto en mi hombro y a el en brazos del otro lado, caminamos por el parque, camino al auto y conduzco a la casa con la música del sapo cantándola mientras él la canta en su idioma.



...



Aurora

No soy psicóloga pero cuando tengo pacientes como Ana de solo seis años que a tan temprana edad están pasando un desorden alimenticio me ocupo de más. Los padres al darse cuenta me permiten charlar con ella más seguido cuando viene por sus exámenes de rutina

—¿Cómo te sientes hoy Ana? —pregunto sin despegar la mirada de la suya, aunque esta boca arriba.

—Triste —una de las cosas que más me gusta de Ana es su madures.

—Anda cuéntamelo. ¿No somos amigas? ¿Cómo fue tu semana? —sonreí, es preciosa su piel canela, con aquel pelo como un león, eso ojos mieles.

No solo me ocupo de los enfermos me gusta empaparme de su niñez y así conocerlos mas.

—Mamá dice que mi cuerpo solo quiere la leche, otras cosas que usted receta —miró sus ojos y sonrió.

—Bueno también puedes comer otras cosas ricas de la abuela.

Ladea la cabeza juguetona.

—Mas dulces —sonríe coqueta moviendo sus pies.

Papá soltero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora