Capítulo 1: Me echan la bronca por llegar tarde

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Narra Robbie:

Dormir me parece uno de los pequeños placeres de la vida. Y mi cuarto hacia que eso fuera lo mejor, la cama estaba en el centro de mi cuarto y la pared de enfrente era todo ventanas por las que veía el mar. Vivía en lo alto de una colina, un poco alejado de la ciudad para que no estuviera que estar todo el día evitando a fotógrafos y gente por el estilo.

Me desperté por el sonido de la alarma de mi móvil, y cuando lo cogí, miré la hora. 9:10. A las diez tenía que estar en el estudio, así que decidí levantarme y fui hacia el baño para pegarme una ducha.

Cuando salí de la ducha, no hacían más que llegarme mensajes mientras me secaba el pelo. No soy muy partidario de contestar cuando solo llevo una toalla a la cintura, pero se estaban poniendo muy pesados.

😎Machos Alfa😎

Tom

Robbie!!!
Estás despierto??

Thomas

Debería, las horas que son...

Si, si, estoy despierto.
Acabo debo de salir de la ducha.
Qué queréis?

Tom

Ah, entonces nada.
Solo quería sacarte de la cama 😂😂

Ja, ja.
Muy gracioso, Tom

Thomas

No entiendo cómo tienes tanta energía por la mañana. Yo voy por el tercer café.

Tom

Estas ya en el estudio??

Thomas

De camino.

Tom

👌👌

Dejé el móvil sobre la cama mientras me vestía. En realidad tenía que cambiarme al llegar al estudio, así que me puse unos vaqueros y una sudadera.

Bajé a desayunar a la cocina, donde mi cocinera, Alicia, tenía ya mi desayuno listo.

–Buenos días, Alicia.– Dije bebiendo algo de café.

–Buenos días, señor.

–¿Ha llegado Cat?

–No, todavía no.

–Ah, bien. Así puedo desayunar tranquilo.– Dije y pegué un mordisco a una de mis tostadas.

–Aunque no creo que tarde mucho más.

–Con que tarde diez minutos, me vale.

–Que te lo has creído, cariño.

Me giré hacia la entrada a la cocina y vi entrando a Cat, con sus carpetas, mis horarios para todo y todos sus móviles.

Me giré hacia la entrada a la cocina y vi entrando a Cat, con sus carpetas, mis horarios para todo y todos sus móviles

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–Tan puntual como siempre.– Dije cuando se acercó a mí.

–No como tú. Deberías haber desayunado hace cinco minutos.

–Estoy en ello.– Dije con la boca llena.

–Robbie, que asco. ¿Y tú eres un caballero inglés? Cierra la boca y vámonos.

–Vale, vale. ¿Qué he hecho con...?

–¿Tu móvil? En el bolsillo trasero de tus vaqueros.

Busqué donde Cat me había dicho y ahí estaba.

–¿Qué haría yo sin ti?– Me reí.

–Perder todas tus cosas y tu tiempo. Vámonos.

–Vale, solo déjame que coja mi...

–¿Café, señor?– Dijo Alicia dándome un baso de café para llevar.

–Gracias Alicia. Te adoro.– Dije cogiendo el baso.

–¡Vámonos!– Dijo Cat saliendo de casa.

Yo cogí mis cosas y salí tras ella hacía el coche. El garaje estaba un piso más abajo que la entrada, en el que siempre me esperaba Ben a los mandos de cualquiera de mis coches. Era el mejor chófer de la ciudad, conocía todas las rutas existentes.

–Hola Ben.– Dije entrando en el coche.

–Señor.

Ben era tres veces más grande que yo y siempre llevaba gafas de sol, incluso cuando llovia. Y tampoco era muy hablador, ya os daréis cuenta.

–¿Estas listo?– Me preguntó Cat sentándose junto a Ben.

–Aja.

–Muy bien, pues cuando quieras, Ben.

Let's go!

Ben arrancó el coche y salimos de casa. De camino a la ciudad yo me puse los cascos, no era un camino largo, pero tampoco estaba a la vuelta de la esquina y además, había bastante tráfico.

–¿Has cogido las gafas?– Me preguntó Cat.

–Si.

–Pontelas, la prensa no tardará mucho en aparecer.

–Ya lo sé.

Cat me obligaba a ponerme gafas de sol casi todas las veces que llegaba a la ciudad. Casi siempre había paparazzis cerca y odio salir en portada con cara de lunes por la mañana. Por eso llevo gafas de sol.

Cuando llegamos al estudio, había un pequeño grupo de fans en la puerta que se pusieron a gritar cuando el coche pasó a su lado. Yo más saludé mientras entrabamos en el estudio y ellas se quedaban fuera. Después, Ben aparcó y yo bajé con Cat hacia el set.

Llevaba ya un tiempo grabando Revolution. Era la adaptación de una novela que, la verdad, me había gustado mucho y además de eso trabajaba con mis amigos y con Alexandra Daddario, que fue la primera a la que vi.

–Llegas tarde, Kay.– Me dijo nada más verme.

–Buenos días a ti también.

–Wess está esperándote.

–¿Esta enfadado?

–Pues...

–¡Robbie!– Escuché gritar a Wess Ball, nuestro director mientras se acercaba.– ¿Cat, se puede saber dónde estabais?

–Perdona, Wess. El tráfico estaba horrible.

–Vale, venga. Te quiero fuera de  vestuario, maquillaje y peluquería en menos de diez minutos.

–¡Voy!– Dije y fui a prepararme.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora