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Que no nos importe la edad, que vayamos por el mundo como niños o adolescentes, hay que disfrutar y nunca perder ese brillo en la mirada, ese caminar medio dormidos por las calles de un mundo cruel que agoniza en amor. Cambiemos por ti y por mi.



Leo esa última parte de la hoja y cierro el libro. Me pongo en pie y paso la mano por su frente un poco sudada y enciendo el aire. El timbre suena y salgo de la habitación se que es ella, dijo a las cinco. Abro la puerta, sus ojos verdosos y pobladas pestañas en un rostro fresco reciben mi campo de visión sonriendo como un niño para ella. Entra a la casa y cierro la puerta, se acerca y me sonríe pasando sus manos por mi cuello y dejando un beso en mis labios.

—Hola, novio —dice sobre estos.

—Hola, novia —sonreímos.

—¿Y mi pequeño? —deja su cartera encima del sofá y se queda parada enfrente mio poniendo sus manos en su cadera.

—Un baño, un biberón y papaya picada es igual a sueño —sonrió y la pego a mi en un abrazo, cierro los ojos y beso su cuello, me abraza pasando sus manos por mi cuello. Y la abrazo mas fuerte cerrando los ojos.




Aurora

Estar a su lado me reconforta y no es que sea muy rápido, esto ya estaba solo que hasta ahora se le dio este color de amor. Ambos no queríamos aceptar lo que sentíamos por diferentes razones.

—Te quiero preguntar algo —me dice en medio del abrazo y me separo un poco dejando mis manos en su cuello para observar sus ojos de mar y aquel rostro tan hermoso que tiene, se puso un poco serio y miro un punto fijo de la casa.

—Te escucho —le sonrió mirando sus ojos.

—¿Te molestaría que aquella foto siga ahí? —señaló la foto donde ella y el salen estando embarazada —
—¿Te molestaría que aún yo conserve aquella sortijas de matrimonio o alguna que otra foto por ahí de aquel día? —dice un poco con miedo y mirándome fijamente mientras nos sentamos en el sofá.

No me empecé a pensar mucho lo que diría pues es como si ya aquella pregunta me la habría formulado ya en mi cabeza y tome su mano en la mía.

—La foto para nada me molesta y aun no puedo yo venir y decidir ya que puede o no estar acá en tu casa, esa foto es tuya y de Gabriel que cuando crezca pueda ver su madre lo feliz que esta y estaba porque el venia en camino y... —mire la foto y luego a él. —Lo de las sortijas si para ti aun significan algo especial yo no puedo intervenir, es tu decisión amor, eso es tuyo y a mi jamás eso me molestaría pero si a veces hay que dejar cabida a otras cosas ¿si me entiendes verdad?.

—Gracias, me dejas sin palabras —se acerca y besa mis labios lo cual correspondo con ansias como él, no puedo evitar soltar algún gemido acallado por estos, pasa sus manos por mis piernas y me subo encima suyo aun besándolo, se pone en pie conmigo cargada pasando mis piernas por su cintura.

—Esteban —echo mi cabeza atrás cerrando mis ojos y los abro al sentir como patea despacio una puerta, es su habitación. Mis pies tocan el suelo, sus ojos están fijos en mi y miro un poco a mi alrededor, colores no muy llamativos, cama grande y mesitas a los lados muy bonitas con la parte de arriba en cristal.

Con una bonita vista a su jardín. Una puerta caoba que seguro da al baño.

—Es muy linda tu habitación —digo mientras me abraza por la espalda.

—Nada se compara a ti —me giro y acaricio su rostro, un sonido de un llanto suave se escucha en la habitación y es el aparato de escuchar al bebé, salimos juntos a su habitación.

Papá soltero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora