Después de 20 minutos en coche, llegamos a una gran mansión.
Creía que iba a ser en algún restaurante caro o algo a sin.
Me fijé en la mansión y era de un aspecto antiguo pero fascinante.
No bajamos del coche y el señor me agarro fuertemente del brazo para mirarle.
— escúchame bien, te voy a decir algunas reglas; no intentarás escapar, no te acercarás ni hablaras con ningún hombre que no sea yo, estarás todo la noche pegada a mi a menos que te mande a estar sola y por ultimo, le dirás a todo el mundo que te pregunte que eres solo mi acompañante — Hizo una pausa — ¿entendido, Mía? — preguntó.
— e-entendido señor — dije muy nerviosa.
— si se te ocurre saltarte alguna, no te gustará verme furioso —
Tragué saliva difícilmente y asentí.
— bien, vamos —
Me agarro de la cintura y nos adentramos.
Si la fachada de la mansión era espectacular, no podréis imaginar por dentro...
Nada más entrar todo el mundo nos veía, algunos nos miraba sonriendo y otros con ¿envidia? No lo sé, pero nos miraban mal.
No sabía como actuar ya que nunca asistí a estas cosas.
Se sentía bien estar entre el brazo y el cuerpo del señor...claro, si no me está gritando o otra cosa...
Un chico muy apuesto de unos 25 años se nos acercó.
— señor James — estrecho la mano y el señor la cogió.
Me resulta raro que le llamen james ya que en toda la casa le dicen señor.
— un gusto volver a verlo — dijo el chico.
— igualmente Daniel — habló el señor.
Mire la cara de ángel que tenía el tal Daniel, una sonrisa perfecta, unos ojos azules perfectos...era lindo.
— ¿y la dama quien es? — preguntó mirándome.
— ee... — quería hablar pero el señor me interrumpió.
— mi acompáñate, Mía — dijo.
— encantado — sonrió y yo respondí con una sonrisa que me costó hace.
— bueno háblame de lo que hiciste en estos meses, no se te vio por ninguna reunión — dijo el señor.
Comenzaron a hablar de ¿negocios? Creo.
Me cansaba de estar de pie, solo miraba los camareros que pasaban con grandes bandejas llenas de comida...moría de hambre...
Un camarero se nos acercó con unas copas de champán.
Cada uno cogieron una copa y me ofrecieron.
— lo siento, no bebo — intente hablar sin tartamudear y lo conseguí.
Yo quería comida y no alcohol.
Fuimos hacia otros amigos y negociantes del señor para saludar y que el señor hable con ellos.
Cada vez que el señor les decía a sus conocidos que yo era su acompañante me miraban mal y me sentía intimidada.
— ¿que tal si vamos al banquete? — me preguntó el señor.
Moría por ir.
— de acuerdo — dije y sonreí.
Narra James
La vi sonreír y era extraño, su cara era diferente...
Recordé que no comió nada y la lleve al banquete.
— veo que te estás portando bien — dijo sonriendo.
Cogió una especie de cono con varios quesos diferente rellenos, yo hice o mismo y me lo lleve a la boca saboreandolo...estaba delicioso.
— ahora puedo llevarte a estos tipos de acontecimientos sin contratar a una prostituta como siempre lo hacía — dijo.
— desde siempre me han gustado estos lugares, no sería un problema para mí acompañarte — dije.
Lo vi y el me miraba raro, como una mirada de extrañamiento y enojo.
Ahora me acorde que no podía pronunciar ni una sola palabra sin su permiso.
Lo mire con miedo.
— e-e lo siento... — dije.
Y el desvío su vista hacia una pareja que se nos acercaba.
— ¡Archi! — dijo con alegría el señor.
— ¡cuánto tiempo James! — dijo el tal Archi.
La chica que lo acompañaba me miraba sonriendo, aunque se que cuando sepa que soy su acompañante me mirara mal.
— ¡hola! — dijo con alegría.
— hola — sonreí.
El señor terminó de saludar al tal Archi y se concentraron en nosotras.
— ¿y eres? — dijeron los dos al unísono.
— Mía, su a-acompañante — joder, tartamudeé.
Los mire y sonrieron.
Me alegré porque no me miraron mal.
— soy Betty — dijo y me abrazo dándome dos besos.
Es la primera vez que alguna persona me saludaba a sin..bueno ni me saludan.
La chica me comenzó a contar cosas sobre ella mientras que el señor y Archi hablaban.
— iré un momento al servicio —le dije.
— te espero —
Me acerqué al señor.
— se...james — casi le iba a decir señor delante de Archi.
— espera amigo — dijo el señor y nos fuimos un poco lejos de él y ella.
— ¿que quieres? —
— te quería preguntar s-si podía ir a-al baño — susurre.
— ve, pero como se te ocurra hacer alguna estupidez, te enterarás —
Fui al baño que estaba en la planta de arriba y me mire al espejo.
Necesitaba volver a mi verdadera cara por unos segundos y no fingir una de chica feliz con un mundo de color rosa.
— a sin que tú eres la nueva muñequita de el señor — oí una voz femenina.
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Sola
RomanceTodos los días es un infierno para Mía; su hermano mayor, Mike, era el causante de todas sus lágrimas, todas las heridas que Mía tiene en su pálida y suave piel. Mike decide dar a su hermana a un conocido por su poder, su seriedad, su fría manera de...